Jueves, 03 de Julio de 2025

Izquierda y corrupción

UruguayEl País, Uruguay 3 de julio de 2025

Tanto Lula como Cristina Kirchner, que hoy se abrazarán en Buenos Aires, son la representación más perfecta de que la izquierda padece el flagelo de la corrupción, igual o más que nadie.

Uno de los aspectos más complejos del debate de ideas, al confrontar con quienes se autodenominan "de izquierda", es chocar con su permanente ostentación de superioridad moral. Siempre, las personas que defienden esa visión de la política, parece que hablaran desde un púlpito ético, donde ellos son los defensores de la bondad y la empatía, mientras que todo aquel que no se pliegue a sus planteos, es alguien egoísta, mezquino, y con permanente sospecha de corrupción.

Nadie puso eso tan claro como nuestro exvicepresidente Raúl Sendic, quien llegó a decir públicamente que si alguien es de izquierda no puede ser corrupto. Algo que hace poco tiempo repitió nada menos que el presidente español Pedro Sánchez, a poco de que sus dos colaboradores más cercanos fueran imputados por coimas, acomodos, desvíos de dinero, y cosas peores.

Pero hoy, si todo sale tal cual lo planeado, el continente verá una imagen muy reveladora del vínculo de la izquierda con la corrupción.

Porque de acuerdo a lo autorizado por la justicia argentina en las últimas horas, el presidente brasileño Lula da Silva, visitará a su excolega Cristina Fernández, que cumple prisión domiciliaria, condenada justamente por corrupción.

Más allá de afinidades ideológicas, se trata de un pago de favores de Lula a la viuda de Néstor Kirchner. Hay que recordar que el actual presidente brasileño también estuvo preso por corrupción, y en aquel momento recibió permanente apoyo y solidaridad de parte de la expresidenta Fernández. Ambos dirigentes han hecho escuela a la hora de acusar a la justicia de sus países de involucrarse en la política partidaria, y de usar herramientas legales para impedirles ejercer la función para la cual habían recibido el apoyo del pueblo. Curiosamente para gente tan nacionalista, y anglofóbica, la expresidenta Fernández ha popularizado en el lenguaje político el término "lawfare", para referirse a esta intervención judicial en la política. Que hoy es usada por medios de comunicación y dirigentes de izquierda en todo el continente.

De manera llamativa, eso no ocurre con el expresidente brasileño Jair Bolsonaro, que se encuentra impedido de ejercer sus derechos políticos, y ser candidato, pese a que no ha sido efectivamente condenado de nada, como sí lo ha sido Cristina, tras más de 14 años de un proceso legal más que garantista, tortuoso.

Pero ya sabemos que para la mayoría de los medios internacionales, existe una doble vara a la hora de medir a dirigentes políticos. Mientras que Bolsonaro, como Meloni o Milei, son livianamente tachados de "ultraderechistas", ninguna agencia de prensa o medio suele decir que Maduro sea de "ultraizquierda".

Pero el hecho es que tanto Lula como Cristina Kirchner son la personificación más perfecta de que la izquierda padece el flagelo de la corrupción, igual o más que nadie.

Porque en el caso del brasileño, su exoneración no se debió a una revelación impactante que habría demostrado su inocencia. Sino a que un tecnicismo legal anuló el proceso, y las decenas de testimonios que lo implicaban en el tema. De hecho, sus principales y más íntimos asesores políticos, siguieron cumpliendo sus condenas. Y la misma causa ha terminado con varios exmandatarios presos en otros países del continente. Todo a raíz de un masivo esquema corrupto que había montado el entonces gobierno brasileño, junto con varios de los principales empresarios de la construcción de aquel país. Pero, según nos insisten algunos, todo a espaldas del bueno de Lula.

En Argentina ni siquiera se toman el trabajo de justificar nada. Es que a los bolsos con millones en efectivo lanzados a un convento, a los videos de gente contando billetes frenéticamente, a los pornográficos saltos en patrimonio de gente que era chofer o modesto empleado bancario, es imposible negarlos con ese tipo de explicación. Nadie con un mínimo de información niega que los gobiernos de los Kirchner en Argentina estuvieron plagados de corrupción. Como mucho, se acepta como una peculiar parte de las reglas del juego de la política de ese país.

Lo insólito es que en Uruguay, un país que salvo muy puntuales excepciones, ha estado por fuera del mundo de corrupción que marcó a los gobiernos de izquierda regionales, se siga admirando y promoviendo a estas figuras, como referentes políticos y éticos en el continente. Y se sigan asociando a estas figuras, que hoy seguramente posen para las fotos, como intachables líderes populares.

La hipocresía elevada al rango de culto casi religioso, mucho más que político.




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