Miércoles, 15 de Octubre de 2025

El escritor colombiano que impulsó la crónica periodística latinoamericana presenta una tragedia chiquita

UruguayEl País, Uruguay 15 de octubre de 2025

El País charló con Felipe Restrepo, quien dirigiera la revista Gatopardo y acaba de publicar "Ceremonia", una novela sobre una familia patricia, un universo que le es familiar

Visitante de la última Feria Internacional del Libro a dónde llegó con su última novela, Ceremonia, FernandoRestrepo es uno de los escritores colombianos del momento. Su origen es en el periodismo escrito y fue director de Gatopardo, la revista que instaló la crónica periodística como una de las formas de la literatura latinoamericana.

Ese origen de reportero, le ha dado, dice y se nota, una capacidad de observación que le permite, por ejemplo en Ceremonia retratar la decadencia de una familia patricia de su país y las consecuencias de abusos del pasado en las generaciones más jovenes. Habla con conocimiento de causa: ese ambiente elitista y algún personaje le son cercanos.

Escrita con prosa periodística y de lectura fluida, Ceremonia habla de explotaciones, descubrimientos sexuales, fortunas e infortunios.

Sobre la novela, en qué está la crónica latinoamericana y alguna que otra influencia,Restrepo charló con El País. Este es un resumen de esa conversación.

¿Cómo surgió la idea de una saga familiar?

No sé si llamarlo suerte, privilegio o desgracia, pero he tenido acceso a esos mundos muy cerrados, muy elitistas, y a los que es muy difícil acceder ahí. Y durante toda mi vida he podido observar.

Perdón, ¿como parte de ellos o como forastero?

No sabría exactamente eso pero sí al menos con mirada de forastero. Y siempre me ha llamado la atención ese mundo del privilegio tan fuerte en nuestros países latinoamericanos, con tan poca gente que sustenta tanto poder y dinero y donde hay tanta desigualdad. Quería escribir sobre eso.

¿Denunciarlo?

No veo Ceremonia como una novela de denuncia o estudio social, de cómo funcionan nuestras clases sociales. Los narradores observamos, pensamos y escribimos sobre lo que vemos. Y quería ser muy claro en que para mí esto era un retrato de un mundo, sin opiniones, ni demasiada reflexión al respecto. Creo en poner en imágenes y que sean los lectores quienes decidan qué les parece, si ahí hay un juicio de valor en lo que se narra. A mí me interesa mostrar, crear personajes verosímiles y que funcionen dentro de un mundo.

¿Y cómo cuenta eso?

Me interesa mucho viene de mi trabajo de tantos años con el periodismo y con la crónica que esa escritura tenga un ritmo, una manera de narrar que atrape al lector y que lo haga vivir un tiempo en ese mundo. Que se lea vertiginosamente, y luego deje ciertas preguntas por responder. Me gustan los libros y las pelis que no son obvios, en los que tú le construyes al lector un rompecabezas que tiene que ir armando, que tiene que intuir, pensar, imaginar. Que la lectura sea un ejercicio muy activo.

Y la observación también viene del periodista, supongo.

Esto nació de esa idea de observar, de describir un mundo a través de una familia y sus diferentes generaciones.

Pero hace centro en los nietos, Daniela, Patricio y Valeria, los que pagan los platos rotos en Ceremonia...

Digamos que sí. Hay un origen muy claro, y que son historias que se repiten en todo nuestro continente: patriarcas que construyeron una inmensa fortuna muchas veces a partir de la explotación, de tener casi esclavos inmensas que nacen en esas primeras generaciones y luego se van degradando. Y la generación más contemporánea ha vivido siempre en el privilegio y eso, a diferencia de lo que podrían pensar algunas personas, les genera una sensación de vacío, de pérdida irreparable. Una de las ideas que atraviesa la novela es que se suele pensar que el dinero, la riqueza solucionan todos los problemas. Y los personajes son la prueba de que uno puede tenerlo todo, materialmente, y aun así tener una cantidad de preguntas irresueltas y una cantidad de miedos.

¿Podría leerse también como una novela sobre el karma de una familia, en el sentido de que los nietos pagan los pecados del abuelo?

No pienso tanto en términos de crimen y castigo. Creo que las personas tienen la libertad de hacer lo que quieran y con esa libertad construyen una vida. Dudo mucho que eso se traspase a las generaciones siguientes. Lo que sí heredan todas las generaciones, es una historia de violencia: una fortuna forjada a través del abuso laboral, también sexual y de una violencia profunda sobre las personas. Es difícil escapar de esas historias.

¿También era una forma de hablar de usted, de las cargas de ser quien es?

Inevitablemente, uno escribe sobre lo que ha vivido, sobre lo que ha sido y lo que le ha tocado experimentar. En ese sentido, hay mucho de mí en los personajes, especialmente en Patricio. Pero no es una novela sobre mí, ni sobre lo que sentí o padecí. No me interesa hacer juicios morales. Y sí, he sido parte porque no puedo negarlo de una élite social y económica. No lo escondo, pero tampoco hago de eso una alabanza o una crítica feroz. Es lo que me tocó vivir, lo que puedo narrar y lo que me interesa narrar con el mejor trabajo literario posible.

En algunos pasajes hay ecos de Bret Easton Ellis, sobre todo por las marcas y la cultura del consumo. ¿Está ahÍ?

Soy admirador de Easton Ellis y su American Psycho me encanta. Esos capítulos donde habla de marcas me fascinan, y en Ceremonia le copié eso directamente. Me interesa hablar del consumismo. Lo genial de American Psycho es que no sabés si lo está alabando o criticando. Por mi trabajo, he estado cerca del lujo y el consumo, y cuando mis personajes hablan de marcas lo hacen desde una reflexión sobre ese mundo donde gran parte de la sociedad solo quiere comprar y comprar.

Menciona a autores como Carrère o Fresán. ¿Se siente parte de ese linaje?

Hay autores que me marcaron mucho: Capote, Mailer, Carrère, Cercas. Me gusta tdo el trabajo que hacen a partir de la no ficción, cómo construyen mundos ficcionales desde la realidad. He leído mucho a Carrère, estudiando su método y su observación. Y obiviamente los grandes cronistas de nuestro idioma: Caparrós, Villoro, Guerriero.

Fue director de Gatopardo, una revista clave para la crónica latinoamericana. ¿Cómo ves hoy ese género?

Hubo un esplendor del periodismo narrativo y literario en el continente. Revistas como Gatopardo o Etiqueta Negra vivieron momentos extraordinarios. Pero por las lógicas de la industria, muchas tuvieron que transformarse o desaparecer. Hoy, los libros son el espacio natural para la crónica: el periodismo de profundidad, que mira con calma y observa. Veo una nueva generación de mi edad y más jóvenes que está haciendo cosas muy interesantes, una versión 2.0 de aquella primera oleada. Juegan más con la ficción, el testimonio, la autoficción, las historias íntimas. En toda América Latina hay una producción muy rica. Aunque los espacios se han reducido y las pagas son precarias, hay una voluntad enorme. Fijate en alguien como Mariana Enríquez: su obra tiene mucho que ver con la crónica latinoamericana.

¿Y dónde está el periodismo en su escritura?

Es mi escuela, la forma en que aprendí a escribir. Sigo haciendo periodismo narrativo, aunque a veces no tanto como quisiera. Requiere tiempo, trabajo, reportería, paciencia. Me gusta citar La llamada de Leila Guerriero, un libro fruto de años de investigación. Para mí, esa es la escuela: observar y entender. De ahí nutro mi ficción completamente: investigo, leo, entrevisto, observo, pienso. Y de eso sale algo que, a veces, se convierte en una novela y, otras veces, en un artículo.

En un pasaje de Ceremonia escribe "Esto no era una tragedia, apenas llegaba a ser una decadencia difusa". Eso parece resumir el libro..

Sí. Ese final me gusta porque no quería que fuera una tragedia griega, de dioses y destinos. Es una tragedia sencillita.
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