Longitud

Las cuestiones relativas al tiempo son muy fáciles. Uno deja que pase y ya está. Se acomoda al fluir de las horas, se sube a él como uno más del cardumen a la corriente y ya está. El problema es la longitud, la magnitud y los grados.
Si calculo la distancia entre la encina que da al oriente y el tilo del poniente, puedo concluir que hay una cierta simetría entre todos los árboles del parque. Es decir, aunque no están plantados como sobre un tablero de ajedrez, ni sus distancias son exactas y uniformes, hay una armonía en su distribución. Eso lo he visto muy claro esta mañana, al calcular dicha distancia. Pero lo aplico también a los demás: a los alcornoques, los cedros, los sauces y los robles. Me pasa con todos los árboles que hay aquí. Pero da la impresión de que entre tronco y tronco no hay una distancia, sino una categoría, una condición. Algo que no se mide en metros, sino en grados.
De nuevo es el problema de la longitud, de la magnitud y de los grados.
Entonces entre dos que se aman tampoco debería tratarse ni del tiempo ni de la distancia, sino de la longitud.
La longitud es una construcción imaginaria. "Permite ubicar en el eje horizontal del globo un punto cualquiera". Es la distancia angular entre ese punto y el meridiano cero. Es una ficción, una convención. Pero se mide en grados.
Supongamos entonces que ella es el meridiano cero y él un punto cualquiera. ¿Se entiende lo que quiero decir? Es cuestión de grados. Y su magnitud dependerá de lo que ellos convengan.