De la complacencia al intervencionismo
Las cifras desmienten el panorama exitista descrito el martes por un Presidente que entró abiertamente en la campaña electoral.
El Presidente Gabriel Boric perdió una vez más la oportunidad de situarse a la altura republicana que su cargo exige. El martes en la noche, al presentar la que será su última Ley de Presupuestos, prefirió, en cambio, aprovechar la ocasión para ensalzar la cuestionada gestión económica de su gobierno y para arremeter contra planteamientos de uno de los candidatos presidenciales en carrera. Si con este último gesto marcó un lamentable hito -en 30 años, nunca se había visto que un mandatario utilizara de modo tan burdo una cadena nacional para inmiscuirse en una campaña presidencial-, una mirada a la realidad del país constata la falta de fundamentos para su exitismo.
En efecto, más allá de la autocomplaciente visión que el Presidente entregó en su discurso, las estadísticas más recientes solo confirman que su administración será una de las con peores resultados económicos en décadas. Y es que tanto en materia de empleo como en actividad, los datos conocidos esta misma semana muestran una economía estancada.
En lo laboral, la leve reducción en doce meses de la tasa de desempleo ha sido interpretada como un logro por el Gobierno. Sin embargo, el 8,6% del trimestre móvil junio-agosto representa el trigésimo segundo registro con un nivel por sobre el 8%, lo que habla a las claras de un mercado laboral tensionado durante casi la totalidad del actual período presidencial. La situación es aún más preocupante en el caso de las mujeres. Para ellas, el desempleo de 9,3% (en línea con el 9,4% reportado en el mismo período del año anterior) representa la decimonovena cifra por sobre el 9%.
Algo similar ocurre en materia de creación de empleo. De acuerdo con el INE, durante el último año la población ocupada aumentó en un magro 1,3%. Esto representa cerca de 120 mil nuevos puestos de trabajo. Sin embargo, más de la mitad de ellos se crearon en sectores en donde el Estado juega un rol importante como empleador: enseñanza, salud y asistencia social. Si se descuentan, la creación de empleo en 12 meses se reduce a 54 mil, lo que equivale a un crecimiento de la población ocupada de 0,59%. Difícilmente estas cifras sugieren avances para la población y su bienestar.
El dato del Indicador Mensual de Actividad Económica (Imacec) conocido ayer, en tanto, es consistente con la evolución del mercado laboral. La cifra reportada por el Banco Central indica una variación anual de solo 0,5%, mientras que la serie desestacionalizada muestra una caída de 0,7% mensual y un crecimiento de 1,3% anual. En su conjunto, los números apuntan a una economía que sufre los efectos de años de retroceso institucional y, más recientemente, de una cierta hostilidad hacia la actividad privada.
De particular preocupación es lo observado en la producción de bienes y servicios. La serie original indica una variación anual de -3,4% de la actividad en este sector, con la minería cayendo un 8,6% en doce meses. Por su parte, la industria manufacturera experimentó una expansión de tan solo 0,5% en el último año. Y si bien comercio muestra un crecimiento de 3,4%, no es evidente que sea del todo atribuible a la actual administración y no a las expectativas que genera el cambio de gobierno que se espera.
Así, estamos frente a una administración cuyas cifras una y otra vez confirman un legado complejo en materia de empleo, crecimiento, deuda fiscal, inversión, vivienda, salud, educación, entre otros.
Por cierto, las autoridades han intentado configurar un relato alternativo, que apunta a convencer a la población de haber normalizado el país, enrielándolo hacia el crecimiento, línea en la que insistió el martes el Presidente. Un empeño que lo llevó además a intervenir abiertamente en los debates de campaña. En este sentido, su crítica a la propuesta de recortes fiscales de uno de los candidatos de oposición es doblemente compleja, porque minimiza la urgente necesidad de ordenar las cuentas públicas -lo que desmiente la referida tesis de la "normalización"- y además sienta un precedente delicado en materia de prescindencia. Así, el desafío para el siguiente gobierno no solo estará en redirigir el destino económico del país, sino también en retomar prácticas republicanas que parecen hoy abandonadas.