Lunes, 15 de Septiembre de 2025

Nicole Viera, la artista no vidente que cantó en ferias para sobrevivir y hoy protagoniza una obra inclusiva

UruguayEl País, Uruguay 15 de septiembre de 2025

A los 24 años, la actriz y bailarina integra el colectivo Primor y se prepara para el estreno de "Delicia", una obra que apuesta por la profesionalización del arte inclusivo en Uruguay. Esta es su historia.

La primera vez que Nicole Viera se subió a un escenario fue en el jardín de infantes, con un disfraz de pollito que le había confeccionado su mamá. Le gustó tanto que no paró de repetir que quería ser modelo, actriz, cantante y bailarina. Probó con clases de piano, pasó por las escuelas de arte de Primaria y estudió ballet, hasta que en el liceo tomó distancia de la formación por la angustia que le generaban las barreras de ser no vidente.

Eran tantos los obstáculos en las pruebas de ingreso que se alejó de forma inconsciente para evitar la frustración y el dolor. La literatura y el coro del liceo Miranda fueron su refugio durante ese impasse.


Tiempo después encontró su lugar en el Instituto de Actuación de Montevideo (IAM), donde cursa tercer año de la carrera de actriz, y en Primor, el colectivo artístico que desde 2023 realiza obras de danza inclusivas con énfasis en el profesionalismo. Le lena el alma que en ambos espacios reine el amor y la dulzura.

"Lo que más valoro son los grupos humanos. Necesito espacios seguros, por una cuestión de sensibilidad", asegura Nicole Viera a El País.

El 2025 no ha sido fácil para esta joven de 24 años. Atravesó momentos críticos de salud mental, decidió priorizar su terapia y dudó antes de sumarse a Delicia, la segunda obra inclusiva de Primor. Nicolasa Manzo y Oscar Escudero, fundadores del colectivo, insistieron, y las ganas pudieron más.

"No sabía si iba a poder con la obra y el IAM. Pero ellos hicieron lo posible para adaptarse a mis capacidades y que pudiera ser parte de forma prolija", cuenta.

La semana pasada ensayó de jueves a sábado y terminó agotada, aunque feliz y llena de energía. "Todo se hace con mucho amor, calma, comprensión y escucha", dice sobre este colectivo.

Delicia se estrena este jueves y tendrá funciones hasta el domingo 21 en la Zavala Muniz. Las entradas se compran en Tickantel.


Entre la vocación y los obstáculos


Hay bastante genética en su vocación: su bisabuela fue vestuarista del Sodre y su madre soñaba con ser bailarina. Empezó con clases de piano y conectó con la danza en las escuelas de arte de Primaria. En un paseo al Sodre con el liceo quedó fascinada al escuchar la Orquesta Sinfónica. "Me meto en la escuela de música y aprendo a tocar el arpa", pensó.

"Averigüé y las pruebas de admisión eran irrealizables porque incluían lecturas a primera vista. Tenía 13 años y dije: no es para mí", recuerda. Aunque no se rindió, asegura que hay un debe: "Es responsabilidad del Estado brindar espacios de formación inclusivos y accesibles".

A los 18 años empezó a buscar trabajo, pero nada cuadraba. Entonces se lanzó como artista callejera: tocaba la guitarra y cantaba en ferias.

Su plan era independizarse, y lo logró durante seis meses. Se mudó con una amiga y, entre la pensión por discapacidad y lo que ganaba en la calle, pudo mantenerse e incluso pagar clases de ballet y terapia. "En 2021 se empezó a complicar la calle porque la gente la estaba pasando mal, y dejé para no exponerme", relata.

El sueño del arte inclusivo


En cuarto de liceo se acercó a la EMAD para preguntar si estarían dispuestos a trabajar con ella. Le dijeron que sí y, aunque se sintió bienvenida, la intuición y las buenas referencias la llevaron hacia el IAM. "No sentí que el teatro me cerrara puertas", confiesa.

Antes, cursó un año de la licenciatura en Danza e integró el Laboratorio Creativo de Arte por la Convivencia, dirigido por Danna Liberman y Valentina García. La contrataron para hacer música y terminó actuando. Esa experiencia la llevó a ver una obra de improvisación de Liberman e hizo un clic.

"Cuando entré a la página del IAM, que era donde ella había estudiado, dije: esto es lo que quiero".

La confirmación llegó con El hilo rojo, espectáculo inclusivo del Sodre junto al Ballet Nacional, en el que trabajó en 2022. Allí conoció al bailarín Oscar Escudero, con quien asegura el match fue instantáneo. Poco después se cruzó con Nicolasa Manzo y ambos la citaron para contarle sobre el proyecto que presentarían a los Fondos Concursables, que finalmente ganaron.

"Me dijeron que querían que los asesorara en artes inclusivas y después me enteré de que también me querían como bailarina", cuenta.

Ser parte de este colectivo la enorgullece por el profesionalismo con el que se trabaja: "No tiene nada que envidiar a las experiencias que he tenido como estudiante de actuación", dice.

Sin embargo, admite que no puede vivir del arte y que su mayor preocupación es la inestabilidad económica: "Somos un colectivo estable pero no formalizado, no tenemos sueldo fijo. Son pocos los fondos que contemplan salarios y eso me desmotiva".

Sueña con un ingreso estable, aportes, la posibilidad de independizarse y un perro guía que mejore su autonomía. "Hacer espectáculos inclusivos implica un trabajo extra. No alcanza con un cupo: necesitamos espacios profesionales y que se reconozca nuestro trabajo. Eso hará la diferencia", concluye.

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