Es argentina, tiene 53 años y cruzó nadando el Río de la Plata, un sueño postergado por años
A los 53 años, Julieta O’Connor logró superar frustraciones deportivas de la infancia y problemas de salud
A los 9 años la anotaron en baile clásico
A los 53 años, Julieta O’Connor logró superar frustraciones deportivas de la infancia y problemas de salud
A los 9 años la anotaron en baile clásico. No fue una elección artística, sino médica, ya que unos meses antes la había atropellado un Torino a toda velocidad y terminó con una conmoción cerebral en el hospital.
Luego de la muestra de fin de año, su madre le dijo: "Julieta, acá pueden pasar dos cosas. Una, vos no naciste para el baile. Dos, esta academia es un desastre. Este fue tu último año, no vamos a perder más tiempo". Más tarde probó con el tenis. A la tercera clase, el profesor habló con su hermano: "No me la traigan más. En lugar de dos piernas tiene dos postes de luz".
A los 12 Julieta O’Connor tuvo una mononucleosis muy fuerte. El día que le dieron el alta saltó de alegría y sintió un dolor muy fuerte en la pelvis. Le hicieron una radiografía y le encontraron un quiste aneurismático en el ilíaco izquierdo. Hubo que operarla y le hicieron un injerto en la cadera . Con esos antecedentes, quedó completamente fuera del mundo deportivo por un largo tiempo.
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"No destacarme en ningún deporte me ayudó a no esperar nada y agradecer todo lo que podía hacer. Mientras todos en mi familia navegaban, esquiaban o hacían surf, mi papá me tiraba al río atada a un salvavidas y allí me quedaba boyando por horas, feliz, solo sintiendo el agua ", recuerda Julieta, en uno de los párrafos al inicio de Cruzar. De un punto a otro, de una idea a otra, de una versión tuya a la siguiente , el libro que escribió luego de concluir con éxito el cruce a nado el Río de La Plata. A sus 41 años hizo un curso de aguas abiertas en Villa Gesell junto a unas amigas y comenzó a tomar forma la idea de cruzar a nado del Río de la Plata
Un día, a los 39 años, Julieta empezó a correr. Arrancó de a poco, luego llegaron los 15 km y la tan ansiada media maratón. En octubre de 2016 corrió los 42 km en la Maratón de Buenos Aires, pero como consecuencia del esfuerzo, volvió a dolerle el ilíaco. El médico fue contundente: "Vida normal no es correr una maratón, ese hueso está casi hueco, no podés correr tanto ".
"Todas esas frustraciones me sirvieron. Mi única vara era esa chica a la que sacaron de danza, la que no servía para tenis, la que usó bastón y muletas, la que boyaba en el río sin animarse a más que sentir el agua", reflexiona O’Connor sobre los obstáculos que debió sortear hasta lograr su cometido.
Así las cosas, luego de la advertencia de su médico, decidió probar suerte con la natación . Tenía 41 años. Hizo un curso de aguas abiertas en Villa Gesell junto a unas amigas y comenzó a tomar forma la "loca idea" de cruzar a nado del Río de la Plata.
Una noche ventosa
El primer cruce lo hizo en equipo y por relevos, nadando en turnos de 30 minutos. Luego llegaron desafíos cada vez más exigentes: la Vuelta de Obligado (21 km por el Paraná) y una travesía de San Nicolás a San Pedro (70 km), que llevó adelante en 12 horas y 23 minutos.
El 8 de diciembre de 2023 partió a Uruguay, dispuesta a cruzar a nado el Río de la Plata, desde Colonia hasta Punta Lara. " En mi cabeza solo pensaba ‘lo cruzás brazada a brazada, no te asustes’", recuerda Julieta. Según las estadísticas, no más del 40 por ciento de los que lo intentan logran su objetivo.
Se tiró al agua en medio de una noche ventosa junto a otros cinco nadadores que también harían el intento. A esa altura ya no había nervios, ni siquiera miedo. Julieta tenía una emoción tan grande que no le entraba en el cuerpo.
"Podía sentir el agua entre los dedos, oler el río, escuchar las olas. Éramos el río y yo, nada más. -recuerda-. Cada brazada me mantenía ahí. Presente. Barrenando esas olas que venían de atrás, sintiendo cómo me empujaban hacia adelante, ayudándome a avanzar".
Cada nadador iba acompañado por un bote de apoyo, donde viajaban un guía, un guardavidas y un timonel. Y tras varias horas de travesía, en un momento sintió que se quedaba dormida. No podía mantener los ojos abiertos y empezó a soñar. Cada tanto se despertaba, casi desesperada, para ver si se había alejado del bote, pero no. La distancia seguía igual. "Algo mágico estaba pasando, había descubierto el don de dormir, nadar y seguir a un bote al mismo tiempo. Hoy aprendí que eso se llama flow , cuando tu cabeza hace sin pensar y sin sufrir la acción", explica. "Podía sentir el agua entre los dedos, oler el río, escuchar las olas. Éramos el río y yo, nada más.", cuenta
Así llegó hasta el tramo final de cinco mil metros antes de pisar territorio argentino, con la corriente en contra, el viento y la ola de frente, la parte más dura de la travesía. No es casual que en este tramo del recorrido se produce la mayoría de los abandonos.
"Es sabido que el cruce empieza después del Mitre. Es donde el río pone otro gran filtro y decide quién lo va a cruzar . Todo se complica en ese punto. Llevás más de 12 horas de nado y te piden que ahora sí lo des todo, como si antes hubieras estado jugando", sigue el relato.
Con las últimas energías que le quedaban, siguió adelante hasta que en un momento sintió que tocaba el fondo del río con los pies. Después de nadar por 14.46 horas, finalmente había logrado la gran hazaña.
"No nadé sola. Nunca lo hice. Y ahora sé que no llegué por mí, sino por todos los que en silencio, me llevaron en andas sobre el agua . Y especialmente llegué por mis guías, que pudieron contenerme, que estuvieron dispuestas a entregarme al río solo por cumplir mi pedido y que respetaron mi decisión. Eso para mí es un trabajo en equipo" , concluye Julieta O’ Connor.