Domingo, 07 de Diciembre de 2025

Nicolás Rauss a horas de su salida del Sodre: No creo que hubiera sido necesario cambiar, no entiendo los motivos"

UruguayEl País, Uruguay 15 de noviembre de 2025

El director de orquesta suizo, que llegó al cargo por concurso, dice no comprender su salida, ya que el 77% de los músicos le dieron su apoyo.

El director musical Nicolás Rauss, quien dejará su cargo en la Orquesta Sinfónica del Sodre este sábado 15 tras ser desvinculado por la actual administración, reflexiona en entrevista con El País sobre lo que han sido sus casi tres años de gestión. Rauss asegura que la orquesta alcanzó un "nivel individual inédito" en Uruguay y lamenta no poder continuar con el proceso. "No entiendo los motivos" de la desvinculación, confiesa, y cuenta que el 77% de los músicos votó a favor de su continuidad. Su concierto de despedida será una fiesta musical con piezas de Ginastera y Villa-Lobos, buscando romper la solemnidad: "Hay que dejar de invitar al público a un entierro".

-¿Cómo evalúa estos casi tres años frente a la orquesta del Sodre?

-Esta es una orquesta que yo dirigí por primera vez en diciembre de 1984, y en ese momento no era ni la sombra de lo que es ahora. Ha dado unos pasos musicales enormes. Es una orquesta joven y hay un nivel individual que es realmente inédito, me parece. Creo que en Uruguay nunca hubo una orquesta así. La famosa orquesta de los años 40 y 50 es difícil de evaluar, porque las grabaciones son muy malas, pero lo que yo pude escuchar no me llamó demasiado la atención. Esto no tiene que ver directamente con mi pasaje en Uruguay, que se entienda bien: cuando yo vine, la orquesta ya tenía un plantel interesante. Lo primero que hice, porque me lo pidió el consejo directivo del Solís, fue hacer algunas audiciones que faltaban. Era preciso regular una cantidad de cargos y así fue que durante un mes entero, desde marzo de 2023, se hicieron audiciones y concursos, lo cual fue un gran paso para la orquesta. Luego, con todas esas individualidades, yo creería -aunque sería mejor que lo dijeran otros- que lo que pude hacer fue conectar a estas personas, tanto en lo humano como en lo musical. Se logró algo: una interconexión positiva, que para el arte es fundamental.

-¿Cómo decidió venir a radicarse en Uruguay?

-En el 84 ya había venido a Uruguay, casado en ese entonces con Cristina García Banegas, la directora de coros en esa época. Vine unos meses antes del cambio democrático. Y estuve aquí creo que unos 12 años, después me fui a Argentina, a Santiago de Chile -que ha sido mi base y es donde hoy tengo mi casa. No esperaba mucho, en realidad, este regreso. Pero bueno, en agosto de 2022 me llamaron del Sodre para tomar la dirección en 2023, luego que un director se fuera un poco intempestivamente. Habían hecho un concurso en 2020, en el que yo había participado, pero había salido segundo. Creo que nunca se había hecho un concurso para el cargo. El que ganó fue Stefan Lano, que se fue después de un año y medio, y ahí tomé la posta y empecé esta aventura. Y en estos tres años se pudo construir algo que, entiendo, podría haber continuado. No creo que hubiera sido necesario cambiar, no entiendo los motivos, sé que esto podría haber tenido vuelo por un tiempo más.

-Ejercía un rol didáctico en los conciertos, explicando lo que iban a tocar, presentando a nivel histórico las obras. ¿Es un intento por generar un puente entre la música sinfónica y el público que no suele elegirla masivamente?

-¿Sabe de dónde viene esto? Me acuerdo de un concierto en Mendoza, de Pedro Aznar, donde él cantó dos canciones y antes de la tercera explicó por qué lo que iba a interpretar había sido compuesto, y yo así lo entendí mucho mejor. Entonces, después, reflexioné: cuando escucho discos y estoy con un amigo, muchas veces le digo "mira, escucha eso, te quiero mostrar algo ahí". ¿Y por qué eso que hago con un amigo no lo puedo hacer con el público? Porque a veces tenés una obra sinfónica de 12 minutos y hay algo que quieres mostrar. Con el público, lo que trato de hacer es eso, porque me parece una lástima ser tan formal, ir, hacer la obra e irse. Yo puedo tratar de disecar todo eso. Veo que el público quiere saber e intervenir. En obras, por ejemplo, que no conocen mucho, los hacemos cantar y se prenden. Con el público creo que hubo un entendimiento, y es una pena que se haya llegado solo hasta aquí.
-Hay una ruptura con la tradición de la música sinfónica en cuanto a la forma en que se para frente a la orquesta, e incluso en su vestimenta, utilizando en lugar del frac típico, atuendos muy coloridos.

-He dirigido a sopranos, a pianistas, a mujeres, que vienen con unos vestidos y unos colores. Y entonces me empecé a preguntar: ¿por qué estoy yo de negro? Voy a romper eso, pensé. ¿Por qué no puedo romper eso? Incluso pienso que me podría haber ocupado más: ¿por qué la orquesta tiene que estar de negro y blanco, y no pueden tener también una vestimenta colorida? Me parece que tenemos que dejar de invitar al público a un entierro, hay que usar colores. Los conciertos sinfónicos se van a transformar un poquito con el tiempo. Entiendo que hay un público que va de un evento al otro, sobre todo en Uruguay, que no se queda fijo. En su momento, cuando vine hace 40 años, había sí un público egocentrista, que estaba siempre en los conciertos clásicos o en el teatro clásico. Ahora no, hay gente que viaja de un lado al otro. Me doy cuenta en los aplausos, por ejemplo. Hoy la gente ya no sabe que tenemos una costumbre de no aplaudir entre sinfonías, pero yo prefiero que no sepan eso y que vengan. Post-covid creo que se ha armado algo muy lindo en este sentido en Uruguay, en el vínculo con un público más variado, de gente que sale a buscar cosas. Esto es una marca uruguaya interesante. Los voy a extrañar (ríe).

-Está el caso de Frederich Gulda, que al principio de su carrera solo usaba frac, y luego, a partir de una apertura hacia el jazz, usaba sus camisas y característicos gorros estampados y coloridos.

-Sí, ese ejemplo es claro, porque muestra, al tocar Mozart o jazz, que la música es una sola cosa. Hoy escucho más o tanto rock de los 80 que clásico. El clásico es lo mío, pero para escuchar a tiempo descansado, escucho más rock.

-Se han roto los límites...

-Totalmente. Hay una inquietud muy interesante del público, y eso me llama la atención por la poca población.

-¿Cómo ve, en comparación con músicos europeos, por ejemplo, a los instrumentistas uruguayos?

-No sé si quiero tocar ese tema. Yo dirijo más que nada en Chile, Argentina, Uruguay, Brasil un poquito, a veces Perú, y alguna vez en Europa. Lo que creo es que hay que romper con el eurocentrismo que tenían los músicos hace 30 o 40 años. Todo es distinto en América Latina, porque hay un nivel de vida distinto, un nivel educativo distinto, una manera de ser muy distinta.

-¿No sería una comparación justa?

-No lo sería. Además, hay una manera de ser que es un poquito más informal en Sudamérica, y a la cual yo me acostumbré y que disfruto. Entonces, prefiero no comparar, no soy un buen comparador.

-¿Cómo se dio el proceso de desvinculación?

-Presentí desde que asumieron las nuevas autoridades, por comentarios a veces, que mi continuidad estaba poco segura. Los músicos incluso me preguntaron y les dije que tenía la sensación de que no iba a seguir. En agosto, los mismos músicos organizaron una votación para ver qué era lo que ellos querían, y salió que el 77% creía que yo debía continuar. Obviamente no es vinculante, pero ese fue el resultado que salió.

-¿Lo supo antes de que saliera el anuncio público?

-Sí, fueron charlas en las que me dijeron que no continuaba en la dirección artística, pero nunca me dieron las razones. Se llegó a un acuerdo por el cual yo todos los años de este gobierno haré un par de conciertos en Montevideo y un par en el interior.

-¿Usted tenía el contrato hasta cuándo?

-Es que es un contrato anual, que se renueva solo. Las opciones eran interrumpirlo, o ese acuerdo, al que llegamos hace unas tres semanas. A mí lo que me interesaba era preservar algo de la relación con la orquesta, que verdaderamente está linda, y con el público está súper linda. Camino por el Sodre y de las oficinas sale gente, que a veces ni sé bien quiénes son, que me vienen a dar unos abrazos muy tiernos, y me gustaría no tirar todo eso.

-¿Se resiente un proceso cuando una orquesta cambia de director?

-Obviamente, sí. Es un cambio de dirección artística, eso tiene que quedar claro. No es una desvinculación total, pero sí, va a haber otro director y otro enfoque. Y empieza otro proceso. El nuestro empezó en febrero de 2023 y se afianzó el trabajo en la segunda mitad de 2024. Y bueno, quedará así.

-¿Le hubiera gustado seguir?

-Cuando ves que un equipo está jugando bien, lo lógico es que el equipo y el director técnico sigan. Cuando sucedió el cambio de gobierno no tenía claro que esto iba a pasar, porque yo vine por un concurso, no vine porque estuviera tal o cual gobierno. Pero entiendo, también, que un gobierno nuevo podía cambiar figuras.

-La particularidad está en que usted concursó...

-El gobierno anterior actuó con una lógica propia: organizó un concurso, vino el primero, se fue, asumió el segundo, y ahí vine yo.

-¿La dirección nueva no entra por concurso?

-No, pero en general no se entra por concurso al Sodre, y creo que no debería tampoco ser una obligación. Entiendo perfectamente que se pueda designar sin un concurso de por medio. En mi caso, cuando me llamaron, nadie me conocía personalmente, pero hicieron caso al concurso que habían organizado.

-¿Cómo será su concierto de despedida este sábado 15?

-Quisiera que logremos una fiesta, porque las despedidas también son festejos, son la culminación de algo. Está armado un poco así, con música latinoamericana, con Alberto Ginastera, para lo que invitamos a la arpista Lucrecia Jancsa; el Chôros N.º 10 de Heitor Villa-Lobos, que es muy divertido y termina con un samba. Ahí también se pasa de la frontera de la música clásica a la popular brasileña. Y después hay piezas italianas para internacionalizar el concierto. Será un repertorio colorido, de primavera. Será difícil resistir las ganas de bailar.
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