Jueves, 02 de Octubre de 2025

Iom Kipur y la Argentina: del perdón a la acción

ArgentinaLa Nación, Argentina 30 de septiembre de 2025

Iom Kipur , el Día del Perdón, ocupa en la tradición judía el lugar más solemne del calendario

Iom Kipur , el Día del Perdón, ocupa en la tradición judía el lugar más solemne del calendario . En estos Iamim Noraim o "días sobrecogedores", que comienzan en Rosh Hashaná y culminan diez días después en Iom Kipur , toda liturgia y práctica comunitaria giran en torno al concepto hebreo " teshuvá ", el arrepentimiento como respuesta para lograr el perdón y la posibilidad de recomenzar. No obstante, el arrepentimiento no es una posibilidad absoluta ni gratuita, sino que requiere asumir responsabilidad, reparar y comprometerse con un cambio real.

La Torá ofrece una enseñanza paradigmática en el Éxodo 7:3-4 , cuando Dios le dice a Moisés que vaya a pedirle al faraón la liberación del pueblo de Israel, pero agrega: "Yo endureceré el corazón del Faraón […] y él no los escuchará". La exégesis explica que la imposibilidad del faraón de arrepentirse es, en sí misma, el castigo por la magnitud de sus transgresiones. Así, ante un cúmulo reiterado de faltas, el libre albedrío puede atrofiarse, quedando la persona atrapada en un círculo de autoindulgencia, incapaz de contrición. Es la lógica de la adicción por la cual se comienza eligiendo libremente, pero se termina prisionero de la repetición compulsiva.

El Talmud (Iomá 85b) establece que los pecados entre la persona y Dios Iom Kipur los expía, pero los pecados entre la persona y su prójimo Iom Kipur no los expía hasta que el prójimo sea apaciguado. Esta máxima enseña que el arrepentimiento no se satisface con un mero acto interior, emotivo o simbólico, ni con un discurso solemne, sino que exige reparación y acción. Filósofos como Saadia Gaón, Bahya ibn Pakuda y Maimónides resumieron en cuatro los elementos esenciales de la teshuvá mostrando que no es un sentimiento, sino una praxis : admisión y contrición, pedido de perdón, compromiso sincero de no repetir la falta, rectificación del error mediante una conducta diferente ante la misma circunstancia.

Esta es la razón por la cual en Isaías 58:6, al expresar la verdadera finalidad del ayuno como proceso de contrición, Dios mismo dice: "¿Acaso no es este el ayuno que Yo elijo? Abrir las ligaduras de la maldad, desatar las ataduras de la corrupción, dejar a los quebrantados libres, y que a toda corrupción aparten". Sumado a ello, la liturgia de Iom Kipur siempre recita en plural las transgresiones, por ejemplo, diciendo " Ashamnu " (hemos transgredido); porque la responsabilidad no es solo individual, sino también colectiva. Como recuerda el Talmud (Shevuot 39a), "Todo el pueblo de Israel se considera garante mutuo".

Estas enseñanzas resuenan en la Argentina actual, inmersa en un ciclo de reiteradas transgresiones como corrupción naturalizada, impunidad judicial, degradación institucional, falsedad discursiva y deterioro de la responsabilidad cívica. La repetición de estas prácticas corroe los cimientos éticos de la vida pública, al punto de que, como el faraón, pareciera que ya no hay capacidad de arrepentirse, aunque la verdad esté a la vista.

La cancelación de la vergüenza pública es un síntoma elocuente. El Talmud afirma que la vergüenza sincera tiene carácter expiatorio, porque marca un límite interior que impulsa a la rectificación. Una especie de justicia de uno para sí mismo. Pero en la Argentina asistimos a su casi absoluta erosión manifiesta en la corrupción exhibida sin pudor, la mentira política aceptada como parte del juego, el oportunismo y el aprovechamiento ventajista como deporte nacional más la normalizada falta de ejemplaridad. Esa pérdida de vergüenza destruye la base de la responsabilidad, y sin esta no hay arrepentimiento ni justicia posibles. Porque la teshuvá exige que dejemos de naturalizar estos males como inevitables y empecemos a pensarlos como transgresiones reparables.

Tampoco basta con adjudicar las faltas a una élite política. La indiferencia ciudadana, la tolerancia a la corrupción cotidiana o la aceptación resignada del engaño público son parte de una complicidad social más amplia. La teshuvá argentina exige reconocer culpas colectivas y pedir perdón a la ciudadanía engañada y perjudicada, comprometiéndose a una praxis diferente.

La filosofía occidental ha secularizado esta lógica sin perder su núcleo. Max Scheler concibió el arrepentimiento como la posibilidad de un nuevo inicio, una capacidad de volver sobre un fragmento del pasado y otorgarle un nuevo sentido. Así, el arrepentimiento no es mero remordimiento, sino una transformación existencial expresada en la praxis . Y el perdón no niega la memoria del dolor, porque olvidar sería traicionar al que fue herido.

Así, en la Argentina, la memoria de quienes padecen injusticias requiere ser escuchada , reconocida y reparada, no subsumida en gestos retóricos.

En términos políticos, Michael Walzer añade que toda comunidad sana necesita narrativas de responsabilidad y esperanza compartidas. Complementando lo señalado por Hannah Arendt, para quien el perdón tiene poder político cuando quiebra la cadena de consecuencias, pero solo puede funcionar donde existen verdad y responsabilidad. En ausencia de responsabilidad real, el perdón se convierte en impunidad disfrazada y la Argentina conoce muy bien esa fórmula.

El Talmud (Berajot 34b) enseña que en el lugar donde se encuentran los penitentes arrepentidos ni siquiera los justos pueden estar. Esto significa que quien reconoce su error y lo transforma puede alcanzar una grandeza ética mayor que quien nunca erró. La Argentina aún tiene esa oportunidad, la de convertir su larga historia de fracasos y frustraciones en la base para un verdadero renacimiento.

Así como la teshuvá no se agota en palabras , sino que exige reparación y compromiso, la Argentina necesita hoy un auténtico pacto social que supere las meras consignas políticas. Un pacto en el que dirigentes, empresarios, políticos, sindicatos y ciudadanía reconozcan sus errores, asuman su cuota de culpa y se comprometan a no repetirlos. Solo entonces será posible inaugurar un nuevo comienzo, inspirado en la pedagogía moral de Iom Kipur , que devuelva la confianza perdida y abra un horizonte de reconstrucción nacional.

Porque Iom Kipur enseña que el juicio no termina en rituales, sino en decisiones. El toque del shofar al final de la jornada no solo llama al alma, sino también al compromiso de que el arrepentimiento se transforme en acción, que la confesión se torne reparación y que las heridas sociales sean sanadas con justicia, no con silencios convenientes.

Abrazar el espíritu de teshuvá comienza con fomentar una cultura de humildad pública reconociendo que el Estado no es omnipotente, que las instituciones pueden fallar y que todos, gobernantes, ciudadanía y sociedad civil, debemos participar del retorno. Porque la teshuvá no es instrumento al servicio del yo, sino un "habiente de retorno" que acepta una vocación ética más amplia.

Si cada ciudadano comienza por reconocer su propia cuota de responsabilidad , en la mentira tolerada, en el silencio ante la falta, en la indiferencia ante el vecino y en el voto resignado, el cambio colectivo deja de ser un ideal utópico y se vuelve una tarea cotidiana. Como enseña Iom Kipur , el retorno comienza en lo personal, pero solo alcanza plenitud cuando se convierte en obra común.

Mi ruego para que la Argentina pueda tomar este Iom Kipur no como una celebración de los otros, sino como un espejo para nosotros mismos. No hay perdón completo sin reparación concreta, pero el camino comienza con el reconocimiento, el esfuerzo y el compromiso de volver, día tras día, hacia aquello que nos dignifica como sociedad.

Rabino, PhD. en Filosofía y posdoctorado en Bioética; miembro titular de la Pontificia Academia para la Vida (Vaticano)
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