Común denominador
Camilo Pérez-Álvarez
Estados Unidos y Colombia han sido cercanos en múltiples frentes a lo largo de la historia, pero hoy parecen encontrarse en orillas políticas distintas del espectro político
Camilo Pérez-Álvarez
Estados Unidos y Colombia han sido cercanos en múltiples frentes a lo largo de la historia, pero hoy parecen encontrarse en orillas políticas distintas del espectro político. Sin embargo, las similitudes de algunas situaciones llevan a pensar que podemos estar más cerca en la aproximación política de lo que parece. En julio, los bancos centrales de ambos países se reunieron para decidir sobre sus tasas de interés. Primero fue EE. UU. con la Reserva Federal y luego Colombia con el Banco de la República, con decisiones de estabilidad, en 4,25%/4,50% y 9,25%. El mensaje de cautela dominó las decisiones. Guardando las proporciones, en ambos casos hubo algunos votos en contra de dicha decisión, prefiriendo más bien una reducción de la tasa de interés. Pero este no es el punto común de fondo, si no la reacción de los mandatarios de cada país tras conocer la noticia. Tanto Donald Trump como Gustavo Petro lanzaron criticas férreas no solo a la decisión misma, sino que cuestionaron las motivaciones de los banqueros centrales, aun a pesar de la probada independencia que ambas entidades han demostrado a lo largo de la historia. El ataque a los banqueros centrales no es nuevo, los presidentes de turno siempre se inclinan por menores tasas que les den beneficios de corto plazo en su período presidencial, pero poco consideran las consecuencias de mediano plazo. De ahí la importancia de la independencia de los bancos centrales, que van más allá de las preferencias políticas de turno. Aunque no se compartan las decisiones, es claro que ambos bancos centrales tienen unos equipos técnicos de renombre y experiencia, que a lo largo de años han construido los fundamentos de un análisis riguroso con toda la información disponible. E infortunadamente las críticas no aportan argumentos sólidos para actuar acorde con sus preferencias, sino que solo descalifican. Las coincidencias no terminan allí, sino que se extendieron recientemente a otro tema, las cifras de desempleo. Mientras en EE. UU. hubo una decepción en la creación de empleo de julio, en Colombia se cuestionan los buenos resultados de junio. Seguramente las metodologías utilizadas por las agencias de estadística de cada país tienen espacio de mejora, pero la conveniencia política del ataque es cuestionable. Señalar claro, que dada la divergencia de direcciones de los resultados laborales, en ese país la crítica proviene del gobierno, mientras en Colombia de la oposición. Cuestionar la institucionalidad construida y probada por años, en momentos en que conviene políticamente, es un camino riesgoso. De nuevo, los mandatarios de turno o la oposición, están viendo un beneficio de corto plazo, pero desconocen los riesgos de largo plazo. Cuando los papeles entre gobierno y oposición cambien, el debilitamiento institucional será un problema para el país. Que común denominador tan triste el que nos atañe en esta columna, que deja entrever más que un sesgo ideológico, una inclinación populista de los gobernantes y una conveniencia de ataque a la institucionalidad que no mide consecuencias.
Investigaciones Económicas y Análisis de Mercados Banco de Bogotá.