La metamorfosis de Jara
Los intentos por desmarcarse del PC y del Gobierno desafían la credibilidad ciudadana.
Consciente de que los mayores flancos de su candidatura son su militancia comunista y el representar la continuidad del actual gobierno, la postulante oficialista, Jeannette Jara, ha llevado a cabo durante esta campaña un ejercicio de metamorfosis que desafía la credibilidad ciudadana.
En lo referido a su militancia, ha buscado instalar el relato de que ella es hoy la carta de una coalición "de centroizquierda", más que la candidata del PC. Ello, naturalmente, no ha sido suficiente para despejar las aprensiones: aun cuando participen en dicha coalición el Socialismo Democrático y una menguada DC, lo concreto es que quien hoy la encabeza acumula décadas de disciplinada militancia en las filas comunistas, un dato que no se puede borrar. Esto, por más que la candidata manifieste su molestia: "Todavía en varios medios de comunicación insisten permanentemente en presentarme como la candidata del Partido Comunista, lo cual yo no niego, yo soy comunista, milito en el Partido Comunista, pero hoy día represento una coalición mucho más amplia", ha reclamado.
Y tal vez por constatar lo infructuoso de esa queja, es que ahora Jara ha anticipado que, de ser elegida Presidenta, probablemente renunciará al partido o suspenderá su militancia. Pero, con ese mero anuncio, parece no comprender cuál es la preocupación de fondo que subyace en la opinión pública y que explica la legítima insistencia periodística en el tema.
En efecto, los partidos comunistas acarrean en el mundo una triste trayectoria de cercenamiento de libertades, pobreza y violación de derechos humanos, enarbolando una doctrina irreconciliable con la democracia liberal y a la que el PC chileno adhiere sin ambages. Es por ello que no resulta inocuo que una candidata de ese partido pretenda gobernar el país. Y lo importante, por lo mismo, no es si ella suspende o no su militancia, sino su adhesión al ideario marxista leninista que el partido una vez más revalidó en su último congreso, menos de tres meses antes de proclamarla como su abanderada.
En el pasado, presidentes como Patricio Aylwin y Sebastián Piñera renunciaron a sus militancias para marcar distancia de las orgánicas partidarias al conducir el Estado, pero no porque existieran dudas respecto de los principios que guiaban su acción política. En el caso de Jeannette Jara, por el contrario, lo que preocupa son precisamente las ideas a las que ha adherido por décadas y eso no se resuelve mediante un trámite ante el Servel.
Pero quizá aún más esfuerzos ha destinado Jara a distanciarse del Gobierno. El debate del lunes -con cuestionamientos directos a decisiones del Presidente Boric, desde el caso Monsalve a su actitud frente a Milei, y críticas al manejo ante la toma de San Antonio- y su emplazamiento de ayer al Ejecutivo en materia de presupuesto han sido muestras extremas. La pregunta es si serán creíbles para una ciudadanía que no olvida que hasta hace solo seis meses era orgullosa miembro del gabinete de Boric, a quien por cierto fue a visitar en su casa al día siguiente de ganar la primaria oficialista. Apostar a que el país ahora ignore aquello y la separe a ella del juicio crítico que genera el Gobierno es tal vez pretender demasiado.