Por ALEJANDRO PÉREZ REYESCFO de Credicorp y del BCP
Los peruanos tenemos razones de sobra para cuestionar a nuestras autoridades por los problemas que afectan al país
Por ALEJANDRO PÉREZ REYESCFO de Credicorp y del BCP
Los peruanos tenemos razones de sobra para cuestionar a nuestras autoridades por los problemas que afectan al país. Por la inseguridad ciudadana, la calidad de las normas que se aprueban e implementan, los escándalos de corrupción, la precariedad de infraestructura y servicios públicos básicos, entre otros.
De hecho, tanta razón tenemos de criticar lo que se puede hacer mejor que, muchas veces, podemos pasar por alto lo que nosotros hacemos y lo que podemos hacer para, precisamente, mejorar aquello que criticamos. En psicología, el concepto se llama ?sesgo de autoservicio? y a través de él asignamos responsabilidades externas a las cosas malas que nos pasan, dándole poco espacio (o crédito) a la autocrítica.
En democracia, sin embargo, donde el poder se equilibra mediante pesos y contrapesos y la libertad implica tanto derechos como obligaciones, es fundamental asumir responsabilidad por nuestras decisiones. Y una de las más importantes, sobre todo de cara a quienes nos gobiernan y en ruta a los comicios del 2026, concierne a lo que hacemos con nuestro voto. En esa línea, ¿cómo podemos aspirar a tener mejores autoridades si al 68% de peruanos (IEP, 2024) le interesa ?poco o nada? la política? ¿Cómo se puede votar con tino si el 62% de los jóvenes (El Comercio-Datum, 2025) asegura estar poco o nada informado?
Sí, el desgaste de las sucesivas crisis de los últimos años sirve para explicar la situación, pero hay una innegable relación entre cuánto nos involucramos, cuánto nos preocupamos por conocer a los candidatos y la calidad de los eventuales resultados. Mucho puede decirse ?y con fundamento? de la oferta electoral, de las reglas de juego y de los partidos, pero la cédula la marcamos nosotros, y los partidos, buenos o malos, los componen otros ciudadanos. En ese sentido, no podemos perder de vista nuestro poder y nuestra responsabilidad.
Pero las elecciones no son el único momento en el que podemos hacernos cargo y ponernos la camiseta. Pensemos, por ejemplo, en la informalidad, otro de los grandes problemas de nuestro país. Sí, la carga burocrática para formalizarse es pesada. Sí, el sistema puede ser difícil, estar lleno de trabas y los funcionarios que lo componen pueden ser poco colaborativos (una de las quejas más importantes de los emprendedores informales). Pero nada de esto es excusa para ir en contra de algunas reglas básicas, como el cumplimiento de nuestras responsabilidades tributarias o preocuparnos por el bienestar de nuestros colaboradores en el centro de labores.
En general, hay muchas maneras en las que podemos, día a día, encarnar las mejoras que queremos ver en nuestro país. Y puede sonar simple o hasta trillado, pero basta con salir a la calle para darnos cuenta de que no siempre nos comportamos en línea con lo que exigimos. Respetar las reglas de tránsito, no colarse en una fila, no tirar basura en la calle, recoger lo que dejan nuestras mascotas en el parque y hasta bajar el volumen de la música a una hora prudente para no molestar al vecino son gestos pequeños, pero son de lo que están hechos los lazos que nos unen y con los que, eventualmente, construimos el país.
El Comercio no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.