¿Cómo pagar la universidad?
Eduardo Behrentz
La principal barrera para ingresar a la educación superior no es la falta de talento, sino la financiación
Eduardo Behrentz
La principal barrera para ingresar a la educación superior no es la falta de talento, sino la financiación. Las universidades públicas de calidad están desbordadas y son altamente competitivas, provocando que todos los años decenas de miles de jóvenes queden fuera del sistema. En la oferta privada, los modelos de crédito estudiantil son escasos y costosos. Por cuenta del Gobierno Nacional, los créditos del Icetex atraviesan, quizá, la peor crisis de su historia. Este debate suele quedar sujeto a la simpleza de exigir más recursos para las instituciones oficiales, bajo un esquema de subsidios a la oferta y de gratuidad. Si bien es cierto que esto debe aplicarse para ciertas poblaciones y que tenemos una deuda histórica con la universidad pública, la gratuidad universal es un despropósito en el contexto colombiano. Dicho modelo resulta en ineficacias estructurales (como transferir recursos sin criterios de calidad) y es altamente regresivo, dado que termina favoreciendo a muchos que no lo necesitan, en detrimento de la cobertura para poblaciones vulnerables. Lo que necesitamos en Colombia es un esquema sostenible que combine los conceptos de acceso universal y responsabilidad individual. Esto existe en diferentes lugares del mundo desde hace décadas: la financiación contingente a ingresos. Uno de los más célebres ejemplos es Australia, en donde desde finales de los años 80 se reemplazó el esquema de gratuidad universal por el ahora denominado programa de préstamos de la educación superior (Help por sus siglas en inglés). Aquí el estudiante no paga matrícula mientras adelanta sus estudios. El Estado cubre ese costo (en universidades públicas o privadas), y solo después, cuando el egresado empieza a trabajar y alcanza un cierto nivel de ingresos, comienza a devolver lo que debe. La retribución no es con cuotas fijas ni con intereses bancarios, sino a través de retenciones automáticas en la declaración de impuestos. Si la remuneración es baja, no se paga; si es media, el porcentaje es moderado; y si es alta, el aporte es mayor. Se contribuye en proporción a la capacidad económica real. En cifras de 2025, un australiano comienza a devolver cuando gana más de 67.000 dólares australianos al año. Nada confiscatorio, nada imposible. Y si la persona nunca alcanza ese ingreso, nunca paga. Pero quien logra mayor éxito económico, retorna el valor completo de su educación, ajustado a la inflación. No es regalar. Es financiar de manera justa y eficiente. Cuando Australia creó este mecanismo, su PIB per cápita era de unos 18.000 dólares al año. Cifra similar al valor actual de Colombia, ajustado por paridad del poder adquisitivo. Esto significa que Australia no ideó este programa como nación rica y altamente desarrollada. Al contrario, fueron estrategias como esta las que llevaron a ese país a convertirse en una de las naciones más prósperas del planeta. ¿Será que tomamos nota?
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