Jueves, 28 de Agosto de 2025

De bailar en las ruinas de un teatro incendiado a ser de las mejores compañías de Sudamérica: el BNS cumple 90

UruguayEl País, Uruguay 27 de agosto de 2025

Un repaso por la historia del Ballet Nacional del Sodre, la compañía de danza que fue creada el 27 de agosto de 1935, a través del recuerdo de algunos de sus bailarines y de sus momentos imborrables.

Podría decirse, quizás, que su historia se puede pensar en tres etapas.

El Ballet Nacional del Sodre (BNS) fue creado el 27 de agosto de 1935 por el Ministerio de Educación y Cultura bajo la resolución Nº 4599. Se llamaba, entonces, Cuerpo de Baile del Sodre. Su primer director fue el bailarín y pianista uruguayo Alberto Pouyanne, que se había formado en Europa y tenía una academia propia en Montevideo. Los alumnos de esa escuela fueron los primeros bailarines de esa compañía.

El 23 de noviembre de 1935, el Cuerpo de Baile del Sodre estrenó su primer espectáculo, Nocturno nativo, una obra de Pouyanne, con música de Vicente Ascone que esa noche interpretó la Orquesta Sinfónica. Se trataba de una mezcla de folclore con una estética influenciada por las compañías clásicas europeas y, de alguna manera, planteaba, de fondo, una pregunta: ¿de qué estaba hecha la identidad de la danza clásica nacional?

Quizás la respuesta estaba en la propuesta misma de ese espectáculo. En esa etapa fundacional la compañía buscó su personalidad y su forma entre las visitas constantes de maestros, coreógrafos y bailarines franceses y rusos.


La segunda etapa puede delimitarse entre 1958 y 1970 y estuvo marcada por la presencia de bailarines argentinos que llegaron, sobre todo, desde el Ballet del Teatro Colón. Este es, por decirlo de alguna forma, el primer gran momento del ballet uruguayo, un tiempo en el que los bailarines eran estrellas. Es, también, el tiempo de Sara Nieto, una de las figuras más importantes en la historia de la danza del Uruguay.

Entró al ballet nacional en 1964, con 16 años y, en 1970 fue ascendida a primera bailarina. Si tiene que definir hoy a aquella compañía, dice: "Fue la primera gran época dorada, con Tola Leff, Raul Severo, Margaret Graham, Tito Barbón, Eduardo Ramírez, Olga Bérgolo, Misha Dimitrievich, grandes bailarines inolvidables de primer nivel internacional. Había muchísimas funciones, el público agotaba las entradas. Nos sentíamos muy queridos y respetados. Había un gran compañerismo".


También había un teatro. Se llamaba Estudio Auditorio y estaba, como hoy, en la esquina de Mercedes y Andes. Tenía un escenario impresionante, un palco en el que funcionaba la radio del Sodre, unas butacas de cuero marrón, un sitio en lo más alto de la platea al que llamaban gallinero, desde donde se miraban los espectáculos de pie.

Sandra Giacosa ingresó al Cuerpo de Baile del Sodre en 1971. Como la escuela de danza había cerrado, varias bailarinas jóvenes se sumaron a la compañía como oyentes: participaban en clases y ensayos, pero no bailaban o lo hacían poco, como suplentes.


Recuerda que, como eran estudiantes, solo accedían a las entradas del gallinero. Recuerda mirar desde allí las funciones del ballet. Recuerda, también, la admiración con la que observaban a aquellos bailarines a Sara Nieto, a Tito Barbón, a Eduardo Ramírez . Que no llegó nunca a bailar en el escenario de ese teatro. Que apenas pudo caminarlo, y que se sentía inmenso.

También recuerda aquel sábado.

Era 18 de setiembre de 1971 cuando salió de un ensayo del Sodre. Se tomó el ómnibus hasta Malvín, donde vivía y, cuando llegó, su padre le dijo: "Sandra, se está incendiando el teatro".

Recuerda que se tomó otro ómnibus y volvió. Recuerda las llamas, las partituras quemadas, la desesperación de los músicos de la orquesta intentando rescatar los instrumentos. El impulso de querer entrar a su camarín, en el subsuelo, para sacar las zapatillas. Y la imagen de aquel teatro en ruinas. De la sala y del escenario no quedaba nada, solo escombros, desorden, confusión.

Podría decirse, también, que hay un antes y un después de ese incendio. Porque el fuego terminó con todo, y, también, dejó al ballet sin un lugar donde bailar.

El Ballet del Sodre, la compañía que renació de las cenizas


Aunque la compañía seguía ensayando en el subsuelo y mantenía sus camarines y sus talleres, no tenía dónde presentarse y empezó a bailar donde podía, sobre todo en el Teatro Solís, cuando la Comedia Nacional no tenía funciones, y en el Teatro Odeón, en El Galpón, pero también en escenarios que los técnicos y escenógrafos montaban, con lo que había, en cualquier sitio de Montevideo y del interior del país.

Mariel Odera entró al Cuerpo de Baile junto a Sandra Giacosa y ambas se transformaron en primeras bailarinas y figuras. Estuvieron al frente de la compañía en esos años en los que el consuelo se encontraba siempre en la pasión, en las ganas de seguir. Sandra dice que su director de entonces, Eduardo Ramírez, les insistía, una y otra vez, con esa idea: eran el ballet nacional, y eso era suficiente para seguir.

Mariel todavía tiene claros los recuerdos de esos años. Se acuerda, por ejemplo, de las funciones que todos los veranos hacían en un escenario que montaban en el Parque Rodó, con el lago de fondo, y de la gente que llevaba sus sillas y armaba una platea alrededor del elenco. Se acuerda de los días en los que el viento o la lluvia interrumpía las funciones, de las veces que salían corriendo porque todo salía volando, de que eran ellos, los bailarines, los que se hacían cargo del vestuario, de las zapatillas, de que los técnicos armaban y desarmaban escenografías enteras con las mismas tres cosas de siempre.

Se acuerda, también, de los años de la dictadura, en los que bailaron muchísimo incluso en pabellones y centros de detención porque, si había una compañía de danza, decían los militares, tenía que actuar.

Dice que no tenían nada, y que así y todo, era maravilloso.

Alejandro Godoy era uno de los primeros bailarines de entonces. Había empezado su carrera en el Ballet Municipal de Santiago de Chile y se sumó al Cuerpo de Baile del Sodre por concurso de oposición y méritos hasta 2010, todos los bailarines tenían que concursar en 1974. Aunque no puede decir exactamente en qué año fue, recuerda particularmente una función en la que hizo El Lago de los Cisnes junto a Sara Nieto, que bailaba en Chile desde 1980. La recuerda porque limpiaron el escenario del teatro incendiado, pusieron unas butacas y bailaron ahí, sobre las ruinas, sobre el recuerdo.

Quizás esa sea la mejor forma de definir a esa etapa del ballet que va desde 1971 hasta 2009: como una compañía que baila a pesar del caos, a pesar de la desolación.


El 21 de noviembre de 2009 después de que, 24 años antes, en 1985, la entonces ministra de Educación y Cultura Adela Reta impulsara un concurso público internacional y luego una licitación para reconstruirlo, el Estudio Auditorio volvió a encender sus luces, esta vez con el nombre de Auditorio Nacional del Sodre, y sus plateas volvieron a llenarse de aplausos.

Esa noche Alejandro era el director del ballet. Habían preparado un programa que incluía El amor brujo y La Sílfide. Todavía recuerda que fue como un acontecimiento: la compañía, finalmente, volvía a tener su lugar. Mariel estaba en la platea y miraba alrededor con entusiasmo y pensaba en cómo la perseverancia que habían tenido ellos los había llevado hasta ese momento.

Podría decirse, quizás, que lo que pasó después es la parte más conocida de esta historia: Julio Bocca tomó la dirección de la compañía, que pasó a llamarse Ballet Nacional del Sodre. El bailarín argentino llegó dispuesto y decidido a transformarla en una de las mejores de la región. Y lo consiguió.

Jorge Ferreira se fue de Rivera a Montevideo para estudiar en la Escuela Nacional de Danza en 2008. Cuando estaba en la mitad de la carrera supo que Bocca haría una audición para renovar la compañía. Fue en mayo de 2010. Entraron unos 40 bailarines. De ellos, en este momento, solo quedan cinco o seis. Jorge, por ejemplo.

"En esos primeros años con Julio había la sensación de que era algo grande. Sabíamos hacia dónde íbamos y se trabajaba las 24 horas del día para eso, había como un entusiasmo general. Pero más allá de eso, yo creo que esta compañía es lo que es y ha resistido tanto por los bailarines".

Podría decirse, quizás, que hoy el BNS cumple 90 años y se prepara para celebrarlo en una gala en noviembre, con María Noel Riccetto como directora porque su historia es la de bailarines y bailarinas que lo han hecho resistir, que lo han sostenido y enaltecido, pero, sobre todo, que nunca han dejado de bailar.

Jorge lo sintetiza así: "Yo me acuerdo de que cuando estudiaba en la Escuela Nacional iba a ver las funciones del ballet a la Nelly Goitiño y éramos muy pocas personas en la platea, pero los bailarines lo daban todo y era muy inspirador. Y también por el público: si no hubiese público para ver ballet, esto no se sostiene. Eso demuestra que la cultura no es lujo. La cultura es la identidad de un país y su gente la necesita".


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