Elizabeth Subercaseaux se atreve con Wagner
			
			Con "Wagner. El genio y su condena" , la periodista y escritora chilena continúa en la senda de los músicos europeos de los siglos XVIII y XIX.
			
				"Lo más difícil de investigar sobre Wagner es Wagner. Se trata de una personalidad narcisista, de un antisemitismo repugnante. El mayor desafío, y me imagino que lo es para cualquier amante de la ópera, fue tratar de descubrir si es posible separar al hombre de su música", afirma Elizabeth Subercaseaux (Santiago, 1945) sobre el trabajo que le demandó su más reciente libro: "Wagner. El genio y su condena" (Catalonia, $18.500), con el que ya suma cinco títulos en la colección "novela biográfica". El punto de partida fue "La música para Clara" (2014, reeditada en 2024), cuyos protagonistas son Robert Schumann y Clara Wieck, la famosa pareja de músicos de los que había oído hablar desde niña en su familia: son sus tatarabuelos por línea materna. Fueron ellos los que le abrieron la puerta a un mundo fascinante, el de la música europea de los siglos XVIII y XIX, del que por ahora no tiene intenciones de escapar. Así llegó a Brahms, que se reeditó con el título "Los dilemas del alma", Beethoven ("La música del silencio") y Bach ("El músico de Dios").
Cuenta que ya está investigando sobre Mahler y Tchaikovsky, y que a la hora de elegir a estos protagonistas considera, "fundamentalmente, la calidad de su música". En ese sentido, afirma, "no me queda otro camino que investigarlos y novelar sus vidas. ¿A cuál de estos genios podría dejar afuera?".
Reconoce que "sin escuchar su música, cuesta encontrar algo atractivo en Wagner. Pero me pareció admirable esa gran fe que tenía en sí mismo y me fascinó su concepto de Gesamtkunstwerk (obra de arte total). Para Wagner, un drama musical debía juntar todas las artes: música, poesía, teatro y artes visuales. Y así, en cada una de sus creaciones él mismo se encargaba de las letras, la música, los escenarios, las vestimentas de los actores y hasta cómo debían colocarse los asientos en el teatro", detalla.
Hasta ahora, la escritora y periodista había novelado las vidas de músicos más bien austeros y generosos con sus discípulos, aunque atormentados y de personalidades difíciles. Wagner, en cambio, busca el lujo, el reconocimiento, la fama y desprecia a quienes no reconocen en él a un genio. Esa es su condena. En el libro, su amigo Franz Liszt afirma que "el problema de Wagner es Wagner, pero su música es otra cosa", y la idea es reforzada por otros personajes. "Con Wagner, como con muchos artistas, es indispensable separar al genio del hombre -señala la escritora-. Es un fenómeno bien fascinante eso de tener que olvidarse del creador para apreciar la creación. En el caso de Wagner, vale la pena hacer el ejercicio y distinguir su música, porque a pesar de todo, nadie podría negar que el tipo era genial".
A diferencia de sus libros anteriores, en los que ha tomado la voz de los propios músicos, aquí narra la vida de Wagner en tercera persona, como si le costara empatizar con un protagonista tan controvertido. "En parte fue por eso, sí. No quise usar la primera voz tratándose de un personaje tan poco amoroso, digamos, tan mala onda con sus amigos, con sus mujeres, tan racista".
-Pero sí rescata su voz a través de algunos fragmentos de sus cartas, ¿qué impresión le dejaron?
"Las cartas de Wagner son muy útiles para un trabajo de este tipo, reflejan exactamente cómo era él: si le escribía enojado a un empleado suyo o a un amigo que no quería prestarle plata o a un músico que lo había criticado en la prensa, era brutal; si le escribía a una de sus amantes, era poético, apasionado; en cambio, si le escribía a Minna, su primera mujer, el lenguaje era de despecho, de rabia. Sus cartas eran un fiel reflejo de su carácter".
Acuciosa investigadora, Elizabeth Subercaseaux ya tenía el trabajo avanzado cuando decidió novelar la vida de Richard Wagner (1813-1883). "Fue más fácil -reconoce-. Es la quinta novela biográfica de los músicos de los siglos XVIII y XIX, y ya me siento mucho mejor informada de cómo eran esos tiempos. En ese sentido, pude limitarme a libros exclusivamente sobre Wagner, los diarios de Cosima, sus biógrafos, sus cartas, sus libros, etcétera. Y todo ello me dejó tiempo para escuchar su música, algo de lo cual yo sabía muy poco".
-¿Le conmovió esa plena conciencia de Wagner de estar creando "la música del futuro" y muchas veces ser incomprendido?
"No me conmovió en absoluto. Lo que me impresionó fue la desmesurada confianza que tenía en sí mismo. Wagner se creía un escalón más abajo de Dios (o medio escalón). Llegó a decir: ¿Para qué quieren Alemania si me tienen a mí? Wagner fue un rupturista, un iconoclasta. Por eso es que fue incomprendido, pero hay que decir que hasta por ahí nomás, pues la verdad es que tuvo un éxito deslumbrante mientras vivía, para muchos era un maestro de maestros, Mahler, entre ellos, Liszt, Von Bülow, y también para el público".
Franz Liszt y Hans von Bülow aparecen bastante delineados como personajes. "Me encantaron los dos -reconoce-, por muy distintas razones. Hans von Bülow era un gran pianista y de él lo que más me gustó, y eso está muy claro en el libro, fue su nobleza, en todo el sentido de la palabra. Y Franz Liszt, otro genio del piano y muy buen compositor, me gustó por su vida escindida. Era un hombre de salones, rodeado de nobles y gente muy rica, mujeriego, un hombre de mundo, que luego se ordenó sacerdote y entró a un convento. Ese solo hecho lo convirtió para mí en un ser fascinante".
-En la novela muestra las distintas sensibilidades de los países respecto de la música que se estaba creando. ¿Wagner es esencialmente un producto alemán?
"Wagner era intrínsecamente alemán, y era como él quería ser visto. Y de cierta manera, en su antisemitismo, por ejemplo, representaba su tiempo y una gran parte de su sociedad".
Autora de más de 30 títulos, entre novelas en clave de humor, de historia de Chile y policiales, así como libros periodísticos, se nota cuánto disfruta Elizabeth Subercaseaux investigando y escribiendo sobre los músicos europeos de siglos pasados. Y con estas novelas, ha dicho, pretende hacer "un aporte a la cultura de mi país".