El base de Urunday Universitario habló con Ovación, recordando sus raíces, habló de su trabajo con el básquetbol y la discapacidad. Destacó a Nacional como "la expresión más alta de la palabra equipo"
Debutó con 15 años en el club de sus amores. En su primer año tocó la gloria al ascender con Larrañaga, y más allá de que se afianzó rápido en la Liga Uruguaya, nunca olvidó sus raíces, ni su trabajo social con el básquetbol con la discapacidad, y con el gremio de jugadores.
Mateo Sarni tuvo palabras especiales para su temporada en Nacional: "La temporada pasada con fue espectacular. No solo tuve la posibilidad de formar parte de un equipo histórico, sino también de un grupo humano espectacular. Realmente fue la expresión más alta de la palabra equipo. Fue un aprendizaje muy grande desde el punto de vista profesional. Aprendí mucho de cómo ganar, y también me demostré a mí mismo que podía ser el base de un equipo ganador".
Pese a en el título con Nacional no haber obtenido el rol protagonista que tiene hoy con Urunday Universitario, el base destaca como se adaptó a un esquema nuevo para él: "Justo en Nacional el sistema de juego del equipo no le da un lugar importante al base en su formato tradicional, y en ese sentido fue un desafió adaptarme. Pero es algo que siempre hablé con mis compañeros que me apoyaron mucho, porqué esa adaptación no fue fácil, y que una vez terminado el año, lo que me puso muy orgulloso fue haber podido adaptar mi juego, ayudar y ser valioso en el equipo igual. También la capacidad de sacrificarse por el bien del equipo, que el año pasado en Nacional teníamos 12 jugadores dispuestos a eso y fue una de las claves para lograr lo que se logró".
Tras el título, a Sarni le tocó llegar a Urunday Universitario, un equipo que ha sorprendido al ambiente, cuando muchos lo daban candidato a bajar: "Aunque todavía es muy temprano en la temporada, más allá de los resultados el equipo está jugando a un básquetbol, mucho mejor que el de las expectativas que nos tenían. Las claves creo yo que están en el trabajo, tanto en la calidad de lo que aporta el cuerpo técnico y el club, como en la cantidad de un grupo que está muy comprometido con el proyecto de Urunday. A su vez el buen ambiente y el liderazgo positivo vienen potenciando a los jugadores jóvenes, que están jugando muy bien y eso nos tiene a todos contentos". Hoy, en el Estudioso, es dirigido por José Ángel Samaniego, un DT español, con una propuesta moderna: "La idea es muy diferente a lo que se hace acá en Uruguay. Es un juego muy conceptual y muy complejo, más que nada tácticamente, con reglas diferentes a las que venimos acostumbrados. Pienso que todavía estamos muy lejos de poder entender y hacer lo que nos pide, y será un desafío llevar al mejor nivel posible ese juego. Él tiene un nivel de exigencia muy alto y Urunday lo acompaña en este proceso de generar una identidad y una idiosincrasia basquetbolística como club. Todos estamos conformes, porque sentimos que a mayor o menor velocidad, estamos en el camino".
Su protagonismo en esta temporada lo ha llevado a trabajar aspectos de su juego: "Estoy perfeccionando ciertos rasgos de mi juego cómo las flotadoras, las bandejas y el tiro detrás del pick. A su vez, me siento más maduro para enfrentar los desafíos de la temporada. También el sistema de juego: dinámico, a partir de lecturas, favorece mis características y Samaniego me da mucha confianza. Muchas veces se piensa que son mejoras o virtudes técnicas, pero mucho del rendimiento es el contexto y la capacidad mental para llegar de la mejor manera a los partidos".
Pero más allá del profesionalismo, Mateo no deja de lado su trabajo con las personas con discapacidad: "Los espacios de básquetbol adaptado son comunitarios, el club de forma autogestiva, por sus socios, abre clases de básquet para personas con discapacidad intelectual. Me pasó que al arrancar en Urupan, después de haber estado en Larrañaga, se repitieron cosas muy lindas del proceso. En Larra por ejemplo hay un jugador, Diego, que tiene la misma edad que yo, vive a una cuadra del club igual que yo, y nunca habíamos compartido un espacio juntos en todos estos años. Esto es porque las personas con discapacidad están invisibilizadas y no hay propuestas suficientes para que tengan la oportunidad, de jugar o ser hinchas de un cuadro de básquetbol. Al principio a Diego había que empujarlo de la espalda para que trotara, y años después viene la hermana, Patricia, emocionada porque había corrido el ómnibus. Creo mucho en la comunidad, entendida como vínculos que no tienen una función utilitarista, sino humana. Eso pasa en espacios así. Lo mismo me pasa en la BUA, que hoy por suerte está en un momento increíble. Si vos lees la Ley de Accidentes de Trabajo: '...no se consideran empleados a quienes practiquen cualquier actividad deportiva...' ¿Y que hicimos? Nuestro propio Seguro de Lesiones, con la plata de las cuotas. Hoy lo está usando un compañero, eso es cooperación".
Más allá de su éxito hoy, Larrañaga siempre tiene un lugar especial en su corazón, por lo que le emocionó mucho la vuelta del equipo a la Liga: "El ascenso fue una alegría. Uno cambia un poco su vínculo con el básquetbol una vez que se vuelve su trabajo, pero Larrañaga es familia, es mi identidad. El día después de salir campeones con Nacional, fui a uno de los partidos y pusieron unas fotos de cuando yo era un niño, fue muy lindo. Busanello, Cancela, Bergara y un montón de una banda muy linda, le siguen dando identidad al club. Está lleno de niños hinchas del Larra, como yo. Mi mejor recuerdo es después de que ascendimos en la DTA, yo tendría 16 años, nos fuimos al club, nos bañamos ahí y fui a dejar el bolso a casa antes de volver a los festejos. El barrio vacío, el mismo camino que hice toda mi vida, pero con la gloría. Ese año jugué con el ídolo de toda mi vida, Emiliano Suárez, estaba en Disney. Pero eso es el Larra, íbamos a todos los partidos con los dos vecinos de la casa de enfrente, salíamos juntos en el auto. Yo vestido de jugador y ellos con un almohadón para no pasar frío en la tribuna, Sosita y Vilma, los quiero mucho".
"A Larrañaga no tengo que volver porque yo siento que nunca me fui. Cada vez que juego lo estoy representando y lo tengo presente. Nunca se había formado en el club un jugador que llegara a tener una carrera profesional, esa responsabilidad y orgullo está siempre en mi cabeza. Me formé ahí de verdad, con las lonas, el piso duro que te dejaba las manos negras, los valores de la cantina; y la suerte de haber tenido a Diego Palacios, Gonzalo Fernández y Christopher Gil como entrenadores", sentenció emocionado.
Por último cerró con una visión de su futuro, donde quiere seguir ligado al deporte: "Personalmente me veo en algún club de básquetbol. Yo quiero construir barrio, identidad, y básquetbol. Porque también me gusta el deporte y enseñarlo. Ya hice el curso de entrenador y las formativas, son el lugar donde me veo. Eso me gustaría, armar un mate e ir tranquilo, caminando. Saludar a los vecinos, entrar, y que ahí haya algo que signifique, comunidad y básquetbol".