Centenario de Margaret Thatcher
Su vida demuestra que el reformismo económico puede ser compatible con la firmeza democrática.
El 13 de octubre se conmemoró el centenario del nacimiento de Margaret Hilda Roberts, más conocida como Margaret Thatcher, uno de los líderes políticos más relevantes del siglo XX. Su figura, nunca exenta de polémicas, marcó un antes y un después en la historia británica y mundial a fuerza de convicciones firmes y coraje civil excepcionales en tiempos de enorme mediocridad.
Unos pocos datos alcanzan para calibrar al personaje. Fue la primera mujer en ocupar el cargo de primer ministro del Reino Unido y la que más tiempo se mantuvo en el poder en más de siglo y medio, ganando tres elecciones consecutivas entre 1979 y 1990. Sólo una conspiración interna dentro del Partido Conservador logró que abandonara el número 10 de Downing Street.
Cuando Thatcher llegó al gobierno, el Reino Unido se encontraba en una situación crítica. Décadas de dirigismo económico, estatización y poder sindical desmedido habían sumido al país en el estancamiento. La inflación era de dos dígitos, el Estado controlaba sectores enteros de la economía y las huelgas paralizaban los servicios básicos. La otrora potencia europea se había convertido en el "enfermo de Europa".
Thatcher emprendió entonces una transformación profunda basada en los principios de la economía de mercado, fuertemente influenciada por Friedrich Hayek. Redujo el gasto público, privatizó empresas estatales, desreguló sectores estratégicos y enfrentó, con firmeza y convicción, a los sindicatos que se habían convertido en un poder paralelo. Su política de responsabilidad fiscal y su apuesta por la libre competencia devolvieron dinamismo a una economía exhausta. En pocos años, el Reino Unido recuperó crecimiento, redujo la inflación y volvió a ser un país atractivo para la inversión.
Pero su legado no fue solo económico. Thatcher comprendió que la democracia no puede sobrevivir cuando las corporaciones sustituyen la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas. Enfrentó la cultura del chantaje sindical y reafirmó el principio de que el poder político debe emanar del voto, no de la presión en las calles o de intereses sectoriales.
A nivel internacional, Thatcher desempeñó un papel central en la guerra fría. Su alianza con Ronald Reagan y su visión sobre cómo enfrentar a la Unión Soviética contribuyeron decisivamente al colapso del comunismo. Fue una de las voces más claras en defensa de la libertad y del Estado de derecho en un momento en que muchos en Europa todavía coqueteaban con la ambigüedad.
Su estilo -una combinación de determinación moral, principios claros y acción determinada- influyó en generaciones de dirigentes de todo el mundo. Desde Europa del Este hasta América Latina, su ejemplo inspiró reformas económicas orientadas a la apertura y la responsabilidad fiscal.
Margaret Thatcher dejó el poder en 1990, pero aún se sigue hablando del thatcherismo y su legado. Su vida demuestra que el reformismo económico puede ser compatible con la firmeza democrática y que el liderazgo político, cuando se ejerce con convicción y propósito, puede cambiar el destino de un país.
A cien años de su nacimiento, el legado de la "Dama de Hierro" sigue siendo una lección de liderazgo y coraje: la de una mujer que creyó que gobernar no consiste en seguir la corriente, sino en tener la valentía de cambiar la historia.