El octavo ministro del Interior de este régimen, Carlos Malaver, se conforma, hasta ahora, con el perfil bajo pos Juanjo Santiváñez, que la gestión de Boluarte limita para esa cartera.
Por FERNANDO VIVASPeriodista
No alza la voz porque tendría que gritar cosas que no le gustarían a la presidenta ni a la mayoría congresal con las cuales es obsecuente; tampoco puede quedarse callado porque lo sacarían como a su predecesor Julio Díaz Zulueta, el viejo comisario del pueblo que se perdió en la comisaría del Mininter, la más intrincada del Perú. Díaz, con pachocha, se tomó muchos días haciendo su media training. Cuando se sintió listo para encarar a la prensa, ya habían pasado demasiadas extorsiones, actos de sicariato y páginas rojas, para las cuales el gobierno lo hubiera necesitado de vocero. Fuera de sus broncas y de la constante necesidad de justificarse a sí mismo, Santiváñez sí cubría esa función.
Malaver, que frisa los 60 años, tiene mejor perfil que Díaz para sobrevivir en la gran comisaría. Ha sido director de comunicaciones de la PNP, así que puede palabrear y driblear en entrevistas. Ha trabajado en la Dirección de Inteligencia de la PNP, así que se ha entrenado para ser taimado y paciente. Ha manejado la región policial Piura, lo que le dio cierto roce con actores políticos. Y ha sido cabeza de la dirección de Tránsito, donde se aprende a chamullar ante ciudadanos atribulados, o sea, decir ni sí ni no pareciendo asertivo.
El gobierno de Dina no quiso jalarse a nadie que pusiera condiciones ni pretendiera marcar distancia de sus cuitas. Hasta donde lo he oído en entrevistas, Malaver no se ha pasado la luz roja, ni siquiera ha circulado en ámbar cuando hace el recuento de los afanes y limitaciones del gobierno para luchar contra la inseguridad. Como observaron algunos colegas, horas antes de su juramentación, figura en el registro de visitas de Juanjo Santiváñez, hoy asesor de Dina con oficina en Palacio. Saquen su línea.
Si ponemos al general Malaver en el candelero, es porque esta semana tuvo que chamullar bastante hasta que tuvo un golpe de suerte el miércoles. El pitazo que dio el Poder Judicial para detener la pelea entre Delia Espinoza y Patricia Benavides no solo salvó a doña Delia, también lo salvo a él. Lo explico: la Junta Nacional de Justicia se tragó sus dudas y tensiones internas, y el martes en la noche declaró que se encontraba en un proceso de ejecución forzosa de su resolución que obliga a la reposición de Benavides. Unas horas antes se había filtrado un oficio de Gino Ríos, presidente de la JNJ, dirigido a Malaver, para pedirle el uso de la fuerza.
Hasta ese momento, Malaver había salido airoso explicando que las dos fiscales tenían protección y que él era ajeno a los forcejeos accidentales en los que hubieran podido incurrir los guardias de seguridad del Estado que acompañaban ?como corresponde por ley a algunos funcionarios aunque no estén en ejercicio? a Benavides cuando forzó su entrada al edificio de la fiscalía. Espinoza aprovechó esa oportunidad para plantear un hábeas corpus contra la PNP, pero el PJ se lo rechazó. Una aureola de santo se posó sobre la cabeza de Malaver. Pero fue pasajera, pues, en otro oficio, el Mininter había prácticamente aludido a Benavides como la FN, dirimiendo lo que aún no estaba dirimido. En su chamullo de semiexcusa, en entrevistas a comienzo de la semana, encarnó el dilema oficial de aprovechar el pánico para arremeter contra Espinoza o desoír al coro pro-Benavides, que no despierta confianza ni al gobierno ni a la mayoría congresal. Se salvó de ser devorado por el lío fiscal con la sentencia del juez supremo Segismundo León, que cortó ?al menos por una temporada? las alas de Patricia.
A Malaver le es mejor y urgente hablar de lo único que tendría que hablar: de inseguridad ciudadana. Cita operativos y capturas, pero la evolución de las cifras de asesinatos por sicariato y de extorsiones no le sonríen. Aún no deja de lado el populismo criminoso de ?enviaremos presos a El Salvador y trataremos a los chicos malos igualito que a adultos? para explicar convincentemente cómo encarar los delitos y mafias mayores, con un enfoque de inteligencia y cuerpo de élite blindado ante la corrupción en la propia PNP y en entornos gubernamentales.
El proyecto de programa de TV de Dina tiene como antecedente la propuesta que hizo Eduardo Arana, cuando era ministro de Justicia, para una franja informativa. Según nos dijeron, esa idea nació en conversación con la PNP, que quería una vitrina para mostrar sus avances y operativos. Es probable que el Mininter y Malaver tengan protagonismo en la posible aventura presidencial. En realidad, un ministro y una gestión eficientes, sin chamullos y sin rendirse ante Dina, tendrían vitrina asegurada en todas partes.