Antonio Casas, vecino de Heredia, compró la radiola a su dueño original, Carlos Polini.
Los primeros receptores de radio que se usaron en Costa Rica fueron fabricados, en forma rústica, por Amando Céspedes Marín, pionero de la radiodifusión costarricense.
Luego, conforme avanzó la comunicación inalámbrica, aumentó el interés por escuchar programas nacionales y extranjeros que se transmitían y empezaron las importaciones de radiorreceptores al país.
El primero de ellos -según el conocimiento que se tenía en 1975- era conservado por don Antonio Casas, vecino de Lagunilla de Heredia.
Antonio, quien siempre mostró gran interés por las antigüedades, compró el receptor a su propietario original, Carlos Polini.
Cerca de 1926, la familia Polini Gei, con el afán de adquirir una radiola (así se le llamaba en aquel entonces), pidió un catálogo de estilos a la compañía Freed Eiseman, de Nueva York, por intermedio de la empresa nacional Koberg.
Después de un tiempo, don Carlos recibió el catálogo y escogió un modelo, cuyo precio aproximado era de $150.
Varios meses después, la radiola, enviada por barco, fue recibida por la familia, que vivía en una finca en Tirrases, cerca del antiguo leprosario.
"Mucha expectación causó entre los vecinos el nuevo aparato", contó Edwin Polini, hijo del matrimonio.
Todas las personas de los alrededores visitaban la casa para escuchar los programas, en su mayoría extranjeros.
Entre los clientes asiduos de la nueva radiola, se encontraban los enfermos del leprosario. Ellos pedían durante las noches que dejaran las ventanas abiertas para escuchar la radio.
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