Paternalismo y anticapitalismo
Federico M
Federico M. Ventura | Montevideo
@|La impronta batllista en la sociedad uruguaya.
La influencia histórica del batllismo en Uruguay consolidó un modelo de Estado benefactor sin parangón en América Latina. Hacia mediados del siglo XX, Uruguay era considerado un "welfare state maduro", con niveles altos de cobertura social en salud, educación y jubilaciones. Sin embargo, ese modelo ha arraigado un fuerte paternalismo estatal en la cultura política uruguaya. Como reconoce un análisis internacional, el "paternalismo que caracterizó la política del (batllismo) en Uruguay (.) le dio forma a la cultura política" del país. Dicho de otro modo, generaciones de uruguayos crecieron esperando que el Estado garantizara su bienestar, condición ligada a un rol protagónico del sector público en la economía.
Este sesgo cultural tiene implicaciones económicas claras. El batllismo promovió la intervención estatal en áreas como la negociación salarial, la banca y las pensiones, a menudo antes incluso del auge del Estado de bienestar europeo. Por ejemplo, la segunda administración de Sanguinetti (años 1990) implementó reformas sociales "con una visión batllista, es decir gradualista y más estatista". Aunque mejoraron aspectos de seguridad social y salud, mantuvieron la lógica asistencialista de fondo. De este modo, el batllismo no sólo creó redes de protección social, sino también la mentalidad de que "la felicidad" colectiva depende de la providencia estatal. En palabras del pensador liberal Juan Bautista Alberdi, "las sociedades que esperan su felicidad de la mano de sus gobiernos esperan una cosa contraria a la naturaleza".
La "red de seguridad social" y su efecto sobre el ahorro.
La extensión de la seguridad social en Uruguay -una herencia batllista- ha tenido también consecuencias económicas paradójicas. Bajo este sistema, las jubilaciones, pensiones y subsidios se financian con los aportes de trabajadores activos, lo que a la larga crea un efecto red. Reformas recientes incluso lo describen como un esquema Ponzi: el pago a una generación de retirados depende de los impuestos de los trabajadores más jóvenes.
Esto implica que gran parte del ahorro nacional se canaliza al Estado, en lugar de nutrir fondos privados de inversión.
Varios estudios liberales advierten que los sistemas de reparto "excesivamente caros" desincentivan el ahorro privado. Por ejemplo, expertos del Instituto Cato señalan que un sistema de seguridad social costoso "desincentiva el ahorro privado y ofrece escasos rendimientos a la mayoría de los trabajadores, que estarían mejor invirtiendo sus impuestos (.) en acciones y bonos a través de cuentas privadas". Es decir, al garantizar renta futura, el Estado acaba promoviendo que los individuos gocen de consumo presente en lugar de acumular capital. Simultáneamente, investigaciones históricas hallan que los grandes programas públicos de pensiones tienden a disuadir la participación laboral formal.
Incluso en Estados Unidos se reconoció hace décadas que un sistema de Seguridad Social obligatorio "podría desincentivar la contratación, ya que aumenta el costo de cada empleado". Traducido al contexto uruguayo: la alta carga previsional y la generosidad relativa de las jubilaciones reducen la motivación a ahorrar, invertir o buscar ingresos por cuenta propia.
En la práctica, esto significa que muchos uruguayos dependen fuertemente del Estado para su sustento en la vejez o ante contingencias sociales. Pero esa supuesta "red de seguridad" funciona en realidad como un potente motor de consumo inmediato y dependencia: el ahorro interno se ve rezagado porque buena parte del esfuerzo productivo se reintegra automáticamente a través de la maquinaria estatal. Esto contrasta con el impulso capitalista fundamental, donde el ahorro privado es base del crecimiento. Sin reservas propias, la inversión productiva queda limitada y la economía pierde dinamismo. A la postre, la medida pierde eficacia: más jubilados recibiendo ayudas del mismo presupuesto -ya tensado- es justamente el síntoma de que el sistema ha ido desincentivando la verdadera seguridad a través del ahorro individual.