"En un mundo donde todos quieren hablar, aprender a escuchar es un acto de empatía"
Esta profesora de San Carlos fue premiada ayer en Las Vegas por su trabajo enseñando no solo a tocar instrumentos como el arpa, sino a entender la música como una forma de conectar con otros.
Luciana Ortega (34) creció en una casa donde las melodías y el baile estuvieron siempre presentes. Hija de un profesor de cueca y de una cantora campesina, cuenta que en su entorno "tener música fue siempre tan importante como tener un plato de comida. Crecí en ese ambiente, en donde además siempre estuvo presente el arpa: en mi infancia escuchaba a mi tío tocarla, una tradición que venía incluso de antes, porque fue mi abuelito quien la compró. Tengo una mamá que viene de esa cuna, y ese amor que siente por la música me lo transmitió y sigue transmitiendo. Como yo no tengo hijos, ese cariño ahora trato de transmitírselo a mis estudiantes".
Profesora de Música del Instituto Santa María de San Carlos, en la Región del Ñuble, los premios que acumula dan cuenta de que esta última labor la ha cumplido con creces: en 2024, Ortega ganó en la Categoría Educación Musical del Global Teacher Prize Chile. Y a principios de este año, fue invitada a Dubái tras ser seleccionada por la Fundación Varkey entre los mejores 50 profesores de todo el mundo.
Hace pocos días, a ambos reconocimientos se sumó uno más: la Academia Latina de la Grabación, en conjunto con la Fundación Cultural Latin Grammy, anunciaron que la docente chilena sería la primera persona en ser distinguida con el Premio al Educador de Música Latina, un galardón que "honra a un educador excepcional de la comunidad musical global, que está teniendo un impacto significativo al incorporar la música latina en su currículo".
Nadie atrás
Este viernes, Ortega tomó un avión que la dejó en Las Vegas, Estados Unidos, donde ayer se llevó a cabo la ceremonia de los Premios Especiales, evento con el que se dio inicio a la Semana de la 26ª entrega del Latin Grammy. Durante el encuentro, la profesora chilena fue reconocida por promover la educación musical a través del arpa, combinando géneros musicales doctos y populares. "Esto nació como un taller, pero ahora se ha hecho conocido como el Ensamble Arpas de Ñuble gracias a las mismas personas que nos escuchan; así nos conocen en todas partes".
Entre más de mil postulantes al premio, Ortega también destacó por no dejar a nadie atrás. "Mis clases parten desde la valoración del otro, por lo que en mi sala no están todos haciendo lo mismo, no es un mismo molde. Valoro motivaciones, intereses y habilidades. Pasa mucho que hay estudiantes a los que definitivamente no les interesa desarrollarse en el ámbito musical, pero con ellos podemos trabajar desde otras veredas artísticas".
Así, por ejemplo, cuando una alumna entusiasta del tejido se sentía incómoda interpretando una canción, Ortega le propuso a su curso crear un videoclip musical de la canción "Yellow Submarine", siendo el protagonista una figura creada por ella.
"Se sintió feliz, porque pudo vincularse con la música a través de su propio arte", explica.
Tanto aprecia la comunidad escolar estos gestos, que cuando Ortega se enteró sobre la convocatoria del concurso -estudiantes y colegas le mandaron el afiche- fue un apoderado el que tomó la tarea de empezar a completar la ficha de postulación. "Sabía que yo siempre ando corriendo con mis estudiantes, que siempre estamos con muchas presentaciones, así que él empezó a llenarla hasta el punto donde había que adjuntar evidencias y responder preguntas más específicas sobre mi labor".
Entre esa evidencia están datos como que en su primer trabajo, en Coronel, fue la encargada de armar el programa de Música del establecimiento donde ejercía, siendo la primera profesora de la asignatura. "En dos años quedó formada una orquesta, un conjunto folclórico, un ensamble de arpas, un coro y tres talleres de danza", indica orgullosa.
Luciana Ortega dejó ese primer trabajo para volver a su ciudad natal y al colegio donde ella misma se formó en su etapa escolar. Desde esa vitrina, su misión ha sido la de transmitir la importancia que le asigna a la educación musical.
"Es algo que engloba muchas áreas, no solo la música en sí. Y la verdad es que uno no busca formar músicos; uno busca formar niños integrales, que estén comprometidos con su entorno, que sean personas de bien. La educación musical importa, porque enseña a escuchar, y en un mundo donde todos quieren hablar, aprender a escuchar es un acto de empatía. La música no solo forma a intérpretes, forma a seres humanos íntegros, que aprenden a trabajar en equipo, a respetar los tiempos de los demás, a valorar el esfuerzo colectivo y las distintas habilidades de cada uno. Enseña a reconocer la belleza que se construye desde la disciplina y la sensibilidad".
A través de clases "que están vinculadas a la cultura tradicional", la profesora también cree que la música logra "unir generaciones y rescatar tradiciones, fortaleciendo la identidad".
En particular -continúa-, el arpa "es un instrumento tan nuestro. Chileno, pero latinoamericano también, porque cada país de la región tiene la suya".
Por eso, la visibilidad que le entrega el premio la pone feliz: "Me gusta, porque estoy representando a muchos docentes de Latinoamérica que a pulso trabajan día a día, con recursos mínimos y mucho esfuerzo, pero con vocación y dedicación".