Miguel Castillo Didier: "Sin la traducción no hay comunicación de cultura"
El académico de la Universidad de Chile , director por más de tres décadas del Centro de Estudios Griegos, Bizantinos y Neohelénicos "Fotios Malleros", acaba de recibir la distinción de Profesor Emérito. A sus 91 años, insiste en dar a conocer la belleza de lo que no se había traducido.
En una de las pocas casas que aún quedan en el sector de Av. Matta con San Francisco, nos recibe Miguel Castillo Didier (1934), un señor de terno y corbata a tono con sus modales de caballero antiguo. Su casa es donde ha vivido la familia Didier desde que en el siglo XIX llegó el primero de ellos -un ingeniero desde Francia- y compró ese terreno. Ahora, avanzamos por un entresijo de pasillos para llegar al patio en el que construyó lo que él llama, graciosamente, "una mejora". Es la pieza de tres metros de alto donde instaló el órgano hecho a mano en Alsacia que le regaló la viuda del poeta y escritor griego Nikos Kazantzakis, Helena, por la traducción al español de "Odisea" (publicada en 1975), uno de sus trabajos más importantes en su faceta como académico.
Pero en ese espacio del hogar, él conserva otra pasión: hay un piano, un clavicordio, un armonio y un clavecín. Son todos instrumentos que toca y con los cuales arma pequeños conciertos junto a sus hijos o amigos, sumando otros instrumentos. El órgano lo regaló al colegio Santiago College, luego que no pudiera seguir tocándolo por problemas en sus piernas.
En las estanterías, libros y pequeños bustos de Bach, Wagner o Beethoven. En un pilar, una imagen de Francisco de Miranda, el político, militar y humanista venezolano, considerado el precursor de la emancipación americana contra el Imperio español, y del cual Castillo Didier reseña como experto sus aportes y virtudes. También hay muchas fotografías, de sus abuelos y tías Didier -todas músicas-; de sus padres y familia.
Profesor de Castellano, egresado de Derecho, traductor, organista y helenista, Miguel Castillo Didier ha tenido una larga carrera académica en la U. de Chile. Dirigió, desde 1992 hasta 2024, el Centro de Estudios Griegos, Bizantinos y Neohelénicos "Fotios Malleros", convirtiéndolo en un referente internacional.
Y a inicios de este mes fue distinguido como Profesor Emérito de la casa de estudios, en una ceremonia presidida por la rectora Rosa Devés. En su discurso, la autoridad señaló que esta distinción no es solo por la trayectoria académica de Castillo Didier, sino también porque encarna una tradición "que nos antecede y debe proyectarnos. Es reconocer en su vida y en su obra el espíritu que da sustento a la universidad pública, con la convicción de que saber nos hace más libres y que es cimiento de democracia y dignidad. Pocos han encarnado con tanta fidelidad como él este ideal universitario".
Siempre aprender
En sus palabras, el académico agradeció y expresó algo que se hace evidente al conversar con él: "Durante toda mi vida, que se ha hecho ya larga, he recibido enseñanzas, he aprendido". Dice que no sabe de dónde viene esa apertura a aprender, pero que siempre ha sido así. Y cuenta que de sus padres "aprendí el amor por los libros, por la música, y de mis hermanos y de mis primos y de todo el mundo iba aprendiendo, y en la universidad he seguido aprendiendo. Uno aprende de los alumnos".
En pandemia, fue el primer profesor del Centro de Estudios que tuvo que hacer una clase por Zoom, y aunque estaba asustado, resultó bien y hoy continúa con esa práctica. Jubiló hace un año, pero sigue con dos cursos en la universidad, de griego clásico y de la "Odisea". "Y hago dos cursos voluntariamente, de griego moderno a los profesores del Centro y a dos chilenos que están en Grecia".
Con una memoria envidiable, va recordando con precisión anécdotas y momentos dolorosos de su vida. Sale a la conversación la noticia sobre el órgano del siglo XII encontrado en Jerusalén, y rápidamente cuenta un poco de la historia de este instrumento, inventado en Grecia en el siglo III a. C., y de su evolución a lo largo de los siglos. Señala que conversó con la rectora Devés para que en la Gran Sala Sinfónica se instale un órgano y recibió una respuesta positiva.
-¿Por qué este fue el instrumento que lo cautivó?
"Es que realmente es sagrado, en el amplio sentido de la palabra. Eleva el alma, uno se siente en otro mundo, es realmente maravilloso. Con razón le han llamado el rey de los instrumentos. Tiene esa continuidad de los sonidos; eso tiene algo que ver con la eternidad".
Cuando vivió en Venezuela, investigó y publicó un libro sobre los órganos de ese país, además de tocarlos. Ahí la conversación gira hacia la salida de Chile en 1976, una decisión dolorosa tomada luego que su mujer estuviera detenida por la Dina una tarde y parte de la noche. Los recuerdos de esos momentos de terror vividos son duros; de cómo allanaron su casa; de no saber durante dos meses de sus hijos, y de su llegada a un nuevo país, cuando ya no había ayuda para los exiliados.
Sus conocimientos de griego y su amor por el órgano le abrieron puertas en Venezuela, donde vivieron con su familia 13 años. De acá viene su profundo conocimiento y admiración por la figura de Miranda y de Andrés Bello. Comenta que no pensó nunca que el país llegaría a estar en la situación actual.
De regreso en Chile, Castillo Didier consolidó su carrera, con más de 40 libros y cerca de 300 estudios editados en diferentes países. Ha recibido más de 15 distinciones nacionales e internacionales; desde 1993 ocupa el sillón número uno de la Academia Chilena de la Lengua, y es presidente honorario de la Sociedad Hispánica de Estudios Neogriegos, entre otro cargos.
Candidato al Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales en varias ocasiones, la distinción de Profesor Emérito se la toma con la misma modestia que todos sus logros. "Pienso que lo que reconoce la universidad posiblemente sea el hecho de que yo he traducido muchísimo y era una actividad que no se valoraba mucho, porque no caía dentro de las categorías que se usan para la evaluación de los profesores. Y resulta que sin la traducción no hay comunicación de cultura. No solo de cultura, de técnica incluso", señala sobre un mundo sin versiones en español de Shakespeare o Goethe, por ejemplo. "La insistencia en dar a conocer la belleza que no estaba dada a conocer, porque no se había traducido", agrega sobre su trabajo de traducción.