El poder mal entendido
No logro entender cuál es la transformación que sufren quienes obtienen los cargos y luego ignoran al país real.
En Chile, los liceos y escuelas públicas siempre fueron el núcleo de la transformación social y la formación ciudadana. Pero se han maltratado a tal punto el Instituto Nacional y otros símbolos de la educación pública, que hoy son pálido reflejo de lo que antes simbolizaban.
Sin embargo, en Santa Cruz, Colchagua, me volvió el alma al cuerpo. Fui invitada a dar una conferencia al Instituto Regional IRFE, y conocí lo que es un ejemplo para el país. Sus 1.800 alumnos ordenados, con sus uniformes perfectos, haciendo preguntas inteligentes. Después, conversando con su director, sus profesores y los alumnos que se nos acercaban, vi lo que es la real vocación por la docencia y las ganas de aprender de esos jóvenes de familias de esfuerzo.
La esencia de Chile -quiero creer- aún está viva. El alma original que creó instituciones en esta tan lejana tierra, que organizó pueblos y ciudades en vez de destruir, que se levantó una y otra vez de terremotos, inundaciones, volcanes y sequías, ese Chile existe aún.
En el estallido social siempre pensé: pueden devastar lo material, pero no pueden demoler nuestra esencia. La destrucción fue tremenda y hasta hoy no se repara el centro de Santiago y de otras ciudades, ni vuelven Baquedano y el Soldado Desconocido a su lugar, y aún no nos explican quién incendió tantas estaciones del metro. Pero lo cierto es que el 62% rechazó que nos impusieran un país dividido, multinacional, sin Senado, con carabineros y FF.AA. disminuidos y, sobre todo, se impidió un triunfo sicológico sobre los símbolos e instituciones de Chile.
Sin embargo, los abusos y la corrupción proliferan. El país es más pobre, el narcotráfico y las mafias logran infiltrarse, y la educación está mucho peor. Hay una mayoría de chilenos que busca paz, seguridad y progreso, pero para eso se necesita, ante todo, mejorar el servicio público. No puedo comprender por qué quienes tienen influencia y poder, quienes están en La Moneda, en el Congreso y en los muchos cargos políticos, en los 25 ministerios (un exceso, Francia tiene 17), no ven que los chilenos han sufrido mucho, que los empleos y sueldos están peor que hace pocos años, cuando Chile avanzaba. No logro entender cuál es la transformación que sufren en la cabeza quienes obtienen los cargos y luego ignoran al país real. Cómo es posible que crean merecer los estupendos sueldos que reciben del Estado -con esa desidia no los obtendrían en el mundo real- sin considerarlos un incentivo para dar lo mejor de sí con honestidad. Desaparecen enormes recursos destinados a los más necesitados.
En año de elecciones, habrá que oír atentamente a los candidatos a la Presidencia y al Congreso, y elegir a los que realmente argumenten con conocimiento cómo ganarles al terrorismo, a las incivilidades y, sobre todo, a la actitud de servirse del poder.