Longevidad
Alguna vez escuché una maldición (probablemente gitana) que rezaba: "Ojalá vivas tú muchos años"
Alguna vez escuché una maldición (probablemente gitana) que rezaba: "Ojalá vivas tú muchos años". Tal dice un cercano al discreto Critilo, quien adelanta la idea de que la vejez es temida no por quienes son viejos, sino precisamente por quienes no lo son. Anticipan la decadencia, la fragilidad, la dependencia y las limitaciones de la vida larga.
No sorprende que el tópico de la eterna juventud sea tan antiguo y tan repetido. Tampoco que haya personas que pasan su vida tratando de prolongarla o de evitar la muerte. El caso de un millonario estadounidense que invierte su fortuna en costosos tratamientos, en incesantes ejercicios gimnásticos, en interminables sesiones de rejuvenecimiento y en dietas absurdas es emblemático. Toda la industria del "wellness" se basa en la premisa de que elíxires poderosos y extenuantes ejercicios reducen la velocidad del envejecimiento y producen esa presea llamada "salud". El envejecimiento saludable se ha vuelto moda.
La pregunta es si en realidad más años significan más vida. Si la longevidad se obtiene malviviendo y buscando obsesivamente el bienestar, entonces bien puede ser que no valga la pena. Reconocer el paso del tiempo, gozar de cada estadio vital en lo que tiene y en lo que permite parece ser clave de esa sabiduría que tienen quienes aceptan la condición humana.