Sábado, 23 de Agosto de 2025

Nada es sagrado

ColombiaEl Tiempo, Colombia 23 de agosto de 2025

Antes de ser periodista hice cuatro semestres de economía, aunque del tema no recuerdo mayor cosa

Antes de ser periodista hice cuatro semestres de economía, aunque del tema no recuerdo mayor cosa. Cuando la vi como electiva en comunicación social me tenía que copiar de mis compañeros, y hasta usar la calculadora para saber cuánto era dos más dos. Sin embargo, algo me queda de la época y todavía hoy es mi costumbre consultar diarios económicos para saber cómo va la cosa. Y por cosa no me refiero a sinergias y adquisiciones, huecos fiscales ni tasas de interés, sino al precio del kilo de tomate, o a cuánto está la libra libanesa. No es que no me interesen el dólar y el euro, sino que me da morbo ver tantos ceros a la derecha en la moneda del Líbano, donde un millón equivale a once dólares. Buceando entre las noticias financieras descubrí que los Gilinski habían comprado Helados Mimos y se me heló la sangre, nunca mejor dicho, básicamente porque es junto con Popsy y A&A mi marca de postres preferida y no quiero cambios que puedan dañarla. 50.000 millones de pesos pagaron por quedarse con la marca, incluyendo planta y puntos de venta, y yo solo pido que no la vayan a embarrar, básicamente porque entiendo que la intención es hacerla crecer, lo cual está perfecto, pero es que desde tiempos inmemoriales sabemos que es muy difícil mantener la calidad cuando se le da prioridad a la cantidad. Soy de los que piensan que nada es sagrado, ni familia ni religión ni patria, pero sí creo en la santidad de los helados Mimos; tanta felicidad en apenas un cono de seis mil pesos. Y además es soft ice cream, ‘helado de maquinita’, como le llaman muchos, insuperable en sabor. De hecho, siempre he creído que en Colombia no hay suficientes máquinas de ese estilo, y así como me sorprende que consumamos más Chocorramo y helado de McDonald’s que Mimos, me asombra también que nos hayan permitido el ingreso a la Ocde teniendo tan poco helado suave en el mercado. Doscientos treinta y cinco locales tiene hoy Mimos, cuatro de las cuales visito sagradamente todas las semanas. Comienzo en el de la calle 42 en Bogotá, sigo al del Éxito de la 53, continúo en el de la calle 70 y termino en la 72, un tour gastronómico inigualable que tiene molesto a mi nutricionista, y a mí con varios kilos de más. Es que trato de resistirme, pero me resulta imposible, al punto de que muchas veces he soñado con la quiebra de la marca, a ver si así recupero mi estado físico, y más de una vez he soñado con titulares de prensa tipo ‘Mimos cierra por falta de clientes’. Entiendo que con esta compra va a pasar todo lo contrario y que voy a empezar a ver helados de Mimos hasta en la sala de mi casa, incluida su versión mini, los Mimitos. Metido ya en gastos, ahora solo pido a los nuevos dueños que mejoren el producto. No me refiero al sabor, que es imposible, sino al servicio. Por ejemplo, que pongan dos empleados por local en vez de uno. En la actualidad hay un solo doliente por establecimiento, lo que obliga al personaje en cuestión a cobrar el helado y luego servirlo; si pusieran dos, cada uno con una función diferente, la fila duraría la mitad. Eso, y que abran una nueva sucursal en los alrededores de la calle 90, a ver si extiendo el tour, ya que actualmente toca dar el salto de la 72 a la 124. Todos los días abren heladerías refinadas de exóticos sabores, y ninguna se compara a Mimos, por eso me asusta que le metan mano. De hecho, mirando con lupa he descubierto que en manos de los Gilinski está buena parte de mi vida: de ellos son las sillas Rimax, mis preferidas; el banco Sudameris, donde pago los servicios públicos porque nunca hay fila, y las salchichas Zenú y las Tostiarepas, dos de los pilares de mi dieta. Por eso me asusta que se queden también con Mimos, y más allá de pedir más locales a todo dar con dos empleados y vaina, al final solo les pido una cosa, y es que no hagan con los helados lo mismo que hicieron con la revista Semana: volverlos algo intragable.
No toquen los Mimos
Adolfo Zableh Durán
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