La ley de cuotas fluida
Cuando hace más de dos décadas impulsé en el Congreso la "ley de cuotas", lo que estaba en juego no era una reivindicación pasajera
Cuando hace más de dos décadas impulsé en el Congreso la "ley de cuotas", lo que estaba en juego no era una reivindicación pasajera. Era parte de una lucha larga y difícil de las mujeres colombianas por conquistar un espacio que nos había sido negado sistemáticamente: la participación real en la toma de decisiones del Estado. No fue un regalo, ni una concesión graciosa. Fue el reconocimiento jurídico a una batalla histórica, cívica y cultural. La ley de cuotas significó la victoria de generaciones de mujeres que, en medio de resistencias y prejuicios, exigieron que sus voces estuvieran presentes en los espacios de gobierno, en la administración pública y en la justicia. Por eso, lo que está ocurriendo con el Ministerio de la Igualdad no es una anécdota pintoresca. Nombrar como ministro a un señor-señora de "sexo fluido" -como lo hace el presidente Petro- y con ello aparentar dar cumplimiento al espacio que obligatoriamente deben ocupar las mujeres en su gabinete no es una expresión de inclusión ni un gesto de progresismo audaz. Es, sencillamente, una usurpación. Usurpación de un derecho, de un espacio y de una identidad. Se trata de arrebatar a las mujeres un espacio conquistado, para entregárselo a un hombre que, con base en su afirmación de sentirse "ministra", pretende ocupar la representación política que la ley reservó para nosotras. Esta maniobra no es inocente ni neutral. Es un inadmisible retroceso y lo es en nombre de una supuesta vanguardia progresista. Nos devuelve al mismo lugar de invisibilización y de desprecio del que salimos a punta de enormes luchas. Durante siglos se nos negó la voz pública; hoy se nos dice que podemos ser reemplazadas por alguien que con base en una percepción subjetiva de identidad reclama el derecho de sustituirnos. La igualdad entre hombres y mujeres no es una categoría difusa ni fluida, es un principio jurídico y político conquistado en el terreno de la historia. La ley de cuotas ha sido una herramienta valiosísima para la conquista de esa igualdad. Lo que está haciendo Petro al pretender cumplir con la ley de cuotas a través del nombramiento del señor Florián atendiendo a su percepción subjetiva de ser persona de sexo fluido es nada más y nada menos que una expropiación. La expropiación de nuestra identidad como mujeres. El Consejo de Estado tendrá que pronunciarse sobre este asunto. No me cabe duda de que fallará, como lo ha venido haciendo, garantizando la integridad de la ley de cuotas. Sin embargo, en esta ocasión tendrá que pronunciarse acerca del alcance jurídico de la percepción subjetiva de la identidad. ¿Puede una percepción íntima y personal convertirse en fundamento para ocupar un lugar que la Constitución y la ley reservaron para corregir siglos de discriminación, esa sí objetiva? El debate que se abre no solo es jurídico, es también cultural y político. Es indispensable abrir esta discusión en la esfera pública. Lo que se discute no es la libertad de identidad -que cada quien puede vivir en su esfera personal-. Aquí no se trata de intolerancia, ni de desconocer la dignidad de las personas con orientaciones diversas. Se trata, más bien, de impedir que el reconocimiento de esas diversidades termine atropellando y anulando las conquistas históricas de las mujeres. Colombia no puede dejarse arrastrar, sin reflexión, por discursos que confunden inclusión con disolución de identidades. La mujer no es una categoría intercambiable ni negociable. No lo es por razones biológicas, históricas y culturales. Que un nombramiento en el gabinete que debía corresponder a una mujer ahora sea ocupado por alguien que, siendo hombre, afirma tener una identidad "fluida" no constituye un acto de inclusión, sino una grave traición a la lucha feminista.
La expropiación de nuestra identidad
Viviane Morales Hoyos