Domingo, 17 de Agosto de 2025

Carlos Pascual: "Estamos ante una reducción del crecimiento económico global"

ArgentinaLa Nación, Argentina 14 de agosto de 2025

Tiene una licenciatura en Artes de la Universidad de Stanford y una maestría en Políticas Públicas de la Universidad de Harvard; fue embajador de Estados Unidos en México y Ucrania, y asesor especial del presidente Barack Obama; lidera la integración de geopolítica, energía y mercados para S&P Global Commodity Insights Carlos Pascual, exembajador de Estados Unidos en México y Ucrania y exasesor del presidente Barack Obama, es hoy una de las voces más influyentes en geopolítica energética

Tiene una licenciatura en Artes de la Universidad de Stanford y una maestría en Políticas Públicas de la Universidad de Harvard; fue embajador de Estados Unidos en México y Ucrania, y asesor especial del presidente Barack Obama; lidera la integración de geopolítica, energía y mercados para S&P Global Commodity Insights



Carlos Pascual, exembajador de Estados Unidos en México y Ucrania y exasesor del presidente Barack Obama, es hoy una de las voces más influyentes en geopolítica energética. Desde S&P Global Commodity Insights, asesora a empresas de todo el mundo sobre los retos y oportunidades que plantea la transición hacia un sistema energético más seguro, competitivo y justo.

-¿Cómo cambió el mundo con la llegada de Donald Trump?

-La situación está en proceso de cambiar. Anteriormente, teníamos un orden basado en reglas sobre cómo se comportaban los gobiernos y el comercio. Había reglas de la política, una interdependencia entre países y se reconocía la importancia de la globalización. Ahora, lo que está impulsando Estados Unidos es una política exterior de seguridad y de comercio basada en ser transaccional: let’s make a deal [hagamos un trato]; el presidente Trump se ve como el mejor deal maker del mundo. Segundo, es nacionalista — let’s make America great again , no vamos a hacer el mundo mejor, pero vamos a hacer Estados Unidos mejor—. Y es proteccionista, porque su herramienta principal es el arancel. Cuando se juntan todas esas cosas, lo que implica es que el interés y el deseo de Estados Unidos —y esto lo ha dicho el presidente Trump en su época de corredor inmobiliario en 1980— es que el beneficio puede venir cuando use todo el poder económico para extraer de otros países compromisos que sean no solamente comerciales, sino también políticos. México es el mejor ejemplo, porque depende de Estados Unidos para el 85% de sus exportaciones. Si Estados Unidos reúne toda su fuerza económica contra México, no solamente impondrá aranceles, sino que querrá que México ponga tropas en la frontera, reciba deportaciones desde Estados Unidos, combata el fentanilo y controle los cárteles. Eso forma parte del debate bilateral. Esto hace el mundo mucho más complicado y cualquier negociación más difícil.

-¿Por qué?

-Porque no puedes decir exactamente: "Si cumplo con estas cosas, ya lo resolvimos y seguimos adelante". Resulta en una ambigüedad en las relaciones internacionales. Se ve también ahora entre Estados Unidos y Brasil, por la confrontación entre el presidente Trump y el presidente Lula sobre Bolsonaro; o entre Estados Unidos y la India, por las importaciones indias de petróleo desde Rusia y su impacto en los aranceles. Este cambio no es solo comercial, sino que polariza más el mundo. El punto es que, para cumplir con el deseo de Estados Unidos, hay que romper acuerdos y alianzas, porque estas tienen reglas. Si se siguen las reglas, no se puede hacer lo que ahora se hace con los aranceles: usarlos no solo para lograr poder económico, sino también político. Estamos en medio de este cambio, que no se limita a la relación con Estados Unidos, sino que tiene repercusiones globales. "Para cumplir con el deseo de Estados Unidos, hay que romper acuerdos y alianzas, porque estas tienen reglas; si se siguen las reglas, no se puede hacer lo que ahora se hace con los aranceles: usarlos no solo para lograr poder económico, sino también político", dice Carlos Pascual

-Pese a que Milei no es ni nacionalista ni proteccionista, Trump tiene buena relación con él. ¿Cómo beneficia eso al país?

-La conexión entre Trump y Milei ha beneficiado al país, al menos en el sentido de que hay aranceles contra todos los países y, como mínimo, pagan un 10%, como es el caso de la Argentina. Hay beneficios también desde el punto de vista de que las cadenas de valor están cambiando. No sabemos aún exactamente cómo, porque con los aranceles actuales todavía no está claro quién ganará y quién perderá. Un ejemplo donde la Argentina podría beneficiarse es el de la inteligencia artificial, que se ha convertido en el principal tema de seguridad nacional para Estados Unidos. La percepción es que ganar la carrera de inteligencia artificial contra China significa tener ventaja no solo comercial, sino también militar y en inteligencia.

-¿Cómo esto podría beneficiar a la Argentina?

-Para avanzar con la inteligencia artificial, se necesita electricidad para los centros de datos; para eso, se requiere cobre, el metal de la electrificación, tanto dentro de los centros como para la transmisión y distribución. También es clave el litio para las baterías, ya que cada vez más centros de datos dependen de ellas para balancear el uso de energías renovables. La Argentina tiene cobre y litio. Los posibles beneficios para el país, por lo tanto, están en no ser uno de los más castigados por aranceles y, al mismo tiempo, en que la competencia entre Estados Unidos y China eleve la importancia de las cadenas de valor ligadas a minerales críticos para la generación eléctrica y la inteligencia artificial.

-Trump dice que su objetivo es que haya costos de energía bajos y el barril de petróleo bajó desde US$80 el barril el año pasado a US$65. ¿Qué proyecciones hacen ustedes?

-Los factores que seguirán impulsando el precio hacia abajo son, por un lado, geopolíticos y, por otro, de balance entre la demanda y la oferta en el mercado petrolero. En el plano geopolítico, un cambio fundamental ha sido la relación entre Irán y Arabia Saudita, facilitada por China. El país que más se beneficia de las exportaciones que pasan por el estrecho de Ormuz es China, y su interés es que esas exportaciones continúen. Irán sabe que, para seguir exportando a su principal cliente, debe mantener abierto el estrecho. China lo reforzará porque su interés número uno es Arabia Saudita, donde ha invertido fuertemente y de donde depende para el acceso al estrecho de Ormuz. Después del bombardeo de instalaciones nucleares en Irán por parte de Israel y Estados Unidos, el flujo por el estrecho prácticamente no cambió: la semana previa habían pasado 324 buques de crudo y la siguiente fueron 307. "Después del bombardeo de instalaciones nucleares en Irán por parte de Israel y Estados Unidos, el flujo por el estrecho prácticamente no cambió: la semana previa habían pasado 324 buques de crudo y la siguiente fueron 307", dice Carlos Pascual

-Y con respecto a la demanda, ¿qué ven?

-En la última década, la principal fuente de crecimiento de la demanda de petróleo ha sido China, con un incremento constante. Sin embargo, está llegando a un pico: ya alcanzó su máximo en nafta y gasoil, y en los próximos 18 meses se espera que ocurra lo mismo con el crudo. En Estados Unidos —y no solo allí, sino también por efecto de los aranceles y la incertidumbre económica— la inversión se ha desacelerado. Nuestros economistas proyectan que, frente a una tasa de crecimiento del 2,7% del PBI en 2024, este año se verá un promedio de 1,4%, y en el cuarto trimestre será inferior al 1%. Estamos ante una reducción del crecimiento económico global, visible en Europa, China y gran parte de esta región, lo que está impactando en la demanda mundial de petróleo, que viene disminuyendo.

-¿Y por el lado de la oferta?

-Hemos visto crecimiento en la producción de Estados Unidos, Canadá, Guyana, el mar del Norte (alrededor del Reino Unido) y Brasil. La suma de esos incrementos supera con creces el aumento de la demanda. Si a esto se agrega la falta de impacto en el estrecho de Ormuz, se entiende la evolución de los precios: hubo una leve contención por la incertidumbre en Medio Oriente, pero el mercado se estabilizó. Estamos llegando al final del pico de demanda estival —cuando se incrementa el consumo de nafta— y, con inventarios bajos que volverán a acumularse, para fin de año podría verse un Brent entre US$55 y US$60 por barril.

- ¿Qué desafíos genera esto para Vaca Muerta y las empresas que deben ser competitivas con precios más bajos?

-Todos los productores reducirán inversión de capital; es inevitable, porque deben recortar costos. Harán todo lo posible para optimizar operaciones, incorporando digitalización e inteligencia artificial para abaratar. Si el Brent cae a US$55, en el no convencional de Estados Unidos —donde deben autofinanciarse y devolver un 40% a los inversores— quedará solo un 60% para operaciones, lo que podría reducir la producción en 1,5 millones de barriles diarios, desde los actuales 13,5 millones a 12 millones. Las inversiones de largo plazo, como en aguas profundas (Brasil, Guyana, mar del Norte), seguirán adelante, pero la producción no convencional se ajustará rápidamente. Lo mismo podría pasar en Argentina, dado que la explotación de shale permite reaccionar rápido, pero también expone más ante cambios bruscos de precios.

-Por la manera en que se produce el petróleo en Vaca Muerta y en Estados Unidos, los pozos generan mucha producción al principio y luego declinan rápidamente. Esto permite ajustar la producción con mayor velocidad, para bien y para mal.

-Exacto. Todos esos factores hacen que lo bueno del shale sea que te da flexibilidad en el mercado. Lo malo es que, cuando hay un cambio importante, se siente más rápido que en otros tipos de producción. Entrevista a Carlos Pascual, en el marco del S&P Global Commodity Insights Argentina Energy Forum.

-Con esta baja de precios, vemos que las empresas también son más selectivas en dónde asignan inversiones. En la Argentina, varias internacionales vendieron activos petroleros. ¿Cree que esto va a continuar?

-Los mercados reaccionan y es ventajoso invertir donde haya capacidad de respuesta rápida, sobre todo en un contexto de alta volatilidad. No creo que haya un rechazo definitivo a invertir en no convencional en Estados Unidos o Argentina, aunque sí ajustes temporales. Aquí, el recurso es sólido, los costos de producción siguen bajando y se están desarrollando infraestructuras clave. Además, la estabilización macroeconómica y la capacidad creciente para exportar capital desde el país son factores que seguirán atrayendo inversiones. Puede que la tasa de inversión caiga, pero no lo veo como un abandono.

-¿Cómo ve el mercado de gas natural licuado (GNL)? La Argentina confirmó que tendrá dos barcos de exportación.

-El gas está recuperando protagonismo por varias razones, incluida la inteligencia artificial. La demanda de electricidad crece enormemente: en Estados Unidos, se proyecta que la demanda eléctrica de 2030 triplique la de 2023. El valor de empresas como Nvidia —cuya capitalización supera a la de todas las petroleras internacionales juntas— refleja cómo el desarrollo tecnológico y de hyperscalers [operadores de grandes centros de datos] impulsa inversiones en generación eléctrica. Para ellos, el costo de la energía es marginal frente al valor que crean, por lo que seguirán destinando capital a este rubro. Si Argentina logra condiciones favorables para data centers, la demanda de electricidad seguirá, la inversión en generación aumentará y el gas natural será clave. A corto plazo, la restricción está en la capacidad de compra de turbinas, por lo que fabricantes como Siemens y GE Renova ya evalúan ampliar plantas. En Europa, en transición energética, buscan todo el GNL posible para mantener competitividad. En Asia y el sudeste asiático, la vía más rápida y costo-efectiva para sustituir el carbón es el gas natural. Se verán fluctuaciones de precios y nuevos proyectos desde 2027 que generarán sobreoferta por algunos años, pero la demanda seguirá sólida.
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