Martes, 18 de Noviembre de 2025

a x 0 = 0

ChileEl Mercurio, Chile 17 de noviembre de 2025

Supe por un nieto sobre un profesor en la UC que pasó lista y, al terminar, vio cómo la mitad de sus alumnos abandonaba la sala

Supe por un nieto sobre un profesor en la UC que pasó lista y, al terminar, vio cómo la mitad de sus alumnos abandonaba la sala.
Debería pasar lista de nuevo, pienso. Recordé a mis profesores, en la riqueza que me regalaron cuando me enseñaron. Por ejemplo, en primer año de universidad, un joven profesor, medio tartamudo, me preguntó por qué "a x 0 = 0". Yo, que me sentía magistral en matemática, tuve que doblar la cerviz y reconocer que debía comenzar por los principios.
O mi profesor de literatura, premio nacional, que me introdujo por la amplitud de la vida gracias a Tomás Mann. O mi maestro de pintura, que una tarde de invierno me hizo ver que el color del cántaro de greda que debía yo pintar era mucho más que tierra de siena tostada.
Pensé en mí, también. Cuando me tocó enseñar en la universidad el difícil año de 1974 y puse todo mi ser en valorar los encuentros.
O la mirada de mi profesor de filosofía, también premio nacional, que me hizo saltar desde los griegos hasta Kant. O mi profesor de historia, con quien durante seis meses vivimos la guerra de los Treinta años.
Los pedagogos, expertos en enseñar, elaboran estrategias para que los profesores cautiven a los alumnos y alumnas hoy.
Me tocó estar en la primera clase de " design thinking ", una estrategia para innovar que se enseña en ingeniería. Con los alumnos desarmados frente a los nuevos caminos para definir problemas. Y encontrando fórmulas.
"A mí nunca me enseñaron así", le comenté al joven a mi lado. "A mí tampoco", me respondió.
Pienso, de nuevo, en ese profesor que la semana pasada vio a sus alumnos abandonar la sala de clases.
Tengo hijos que enseñan, también. Veo el esfuerzo, cómo trabajan para seducir a sus alumnos.
Y de repente, veo que uno de mis hijos me cuenta de vidas profesionales compartidas con discípulos.
Son semanas difíciles para los estudiantes: pruebas, trabajos finales, postulaciones. Pero igual, pienso en ese profesor.
Son tiempos nuevos para enseñar. El profesor no es la única fuente. Pero es aquél que la vida le pone al discípulo por delante. Como un desconocido con quien me encontré hace 73 años caminando por el jardín central de la Alameda. Era época de elecciones y yo tenía clara mi preferencia: la de mi padre. Me preguntó esta persona a quién prefería yo. Le dije. Defendí la inteligencia de mi candidato. "¿Qué es más importante, la inteligencia o el criterio?", me preguntó, antes de despedirse.
Una lección para siempre.
El profesor está ahí, más que un libro, más que una inteligencia artificial, más que una base de datos.
Un palpitante, que tal vez no tiene los datos.
Pero él ha pensado cosas, tal vez desde el principio; tal vez pueda demostrar que "a x 0 = 0".
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