Por Editor de Política y Opinión
En el Perú, ponerte un sombrero en la cabeza te puede convertir en presidente
Por Editor de Política y Opinión
En el Perú, ponerte un sombrero en la cabeza te puede convertir en presidente. Si quieres ser senador, un bailecito ridículo en TikTok te asegurará el momento viral que tanto esperabas para salir del anonimato. Si estás en un debate y no tienes idea de lo que vas a decir, apunta al rival que encabeza las encuestas y lánzale todo tipo de improperios. Todos recordarán tus adjetivos y nadie se dará cuenta de que no tienes nada que proponer. Canaliza a tu favor el rechazo que genera tu oponente. Si quieres ser diputado, escribe sandeces en las redes, come todo lo que te ofrezcan en el mercado, promete cosas imposibles. No importa si no tienes la más mínima idea de las funciones que corresponden al cargo al que postulas.
Cada cinco años constatamos con amargura que no son las mejores propuestas o los planes de gobierno los que deciden una elección. El factor emocional juega un rol determinante y hay candidatos que saben explotarlo bien.
Por un lado está el votante que, con justa razón, está enojado, indignado y decepcionado por generaciones de políticos que prometieron cambiar las cosas pero que al llegar al poder fueron más de lo mismo. Ese es el elector que vota con el hígado, siempre en contra de alguien, nunca a favor. A él apuntan los candidatos radicales, antisistema, que prometen arrasar las instituciones y construir todo de nuevo, mientras veranean en algún un balneario del sur.
Por otro lado, existe un tipo de ciudadano indiferente a la política: el votante chacotero. También ejerce un voto de protesta pero, en vez de viciar su cédula, opta por gastarle una broma al sistema eligiendo al candidato o símbolo que le parece más gracioso, como por ejemplo, un pescadito. Rigurosos análisis académicos intentarán después darle una explicación desde las ciencias sociales a lo que no es más que una burla colectiva.
Con 39 agrupaciones en carrera, la elección del 2026 constituye una peligrosa tómbola en la que cualquiera que compró su boleto puede ganarse el premio mayor. Pero en estos tiempos en donde acceder y contrastar la información está al alcance de la mano, sería imperdonable volver a cometer los errores de siempre. No repitamos la historia.