Sábado, 26 de Julio de 2025

La violencia en el fútbol

UruguayEl País, Uruguay 24 de julio de 2025

Es fundamental que los dirigentes y la gente del fútbol asuman que lo que hacen estos delincuentes no es parte del folklore, ni del "color" del deporte. Hay que erradicarlos de raíz.

En las últimas semanas, ha estado sobre la mesa de debate público, el tema de la violencia en el fútbol. Todo a raíz del trágico episodio en el cual un agente de policía sufrió serias heridas, tras ser impactado por una bengala "náutica". El hecho se encuentra enturbiado, además, porque ocurre en un momento muy especial de nuestro fútbol, con el trasfondo de una guerra por los derechos televisivos, y donde cada cosa que hacen las dirigencias de los equipos, se lee en función de aspectos económicos, más que deportivos.

Lo primero que cabe decir ante este hecho, es lamentar la nueva "metida de pata" de nuestro novel ministro del Interior, Carlos Negro, quien dijo muy suelto de cuerpo que el operativo había sido "perfecto", cosa que es una cachetada en el rostro de la familia del policía mutilado. Si Negro ya venía con una relación tensa con la fuerza policial de sus tiempos como fiscal, cuando el comentario entre la fuerza del orden era poco elogioso hacia su actitud laboral, con esto el vínculo no parece que vaya a mejorar precisamente.

Pero el problema es de fondo, y no cabe quedarse en detalles anecdóticos como ese. Los ministros no dejan de ser fusibles de un gobierno, hoy están, y mañana, no.

Acá hay que analizar un par de cosas, la primera de las cuales es mirarnos en el espejo como sociedad. Como bien decía el presidente Sanguinetti en este mismo diario el pasado domingo, el problema de la violencia no está solo en el fútbol, sino que allí vemos un reflejo de lo que nos pasa como país, y lo que sale todos los días en la información policial de los medios. Nos hemos convertido en un país violento, con sectores de la sociedad que viven en un estado de marginalidad insostenible, y donde el narcotráfico a pequeña escala, el consumo de drogas, y la falta de respeto por valores esenciales, son cosa de todos los días.

Es obvio que eso va a reflejar, de una forma u otra, en una pasión nacional como es el fútbol. Pero eso no puede ser excusa para la pasividad.

En una cosa tienen razón las autoridades, de esta gestión y de las previas en lel ministerio. El fútbol es un espectáculo privado, y no puede ser que la sociedad tenga que gastar millones y millones en financiar la seguridad, cuando hay un partido entre dos equipos, en una actividad que no deja de ser un negocio entre partes. En ese sentido, es claro que son los organizadores quienes deben hacerse cargo del costo de los operativos de seguridad, y de las consecuencias de lo que sucede en el espectáculo que ellos organizan.

Los dirigentes de los clubes de alguna manera han cobijado a grupos de gente, que en un principio eran hinchas apasionados que podían cometer algún desmán, pero que han mutado en organizaciones delictivas. Que explotan un negocio, y que terminan apropiándose de porciones crecientes del mismo. Desde la extorsión obvia a dirigentes y jugadores, hasta una más sutil, como es el manejo de los estacionamientos y otras actividades conexas.

Es ahí que debe intervenir sí, el estado.

Porque si hablamos de organizaciones delictivas, que recurren al robo, la extorsión y hasta el asesinato, para generar ingresos y ganar poder, es el estado quien tiene la obligación de combatirlas, con todas sus armas.

Hay que desarticularlas, meter presos a sus jefes, y amparar a los directivos en una campaña efectiva para que paguen por sus delitos. Ahora bien, hay que tener claro que son delincuentes, no hinchas fervorosos. Y los dirigentes tienen que dejarse de eufemismos, y colaborar con el estado, para erradicarlos.

Parece poco creíble que el estado, que ambiciona luchar contra el narcotráfico y el lavado de dinero, no pueda terminar con estas proto organizaciones delictivas, que la experiencia regional prueba que, fácilmente, extienden luego su forma de actuar a otras áreas de la sociedad.

Pero para esto es fundamental, que los dirigentes y la gente del fútbol asuman, que lo que hacen estos delincuentes, no es parte del folklore, ni del "color" del deporte. Son delincuentes, y si se quiere eliminar su nefasta influencia, hay que erradicarlos sin medias tintas. Porque después aparecen los típicos operadores a criticar que se haya "gentrificado" el deporte, o quitado su esencia popular. ¡No! Acá hay que tener las cosas claras. O se quiere un deporte que sea un espectáculo público, donde puedan ir las familias y la gente decente. O se sigue cultivando un reducto de delincuentes, que explotan la pasión del fútbol para ganar dinero y notoriedad, a costa del deporte. No se puede tener todo. El fútbol debe decidir lo que quiere, y el estado ejecutar sus obligaciones.
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