Cese del fuego
La ONU definió el acontecimiento: "Se trata nada menos que del fin del conflicto armado con las Farc en Colombia"
La ONU definió el acontecimiento: "Se trata nada menos que del fin del conflicto armado con las Farc en Colombia". Era el Cese del Fuego y de Hostilidades Bilateral y Definitivo (CFHBD). Llegaba a la paz la negociación del gobierno Santos con la mayor guerrilla del mundo. El Decreto 1386 terminó más de medio siglo de confrontación armada, con cientos de miles de muertos. Cayeron soldados, policías, civiles; funcionarios, entre ellos jueces, fiscales e investigadores; combatientes, periodistas y elegidos; campesinos, empresarios y trabajadores inocentes. La tragedia de millares de familias secuestradas quedaba atrás para perdonar sin olvidar, para aprender y no repetir, para sancionar, reparar y transitar hacia la reconciliación: era la anhelada paz con las Farc que buscaron los gobiernos de la segunda mitad del siglo XX y casi todos los del XXI. Solo uno la logró a punta de método, perseverancia, estrategia y capacidad política para ejercer progresismo y aplicar al tiempo una eficaz política de seguridad, que arrancó con Pastrana y permitió con Uribe, en el Ministerio de Defensa de Santos y luego en su presidencia, abatir el mayor número de cabecillas de las Farc desde los sesenta, y la mayor ocupación institucional de territorio desde el siglo XVI. Un cese del fuego definitivo pareció inalcanzable en 2011 cuando las FF. AA. abatieron a ‘Alfonso Cano’, comandante de las Farc, en desarrollo del principio de que se negociaría como si no hubiese conflicto y se enfrentaría a la guerrilla militarmente como si no hubiese negociación. Se acercaba o alejaba según el ritmo de la conversación en Cuba. Cuando de verdad llegó, no generó en los líderes políticos de oposición la importancia crucial que transmite desde la perspectiva de gobierno. No era el cese un acto de trámite, ni una excusa electorera. Era el final de una ardua negociación iniciada hacía cinco años, en dos períodos presidenciales. Un final feliz recibido con alborozo por la ONU, Europa, China, Rusia, Latinoamérica y EE. UU., que tenía un enviado especial en Cuba. El mundo aboga por un cese del fuego en Ucrania o en Sudán y reza porque se mantenga el frágil de Gaza para detener los desmanes de parte y parte. Las tres guerras han dejado medio millón de muertos, cifra cercana a la que dejó nuestro conflicto hasta el CFHBD del 29 de agosto de 2016. Cuando hace nueve años ganó el No en el plebiscito, unos lo interpretaron como una victoria que trascendería. En realidad, el No dejó ver el profundo cansancio popular por las tropelías guerrilleras, confirmando la tesis de que la política es emoción y no razón. Debe mantenerse alejada de las decisiones donde las emociones y el egoísmo afecten la defensa racional de los intereses del país, como lo saben quienes ignoraron el principio. Las objeciones fueron recogidas en casi sesenta modificaciones al Acuerdo Final, lo mejoraron y le dieron la legitimidad para ser refrendado en el Congreso como estaba estipulado alternativamente. Se mantuvo el precioso CFHBD. ¿Por qué preferir la confrontación militar interminable con la guerrilla a la negociación política exitosa? Es un misterio. Había superioridad bélica del Estado; pero borrar a las Farc era imposible. Un cese definitivo que evitara más muertes y afianzara la desmovilización y el desarme era deseable, políticamente correcto y humanamente adecuado. Defenderlo de cualquier amenaza política, militar o del azar fue razón de ser del Gobierno en esa coyuntura. La no implementación de los Acuerdos de Paz y la negociación política con la mafia en vez de someterla son la verdadera causa de nuestro embrollo de inseguridad, de este temor generalizado de guerra. En el Gobierno se rasgan las vestiduras porque tarda el silencio de las armas en sitios alejados, ciegos ante su propia incapacidad que provoca el incendio de vastas regiones que alcanzaron la paz hace diez años. Implementar la paz y fortalecer a la Fuerza Pública debe ser motto del nuevo gobierno.
La negociación política exitosa
Luis Carlos Villegas