Jueves, 13 de Noviembre de 2025

Los dos tercios para consolidar el cambio

ArgentinaLa Nación, Argentina 11 de noviembre de 2025

Los dos tercios para el cambio Es casi imposible encontrar algún punto de coincidencia entre la expresidenta y el actual presidente

Los dos tercios para el cambio



Es casi imposible encontrar algún punto de coincidencia entre la expresidenta y el actual presidente. Pero cuando en su discurso celebratorio de la contundente victoria el 26 de octubre el presidente Milei expresó que "dos de cada tres argentinos no quieren volver al pasado", incursionó en una aritmética política que ya había esbozado la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en 2023, antes de las elecciones presidenciales, cuando sostuvo que se avecinaba una elección de tres tercios. Contra todo pronóstico, el actual mandatario salió entonces primero, liderando uno de los tercios. En la primera vuelta fue Sergio Massa quien lideró el reparto de tercios, y en el balotaje Milei sumó votos propios y votos de Juntos por el Cambio para alcanzar el 56% de apoyo. Como la aritmética política es más flexible que la más estricta aritmética económica, añadiendo votos de terceras fuerzas moderadas, se hizo la lectura de que dos terceras partes del electorado habían acompañado el cambio. Como el cambio votado por una mayoría inauguró su debut con una economía desquiciada casi al borde de una hiperinflación, había urgencias coyunturales y necesidad de reformas estructurales profundas. La escasa representación parlamentaria con que contaba el oficialismo libertario dificultaba traducir el cambio votado en las urnas en las mayorías parlamentarias que permitiesen aprobar leyes transformadoras del statu quo populista decadente que ha decantado en pobrismo distributivo y capitalismo de amigos. Había pues que amalgamar las fuerzas del "cambio drástico" con las fuerzas del "cambio posible" para superar la resistencia de los intereses del "no cambio". Los números de los votos populares daban, pero como nos lo recuerda Marie-Jean-Antoine Nicolas de Caritat, conocido como marqués de Condorcet (1743-1794), el carácter transitivo de las preferencias racionales individuales no siempre se traslada al agregado grupal. En el contexto de crisis terminal que heredó la actual administración había que tender puentes entre el cambio drástico y el cambio posible para que, si el cambio drástico era preferido al posible, y el posible al no cambio, el drástico también fuera preferido al no cambio. Si esa transitividad se rompe se da la "paradoja del bloqueo". Cualquiera de las tres opciones queda imposibilitada de imponerse por la convergencia de las otras dos. Así triunfa el no cambio o el gatopardismo, cambio superficial para que nada cambie.

Los puentes de acuerdo entre el cambio drástico y el cambio posible se anotaron varios éxitos en el año legislativo 2024, el más resonante de ellos fue la aprobación de la Ley Bases, pero no hay que restar importancia a la aprobación de la boleta única de papel que tuvo un debut estelar en las elecciones de octubre. Pero la necesidad de avanzar en reformas preservando a rajatabla la regla del superávit fiscal alcanzado con nuevos DNU y vetos a leyes "políticamente correctas" que comprometían el equilibrio fiscal empezó a dinamitar algunos puentes entre los militantes del cambio drástico y los del cambio moderado ("ñoños republicanos" incluidos). La baja inflacionaria y la reactivación de principios de este año influyeron para que la narrativa del cambio drástico mutara como estrategia política a una narrativa de "cambio hegemónico". Había que reunir todas las fuerzas del cambio en el paraguas de La Libertad Avanza. El repliegue del cambio posible se atrincheró en la consigna del "cambio institucional", contestatario a la idea de personalizar y perpetuar en una figura, y en un liderazgo (el del Presidente) el destino del cambio. Lo que empezó a resquebrajar la transitividad de las preferencias en muchos moderados. Para una mayoría, el cambio hegemónico era preferible al cambio institucional, y el cambio institucional al no cambio. Pero ya para muchos dubitativos el cambio hegemónico dejó de ser preferido al no cambio. Lo que derivó no solo en la parálisis legislativa de este año, sino, peor, en muchos proyectos que empezaron a expresar una convergencia entre partidarios del cambio moderado con los del no cambio. Lo que impactó en las expectativas de transformación y alteró el devenir económico con presión cambiaria y actividad recesiva. Todo un combo que eclosionó con el resultado adverso de las elecciones en la provincia de Buenos Aires y el claro triunfo del no cambio. Sin solución de continuidad pasamos de un cambio que se presumía hegemónico a un cambio que podía volver a foja cero. Allí comenzaron algunas rectificaciones y ajustes forzados y oportunos; el Presidente se puso la campaña al hombro y, bajo el eslogan "La libertad avanza o la Argentina retrocede", volvió a incentivar sus bases y a convocar el voto útil de los adherentes al cambio institucional. Muchos analistas que daban por muerto al Gobierno y vociferaban a cuatro vientos que el equipo económico tenía el "boleto picado" tuvieron que tragarse el sapo del apoyo excepcional y sin precedentes de la administración Trump y su intervención preelectoral. Todo lo que confluyó en el sorpresivo resultado de las elecciones legislativas nacionales y el triunfo contundente del oficialismo. ¿Ganó el cambio hegemónico como ahora lo tratan de plantear algunos de los otrora agoreros de la derrota del cambio? El discurso presidencial celebratorio de la victoria y los actos conducentes, como la convocatoria a los gobernadores que suscribieron el Pacto de Mayo, son señales de cambio institucional que ayudan a despejar dudas. Hay dos tercios de argentinos que quieren cambiar y muchos votaron a terceras fuerzas. El Presidente habló de acuerdos para llevar adelante la aprobación del presupuesto y avanzar con las reformas estructurales (laboral, impositiva, penal) que tendrán como escenario la nueva configuración de ambas cámaras legislativas. Pero el Presidente también dejó entrever que, respetando el rumbo, podía haber algunas diferencias sobre las políticas a instrumentar y los tiempos de implementación. Gradientes y ritmos de instrumentación del cambio. Aprobadas que sean las reformas estructurales, la Argentina pasará a una nueva etapa de consolidación del cambio, donde las fuerzas de este espacio debatirán y deberán compatibilizar ideas en un nuevo escenario de "cambio espontáneo" o "cambio estratégico". Con el rumbo firme y una macro estabilizada, los "libertarios" del cambio insistirán en destrabar y liberar las fuerzas del mercado para que los precios sean portadores de información no sesgada y habiliten procesos de coordinación donde la "función empresarial" será la encargada de detectar oportunidades de negocios y de asumir el riesgo capitalista haciendo cálculo de costos de contratación de factores y precios futuros de ventas que dejen una ganancia superior al tipo de interés de mercado. Crecimiento con la menor coerción posible del Estado y con la mayor participación privada en mercados abiertos, con un Estado austero e instituciones que aseguren el derecho de propiedad y la convivencia cívica. Por su parte, los "desarrollistas" del cambio insistirán en mantener y profundizar el rumbo y la estabilidad con una estrategia de valor agregado exportable sobre la base de las cadenas de valor con ventajas competitivas ya existentes (cadena agroindustrial, hidrocarburos y energía, minería, industria del conocimiento, etc.), proyectándolas al mundo con escala regional. Convalidarán la austeridad del Estado, pero destacando su rol en la prestación de bienes públicos de calidad y en el desarrollo de infraestructura básica que vertebre el país interior con los vecinos de la región y el mundo. Un estado que gestione con los distintos niveles de gobierno la sinergia público-privada en el circuito educación, producción, ciencia y tecnología. Un estado que se proponga renovar la calidad y la transparencia institucional garantizando seguridad jurídica a inversores nacionales y extranjeros. Un estado que se precie de implementar un federalismo de concertación.

El no cambio seguirá en la resistencia atado a intereses creados de larga data. Por eso, institucionalizado el cambio hay que convivir un tiempo conciliando ideas de cambio espontáneo con cambio estratégico. Arraigado el cambio, con la batalla cultural promoviendo las nuevas ideas, la Argentina política superará el debate de modelos antagónicos y excluyentes. Con el populismo marginalizado, la alternancia republicana en el poder será menos traumática y más previsible. Dejaremos atrás la etapa agonal de la democracia política.

En el siglo XX, Bertrand de Jouvenel sostuvo que las sociedades se resisten a que el porvenir sea absolutamente desconocido; más bien prefieren que sea preconocido. Crean instituciones, conceden poderes al Estado y planifican el futuro, para acotar la incertidumbre que domina un futuro incierto, abierto a distintas posibilidades. Para Jouvenel, todo poder es de alguna manera poder sobre el porvenir. Porque el poder es capacidad de acción que afecta al porvenir y no solo al más inmediato presente. La consolidación del cambio reducirá incertidumbre, erradicará el cortoplacismo y permitirá a los argentinos reconciliarnos con el futuro.

Doctor en Economía y en Derecho
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