Cayendo muy bajo
El papelón que hemos visto con la Jutep en el "caso Danza" vuelve a poner en evidencia el pecado original de la sociedad uruguaya al crearla y prohijarla.
Allá por el 2018, escribí un artículo titulado: "No me gusta la Jutep". El disparador fue un episodio político de tanta resonancia como escasa trascendencia: la contratación por el presidente Tabaré Vázquez, de un pariente como chauffeur. Para tratar de zafar del catereté desatado, el presidente le pidió a la Jutep que emitiera su palabra santa, acerca de si la aludida contratación podía violar alguna norma ética, (en esa oportunidad, la jugada le salió mal).
Escribí entonces: ".no quiero que eso nos lleve a una democracia que instaure por encima de sus mecanismos constitucionales, una autoridad con olímpicos poderes éticos." ".Así que, además de la judicialización de la política, ahora tendremos la "jutepización". "algunas personas erigidas en custodios morales, sin haber sido elegidos para ello, ni tener que responder democráticamente por sus acciones" (El País 10/03/18)
Hoy, en presencia del affaire Danza, confirmo todavía más esa opinión.
El caso Danza Con Cargos, tiene aristas propias - mayormente negativas - pero, además, pone en evidencia, una vez más, un problema sustancial que padece nuestro sistema político (y, por ende, nuestra Democracia y nuestra sociedad, ya que todos necesitan estar fundados sobre valores).
En el caso puntual que tanto ocupa a lo que los gringos llaman "the talking classes" (o sea, no a la gente de a pie, que ya debe estar paspada con el conventillo), y usando apenas el sentido común, es absurdo concebir que quien dirija una organización del tamaño y complejidad de ASSE, tenga, otros 6 ó 7 trabajos más. Olvidate de los impedimentos jurídicos, constitucionales y legales. Ninguna empresa privada de ese porte y envergadura contrataría para CEO a un fulano pluriempleado, (por más que use las horas de traslados en auto: si eso no es trabajo a distancia.)
Pero aún más grave que eso ha sido el papelón protagonizado por la Jutep en este episodio. Papelón que, además, vuelve a poner en evidencia el pecado original de la sociedad uruguaya al crearla - y prohijarla.
¿Por qué una sociedad habría de precisar, además de su cuerpo jurídico y sus órganos jurisdiccionales y de contralor, otra entidad pública, erigida en oráculo ético? ¿Acaso ya no es capaz, ella y su sistema político, de distinguir por sí lo que está bien y lo que está mal?
¿No será que estamos demostrando (o, más bien, confirmando), una alarmante falta de valores? ¿Dando pruebas de la decadencia producida por apoyarnos exclusivamente sobre un positivismo relativista, donde sólo rige la norma escrita y todo lo demás es relativo? Que nuestras "soluciones" laico-estatistas-legiferantes, que buscan arreglar todo con leyes y decretos, son insuficientes al carecer de sustancia moral?
¿No tenemos otro fundamento mejor para afianzar nuestra conducta que un organismo público que, al fin y al cabo, es otro producto defectuoso, vacío de contenido, del mal que precisamos enderezar?
Hay dos planos en el sainete Danza, uno que pone al desnudo la poca cabeza del gobierno, al matar el propio Danza, la opinión de la Jutep con su renuncia a los conchabos paralelos, dando así la razón a la oposición, (¿si todo estaba bendito por la Jutep, porqué renunció?). El otro plano hace al fondo y pone en evidencia la desnudez moral de un sistema que cree zanjar los dilemas éticos poniéndolos en las manos (vacías) de un órgano burocrático.
Nos superamos a nosotros mismos. Ya no sólo jutepizamos la política: ahora también politizamos la Jutep.
¿Quis custodiet ipsos custodes? Como dijo Juvenal y le gustaba repetir a Cicerón.
No se precisa de ningún oráculo de Delfos para discernir que no está bien pretender descargar un deber público retaceando su cumplimiento.
O para decir que es una fallutería pretender que está bien pagar mal a los funcionarios públicos ( y que cumplan su función).
Todo esto, el conventillo, la fallutería y -sobre todo- la pérdida de valores, son señales tristemente obvias de la decadencia de nuestra Democracia.
Lo cual no es de exclusiva responsabilidad de "los políticos".