Tenía una vida sedentaria y en 2017 volvió a nacer, cambió un vicio por el de correr y el año pasado hizo 8.128 kilómetros; entre ellos, los 246 de la legendaria Spartathlon para volver al podio.
Que un infarto pueda salvarte la vida suena algo ilógico, pero para Fernando Martínez, de 50 años, los desafíos son moneda corriente. En plena crisis en 2002 en Uruguay logró sostener su carnicería, que recién abría sus puertas, y en febrero de 2017, su segundo cumpleaños, le dio un giro a su rutina que hoy desafía límites humanos para cumplir con su negocio, su dedicada familia y ser un atleta de la elite mundial del ultramaratón.
A fines del año pasado, mientras muchos compartían lo que habían escuchado en Spotify en sus redes sociales, Fernando -bautizado así por la devoción de su padre hacia Morena- publicó una captura de la aplicación que usa para correr. Durante 2024 sus piernas, que llevan lucha, sueños y resiliencia, transitaron 8.128 kilómetros y 246 de ellos son de la Spartathlon: la histórica prueba en Grecia que rinde tributo a Filípides, un corredor griego que en el 490a.C corrió de Atenas a Esparta buscando ayuda para luchar en la batalla de Maratón.
Hoy en día, un tercio de los atletas que compiten abandonan, pero este carnicero nacido en Durazno completó la prueba en 23 horas, 28 minutos y 46 segundos para subirse otra vez al podio, segundo, luego del tercer lugar que logró en 2023. Esa captura que compartió no fue un alarde si no que refleja una vida de esfuerzo desde que se mudó a Montevideo con solo 18 años.
Resiliente: "Un infarto con 42 años, no lo podía creer"
"Todavía estaba en tercero de liceo y la idea era buscar trabajo y estudiar. Empecé en supermercados Disco, donde aprendí el oficio y pasé a Tienda Inglesa donde estuve cinco años hasta que un día pude poner mi propio local". Carnicería Facundo, en honor a su único hijo, está desde el 2000 en la esquina de Villademoros y Restauración y, como Fernando, también pasó por momentos difíciles cuando llegó la crisis.
"Fue horrible. Yo no tenía plata, había juntado un poco y pedido un préstamo de 12.000 dólares. Conseguí un local para alquilar y pude comprar lo que necesitaba. Empezó a funcionar bien y vino la crisis. La pasé re mal. Llegó un momento en que no pagaba DGI, no podía pagar BPS, era lamentable. La carne valía el doble y la gente no tenía plata. Fui refinanciando de a poquito. Estuve 20 años abriendo de lunes a domingo, pero valió la pena", reconoció Fernando, que valora tener algo propio. "Ahí dije: 'Si no me tira esto, no me tira nada'", pero la vida lo volvió a poner a prueba.
"Había terminado el bachillerato en el Dámaso con la idea de entrar a la facultad de ingeniería porque me copaba el tema de sistemas y, gracias a una beca que conseguí, entré en la ORT. Venía bien, aprobé 22 materias y en 2017, me da un infarto. Sentía una quemazón en el pecho, pensé que era acidez y estuve como 20 días así, jamás imaginé lo que era hasta que un día estábamos con mi señora y le dije que se me había dormido el brazo. Volé al Casmu. El resumen es que tengo cuatro stents en el corazón. Un infarto con 42 años, no podía creer".
En ese entonces, Fernando no era el que es hoy. "Obviamente, yo tenía sobrepeso, era sedentario, fumaba, tenía colesterol, prediabetes... era una bomba de tiempo y también tenía la genética porque mi padre falleció de un infarto". El panorama no era el mejor, pero Alejandro Crocker, su cardiólogo, lo orientó.
"Estoy siempre agradecido a esos médicos que me salvaron la vida. Me dijo que tenía que alimentarme bien, obviamente dejar de fumar y hacer algo de ejercicio. Si seguía con lo mismo, en unos años iba a estar ahí de nuevo o no la iba a contar. Me dijo: 'Festejá tu cumpleaños de nuevo, te salvaste de un infarto muy bravo, pero estás acá y depende de vos'".
Decisiones: "Cambié el vicio del cigarro por el de correr. Y estaba genial"
Fue un quiebre en su vida, tenía que dejar eso atrás y decidió hacerlo corriendo. "Dejé el cigarro, empecé a comer mejor y a correr en la rambla. A lo primero corría dos o tres kilómetros y me agitaba, pero me fui copando, fui mejorando mi estado atlético, me gustaba lo que sentía y de a poco fui estirando la distancia. Cambié el vicio del cigarro por el vicio de correr. Y estaba genial. Así fue como todo empezó a suceder".
A Fernando se le abrió un mundo nuevo. Comenzó a competir consigo mismo hasta que llegó la primera carrera: corrió la San Felipe y Santiago. "¡Me sentí tan feliz! Dije: 'Esto es lo mío'. Me gusta mucho curiosear y empecé a indagar sobre el atletismo, cómo funciona una célula, la parte metabólica y hasta la mental".
Siguió corriendo. Pasaron la San Fernando, la media maratón de Montevideo en 2019 y llegó la pandemia de COVID. "Todas las competencias se suspendían y la primera que había era un ultra".
Ese fue otro quiebre en su vida. Hizo un buen tiempo en la prueba de 12 horas y le valió ser parte de la selección uruguaya en el campeonato de 100km en Alemania. Luego fue profeta en tierra ajena y hasta puede decir que tiene su especie de Maracanazo. En noviembre del 2022 corrió sus primeras 24 horas en un continental en Sao Paulo.
"Le ganamos a Brasil en Brasil. No podía creer; estaba destinado para eso". Ese día rompió el récord nacional y en 2023, se quedó con la marca sudamericana en 12 horas en Mar del Plata, Argentina.
Fernando ya estaba listo, era hora de probarse en la meca del ultramaratonismo: la legendaria Spartathlon. "Es donde todos queremos estar. Ahí tuvo una repercusión muy grande porque me empezaron a conocer a nivel mundial. Fui a correr con la camiseta de Peñarol, que me había dado una mano", indicó.
Fernando terminó los 246 kilómetros quinto en la general y tercero entre los hombres, pero fue por más y al año siguiente, tras mejorar su récord sudamericano de 12 horas, que llevó a 160 kilómetros, volvió a Grecia y al podio de la Spartathlon. Esta vez segundo. "Me consagré en la elite mundial de la ultradistancia". Los resultados de Fernando son increíbles, pero detrás de sus marcas, medallas y los récords hay un día a día que desafía los límites.
Rutina: la ultradistancia como un arte y un día a día exigente
"Tengo que hacer magia", confesó Martínez que, como muchos uruguayos llega al trabajo corriendo; pero no es sentido figurado. Cuando prepara una competencia va corriendo hasta la carnicería, se ducha, abre a las 7:00, a las 13:00 vuelve a salir a correr, y regresa para abrir nuevamente a las 15:00 y tener su primera ingesta de comida porque hace seis años que hace ayuno intermitente. En días así, completa los 50 kilómetros diarios y los sábados hace fondos de hasta 100 con un ida y vuelta de Pocitos hasta Atlántida. ¿Los domingos? Son sagrados, para su familia.
"Eso quedamos con mi señora y me parece correctísimo. Correr es una parte. Con la alimentación y el descanso son los tres pilares. Veo a la ultra distancia como un arte", reconoció Fernando y es que aprovecha cada segundo para perfeccionarse. Cuando entrena o lo ven durante dos o tres horas subiendo el mismo repecho en Buceo para entrenar las partes de montaña, puede ir escuchando música o bien un podcast sobre atletismo, nutrición o psicología. "Es la única forma porque no soy profesional aunque vaya y les compita", confesó sobre su rutina que en este momento apunta al mundial de ultramaratón que será en octubre en Albi, Francia. Este año no correrá la Spartathlon, pero está decidido a volver y ocupar el único lugar del podio que le falta: el de ganador.
Inspira: "No hay trofeo más grande que motivar a una persona"
En la última vez en Grecia, Fernando lloró a través de su señora. "No soy de emocionarme ni soy eufórico en la victoria o en la derrota. Ella lloraba porque sabe del sacrificio. Somos un equipo; yo soy la cara visible, pero ella es mi pilar y le consulto todo. No iría a ninguna competencia sin ella porque me faltaría la otra mitad", confesó Martínez, que irá al próximo mundial casi sin apoyo, salvo por la web run.com.ar que le envió cuatro pares de calzado para que sea su embajador.
"Si vieras lo que era mi calzado, daba lástima. Con compañeros hacemos rifas y eventos para financiarnos; acá no tenemos ni camisetas. Ningún atleta tendría que pasar por eso", aseguró Fernando que transforma eso en motivación.
"Me gusta que el que entrene no sea el de la Spartathlon, sino el carnicero que empezó a correr, porque ese me llevó a lograr lo que he logrado". Cuando empezó, se inspiró en el atleta y youtuber Juan María Jiménez, esperaba sus capítulos como una telenovela y, años después, el español lo terminó entrevistando y esa admiración ahora es mutua.
"Me considero un ganador desde el día en que empecé a correr. No sabes toda la gente que me escribe y me dice: 'Voy a empezar gracias a vos'. No hay trofeo más grande que motivar a una persona", sentenció.