Anclas y apegos
Carlos Téllez
En la vida empresarial, como en la personal, existen fuerzas que sostienen y otras que limitan
Carlos Téllez
En la vida empresarial, como en la personal, existen fuerzas que sostienen y otras que limitan. El reto está en diferenciarlas. Las primeras son anclas, puntos de apoyo que elegimos conscientemente y que nos proporcionan estabilidad e identidad. Las segundas son apegos, costumbres que persisten por inercia, orgullo o temor y que, con el tiempo, reducen nuestra capacidad de evolucionar. Las anclas cumplen un papel positivo. En las empresas, por ejemplo, los valores alimentan la cultura y resultan decisivos en momentos de inestabilidad, pues evitan que la organización pierda su esencia. También funcionan como anclas un propósito sólido, el talento capaz y comprometido, las capacidades diferenciadoras, una reputación construida con coherencia o una marca potente. Son elementos que, evaluados y refrescados periódicamente, aportan guía y dan sentido. De otro lado, los apegos surgen de la inercia, con frecuencia inconsciente, o de la resistencia deliberada a soltar lo que alguna vez funcionó. Suelen aparecer alrededor de modelos de negocio, estructuras, productos o servicios, mercados y clientes, tecnologías o procesos, entre otros aspectos. Se refuerzan por nostalgia, por temor y falta de ideas para sustituirlos, por creer que trabajando más duro volverán a funcionar, por mantener la armonía o, simplemente, por falta de liderazgo. Paradójicamente, en entornos dinámicos e inciertos, los apegos suelen ser la primera frontera para buscar seguridad y una falsa estabilidad. Volver a lo conocido, pensar que el cambio solo ocurre afuera y para otros, racionalizar la conveniencia de mantener lo que hay, o esperar el regreso de la normalidad deseada, son actitudes tan comprensibles como insuficientes y riesgosas. Cuando el entorno nos reta, en lo personal o empresarial, las conversaciones estratégicas profundas deberían centrarse entonces en reflexionar sobre nuestras creencias más que acerca de nuestros hábitos, esto es, más en identificar y validar primero nuestras anclas para poder reconocer luego los apegos y replantear las buenas costumbres. Estoy participando en este momento de una inmersión presencial con Arthur Brooks, profesor de Harvard, y Chip Conley, empresario y escritor. El primero conocido por sus libros y el famoso curso sobre felicidad que ofrece en esa escuela de negocios, el segundo por haber sido el mentor clave de los fundadores de Airbnb. Ambos coinciden en la relevancia de esta distinción entre anclas y apegos, y de su gestión intencional para hacer buena estrategia, en lo personal y empresarial. El pasado importa, es fuente de información y validación, además de base para construir el futuro. Pero en tanto el futuro no es su continuación, las anclas necesitan evolucionar y los hábitos convertidos en apego ser reemplazados. Ambas acciones son muestra tangible de verdadera madurez estratégica.
carlos@carlostellez.co