Cobre y competitividad: Tiempo de actuar
Hace unas semanas, Estados Unidos anunció un arancel del 50% a las importaciones de productos semielaborados de cobre, pero excluyó al refinado, como cátodos, ánodos, concentrados y chatarra
Hace unas semanas, Estados Unidos anunció un arancel del 50% a las importaciones de productos semielaborados de cobre, pero excluyó al refinado, como cátodos, ánodos, concentrados y chatarra. Para Chile y otros países exportadores, es una señal clara de que se reconoce el rol estratégico del cobre y la necesidad de cadenas de suministro resilientes para un mineral crítico.
La noticia es positiva, pero también nos recuerda que, mientras el mundo demanda más cobre, en Chile seguimos enfrentando trabas que frenan nuestra capacidad de producir: permisos que demoran años, productividad estancada, altos costos, dificultades en agua y energía y una ley del mineral cada vez más baja. Todo esto ocurre mientras fabricantes de tecnología observan con inquietud los cuellos de botella y, temiendo escasez, miran sustitutos, aunque saben que ninguno puede igualar plenamente al cobre.
El cobre es el mejor conductor eléctrico después de la plata, tiene gran conductividad térmica, es resistente a la corrosión y puede reciclarse sin perder calidad. De hecho, más del 60% del cobre producido en la historia sigue en uso. Estas cualidades lo convierten en la base de la electrificación, las energías renovables, la movilidad eléctrica y la infraestructura digital.
Chile posee las mayores reservas del mundo. Pero los recursos no bastan: hay que transformarlos en producción oportuna, eficiente y sostenible. Otros países ya reaccionan. En Estados Unidos, el mandato es "desatar la minería", reduciendo plazos y financiando proyectos. En Argentina, el programa RIGI ofrece estabilidad a 30 años para atraer inversión. En Perú, pese a la inestabilidad política, avanzan proyectos que aumentarán producción en el corto plazo.
En Chile también hay avances. La propuesta de ley de permisos sectoriales es un paso, pero lo decisivo será su implementación. Sin buena ejecución, será solo un papel. Además, urge reformar el Sistema de Evaluación Ambiental: sin cambios de fondo, no habrá progreso real.
Lo cierto es que los pasos dados son aún insuficientes frente a la magnitud de la oportunidad y la competencia global. El mundo se mueve más rápido. Si Chile no acelera, perderá terreno. La velocidad no es un lujo: es el estándar internacional. No podemos permitir que la inacción nos relegue en un momento decisivo.
El mundo pide más cobre. La única respuesta posible es con más y mejor cobre, producido de manera sostenible, competitiva y oportuna.
El momento de actuar es ahora. No hay tiempo que perder.