Lejos de todo
No hay que ser mago ni tampoco un pequeño Nostradamus, basta conocer nuestra historia y procedimientos, para saber exactamente lo que habría ocurrido
No hay que ser mago ni tampoco un pequeño Nostradamus, basta conocer nuestra historia y procedimientos, para saber exactamente lo que habría ocurrido.
El hecho imaginado es un equipo chileno o dos que se incorporan y participan en el Mundial de Clubes que se disputa en Estados Unidos, es el primero de esos torneos y se repetirá cada cuatro años, porque el primer mandamiento de la FIFA y sus alegres asociados es el siguiente: "Jugar y jugar que el mundo se va acabar".
En 2025 no hubo chilenos, solo participó un puñado de jugadores que militan en equipos extranjeros, pero no llegaron los clubes nacionales, en todo caso, en el futuro habrá nuevas versiones del Mundial de Clubes, y no hay que ser profeta y tampoco un santo Ezequiel o un sabio Isaías, para vislumbrar con nitidez lo que habría sucedido si alguno de los nuestros hubiese competido.
Está escrito sobre piedra y se ha repetido decenas de veces, renglón por renglón y párrafo por párrafo.
Ese imaginado equipo señalado y de marras que viaja, juega y compite en el Mundial de Clubes, que nadie lo ponga en duda, habría solicitado la suspensión de sus primeros encuentros en las competencias locales, tanto en la Copa Chile como en el torneo nacional, y no digamos si ese equipo participara de las dos competencias.
Los dirigentes del club chileno habrían enarbolado la palabra injusticia debido a que las reglas no eran parejas: todos descansados y de cortas vacaciones, y ellos agotados de todas las maneras posibles: física y mentalmente.
Los exjugadores que ofician de comentaristas, sin querer exagerar, dirían que es inhumano que sus colegas activos compitan de esta forma inmisericorde y sin descanso, sin siquiera un fin de semana de asueto y playa caribeña, y sin mencionar lo que más importa: no poder estar con su familia.
El entrenador criticaría el fixture de los torneos criollos, porque esto se sabía de comienzos de año, y no se hizo nada para solucionarlo y encajarlo como corresponde. ¿Riesgos? Todos los del caso. Los jugadores vienen desgastados, molidos y con tiritones por el esfuerzo internacional, por lo tanto se pueden lesionar fácilmente en las competencias nacionales.
La paradoja es la siguiente: por todo lo anterior, por esa cultura, costumbres y nivel de exigencia, los equipos chilenos no llegan a participar en el Mundial de Clubes, precisamente. Se caen antes, no superan las pruebas y menos clasifican.
Acá se juega poco y a saltos, ya sea por la falta de estadios, fuerza mayor o suspensiones por violencia y mal comportamiento, tantas veces.
La tensión y esfuerzo de los torneos internacionales simplemente los demuelen, y para eso los ejemplos de Deportes Iquique y Unión Española, que fueron y así volvieron.
Estamos parados, hoy por hoy, en un lugar que está lejos de todo.