La Casa Arana, ¿de nuevo?
Carlos Enrique Cavelier
Después del bombardeo a dos lanchas con cargamentos de droga saliendo de Venezuela por parte de las fuerzas armadas de los Estados Unidos, quedó fijada la nueva política antidrogas de ese país
Carlos Enrique Cavelier
Después del bombardeo a dos lanchas con cargamentos de droga saliendo de Venezuela por parte de las fuerzas armadas de los Estados Unidos, quedó fijada la nueva política antidrogas de ese país. El hecho mismo de enviar una flotilla a vigilar las costas venezolanas ya era un primer paso. Y selló también el mensaje de que no tolerará estados narcotraficantes como lo es hoy claramente Venezuela. La grave descertificación de Colombia por los pobres avances en la lucha contra el narcotráfico durante los últimos años es otro paso; así se busque ahora afanosa y tardíamente volver a la aspersión con glifosato. La guerra contra las drogas la inició el presidente Nixon en 1971 en la mitad de las protestas contra la Guerra de Vietnam, creando la DEA dos años más tarde. Desde entonces hemos soportado años de ese flagelo poco combatido hasta el asesinato del ministro Lara Bonilla en 1984. Jueces, testigos y policías asesinados, nos llevaron al Plan Colombia. La vida da enormes vueltas; luego de muerto Pablo Escobar surgió una avenida que permitiría abolir a los narcotraficantes al quitarles su mayor poder: la ilegalidad que hacía que los márgenes de cocaína fueran enormes. La industria de drogas ilegales en los años 90 se convirtió en la tercera más grande del mundo después del comercio de armas y de la industria farmacéutica. Muchas ONG en los Estados Unidos apostaron a la legalización de la marihuana y con ella a la del resto de drogas ilegales. Lo primero sucedió con cierta rapidez comenzando por el uso medicinal: por ello, hoy 32 estados de ese país la permiten y 23 para uso recreacional. Para 2003 era evidente que la legalización de otras drogas, más allá del cannabis, estaba muerta y que la guerra seguiría. Colombia logró acorralar, y en varios casos diezmar, muchos frentes de las Farc que explotaban a campesinos y luego traficaban con la droga. En buena parte esto logró el debilitamiento de la guerrilla durante Uribe para sentarla a la mesa de diálogos durante Santos. El éxito que algunos tuvimos con la sustitución de cultivos (leche en la Macarena en nuestro caso) fue gracias al Plan de Consolidación en esa zona que forzaba a la gente a salirse de la coca ‘voluntariamente’; había que tener mano dura. Se dice que en el Catatumbo sería igual, pues muchos cocaleros siembran hoy esclavizados por las nuevas guerrillas o por el Clan del Golfo. La realidad del proceso es que también en el oro muchos mineros, como en la deforestación, trabajan en condiciones de esclavitud para estos cárteles como lo hacían los indígenas del caucho hace 100 años para la familia Arana en el Amazonas. Poco más que decir de esta barbarie medieval en nuestras narices, y mucho que hacer. Por ahora, en el corto y mediano plazo nos toca volver 30 años atrás: combatir a los narcotraficantes como lo que son, pero sin la ‘etiqueta política’ Farc, simple crimen organizado. Al tiempo habrá que pensar en métodos firmes de encontrarles alternativas económicas a la gente.
carloscavelier@gmail.com