Martes, 01 de Julio de 2025

Carlos Rompani, con el fuego adentro: del teatro independiente al Metro y tras el gran proyecto de su vida

UruguayEl País, Uruguay 1 de julio de 2025

Consolidado en el teatro independiente uruguayo y heredero de un linaje de artistas, Carlos Rompani Zorrilla da un salto al circuito comercial con "Matita" y apuesta por filmar su propia película.

Dos meses después de haber dado una entrevista a Búsqueda, todavía lo cargan por haber confesado que una vez le dijo a una productora: "Tengo un volcán en erupción adentro de mí y necesito que alguien me ayude a sacar esto". "Esto", para Carlos Rompani, es el teatro: el espíritu que lo tomó algún día de la adolescencia y se le fue instalando en los huesos, en los tejidos, en los ojos. El telón de fondo de las siguientes escenas.

En una muestra de actuación en la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD), donde cursó un año y medio, fue Macbeth en pleno desquicio. Pidió hacer una parte de su monólogo en inglés, y cuando comenzó, Levón una de las grandes leyendas del teatro nacional quedó estupefacto: esa criatura, todavía adolescente, estaba recitando Shakespeare en inglés antiguo.


Pasó dos meses durmiendo en el piso, en un colchón prestado, en un apartamento de otro. Fue la única opción que encontró cuando tuvo que escapar de un trabajo rutinario en Montevideo, que lo comía por dentro. ¿Qué estoy haciendo acá?, se preguntaba este nieto del pintor Alfredo Zorrilla y sobrino nieto de la mismísima China Zorrilla, mientras intentaba venderle préstamos a alguna persona. No había forma de callar un grito que venía de los ancestros.

En otra muestra, esta vez en Estados Unidos, al final de un curso corto sobre comedia musical, le tocó cantar una canción en la que un beisbolista evoca a su padre. Él también había perdido al suyo, de manera abrupta, cuando tenía 14 años. A veces, incluso, ha creído verlo o sentirlo entre el público mientras actúa. Aquella vez, cuando terminó su número y miró hacia adelante, solo vio el llanto de la gente. Un rato después, una profesora lo apartó y le dijo: "Vos tenés algo".

En 2009, cuando compartió El hombre que quería volar con Carlos Aguilera la última obra del director, que murió en pleno proceso, tuvo que hacer un monólogo sobre la dictadura. Rompió en llanto en un ensayo y siguió así hasta el día siguiente, como si lo hubiera golpeado una fuerza indómita.

En México, cuando pasó dos meses haciendo tres obras por día, cantando en vivo, montando la escenografía, levantando el cargamento, viajando de acá para allá y repitiendo, cada día, todo de nuevo.

O cuando tuvo que declarar su profesión para sacarse por primera vez el pasaporte y se preguntó "yo qué soy", y entonces entendió que no había vuelta atrás.

Carlos Rompani era, iba a ser para siempre, actor. El hombre que todo el tiempo busca, está buscando, algo que le saque hacia afuera todo eso que siente adentro, como si solo en el escenario pudiera aliviar el síntoma de una enfermedad incurable.

Ahora, este bicho de teatro que lleva 20 años en el circuito independiente, es parte de una de las buenas comedias del teatro comercial en cartel: Matita, que estrenó en junio en el Teatro Metro, tiene función este viernes a las 21.30 y coprotagoniza con Graciela Rodríguez, Rodrigo Garmendia y Noelia Campo. Quedan entradas en venta en Redtickets.

Matita es una comedia entretenida, ligera, pero que toca un asunto áspero y a la vez serio: el económico. Graciela Rodríguez que a las 20.00 hace un monólogo en el Teatro Alianza y una hora y media después se carga este texto sobre los hombros es Matita, que a sus 73 años ha decidido vivir en un residencial. Su sobrino y único heredero (Rompani) está muy preocupado por su patrimonio: al parecer, Matita está enamorada del joven personal trainer (Garmendia) del hogar en el que vive y quiere darle dinero para un emprendimiento. Algunas ideas radicales del personaje de Noelia Campo dan pie a un desopilante desenlace.


"Creo que la gente me conoce mucho en el ambiente teatral, pero a veces uno quiere tener un poco más de vuelo, darse a conocer a sí mismo, al trabajo que hace. Yo vengo trabajando hace como 20 años, y sin embargo mucha gente me dice: 'Che, no me entero de lo que estás haciendo'. Entonces yo sabía que trabajar con la producción de Diego Sorondo iba a ser así: llegar al camarín y que haya comida, que nos regalen flores, carteles por toda la ciudad, no tener que tironear el boca a boca", reconoce a El País. "Es una comedia que disfruto mucho, pero más allá de que me encanta trabajar, es muy lindo sentirse mimado".

El que dice eso es padre de dos hijos, pareja de la misma mujer hace 20 años, docente en un colegio. Trabaja de lunes a viernes de las 9 de la mañana a las 3 de la tarde. El resto del tiempo lo articula entre la familia, las responsabilidades y el teatro. Puede pasar meses ensayando una obra que considera maravillosa para hacer apenas un par de funciones y terminar cobrando un pago, si se quiere, testimonial. Así funciona.

Entre mayo y junio se lo pudo ver en Un hombre torcido en la Sala Balzo, Un tren quebrando la siesta en el Teatro Solís, y Matita, que todavía sigue. Filmó una participación para la segunda temporada de la serie Margarita, de Cris Morena, y esta semana está con el musical infantil Lucy en el cielo con diamantes, donde además canta y baila.


El futuro de Rompani: detrás del proyecto de su vida

Se prometió que para el segundo semestre no iba a aceptar ninguna obra, pero lo llamó Marianella Morena, quien ya lo dirigió en No daré hijos, daré versos, con una idea sobre Conexión Ganadera. "Le dije a mi mujer: esta es la última, perdón", dice. Y en otro momento: "Hoy, en el mundo como está, hay que hacer lo que piden las jugadas. Si te tiran un centro, hay que cabecear".

Alguna vez soñó con protagonizar un musical en Broadway. Hoy, dice, su gran pendiente es tener un rol principal en cine: es consciente de su capacidad, de su potencial, de la versatilidad que tiene. De que aunque le fascinan los personajes que están a punto de romperse su fabuloso trabajo en Lluvia constante es quizás la mejor muestra, sabe cómo habitar Matita o cómo ser Batman frente a Robin en teatro breve y tener a Jorge Bolani como su propio Alfred.

"Si me ponen a Darín adelante, yo no tengo miedo", dice Rompani, que mientras habla aprieta los puños y lleva en los ojos una extraña mezcla de otoño, de verdes y marrones que a veces se parecen al fuego.

Eso se nota cuando dice que tiene escrito el proyecto de su vida, una película Bailando con los peces que fue seleccionada para un mercado de ventas en Bruselas y para la que se escribió las escenas que siempre quiso hacer, desgarradas, extremas, tan pasionales como cortarse la lengua. "Si yo logro hacer esa película, ya está. No sé qué va a pasar después", dice.

Pero sabe, siempre sabe. No hay forma de escaparle a la vocación.

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