Incertidumbre sobre robustez económica se contrapone a datos positivos en empleo e ingresos
En términos generales, 2025 estará cerrando con mejores indicadores en materia laboral. Tras un extenso período de varios años con un piso del 8%, desde mayo llevamos seis meses consecutivos por debajo de dicho nivel. El último dato recientemente publicado a octubre muestra un 7,3%, algo por encima del 7% verificado el tercer trimestre, aunque sigue siendo bajo. De mantenerse el mismo nivel en los dos meses que restan para cerrar el año, la tasa promedio anual será de 7,5%, el menor registro en la última década.
La baja del desempleo se explica por el aumento en la demanda de trabajo que llevó a que la tasa de empleo (ocupados / población en edad de trabajar) alcanzara el 60% en octubre máximo histórico desde 2014 en tanto que el número de personas empleadas se acerca a los 1,8 millones (gráfico 1). A su vez, el menor desempleo no es coadyuvado por una reducción en la oferta de trabajo, toda vez que la tasa de actividad (población económicamente activa / población en edad de trabajar) se ubica próxima al 65%, máximo nivel verificado en 2014.
El aumento en el número de empleados no ha venido acompañado de una mejora significativa en la calidad del empleo medida a través del porcentaje del personal ocupado no registrado en la seguridad social, que permanece estable en torno al 22% (el último dato de octubre fue 21,5%), un registro que parece ser de convergencia a la nueva media estructural, tras la disminución verificada en 2020 (ver gráfico 2), y donde los mayores niveles estructurales de no registro están en los departamentos de frontera (Cerro Largo: 40%; Artigas: 36%; Soriano: 38%; Rivera: 36%; Salto: 36%). Por otra parte, se detecta una baja importante en el porcentaje de la población desempleada que no exige condiciones para acceder a un trabajo (tales como que el empleo sea acorde a la experiencia, que sea de baja carga laboral, con horario especial, con determinadas condiciones salariales, o que el lugar de trabajo u horario sea flexible), como se exhibe en el gráfico 3. Este comportamiento se puede interpretar como una señal positiva que el sentido de que el desempleado es más exigente a la hora de fijar condiciones para la contratación por estar más confiado en que prontamente podrá acceder a un empleo que reúna dichas condiciones, estando a su vez en una situación económica no tan precaria que amerite tomar cualquier oportunidad de trabajo que se le presente. Ello, a su vez, es consistente con la reducción en la duración media del período de desempleo que a fines de 2024 estaba por encima de las 9 semanas y actualmente se encuentra en 8,2. En otro orden, continúa habiendo una segmentación marcada en el desempleo por edad, donde la tasa en los menores de 25 años asciende al 25%, con especial afectación en las mujeres jóvenes (cerca de 30%) por sobre los hombres jóvenes (20%).
En síntesis, durante 2025 se detecta una mejora en los indicadores del mercado de trabajo medido a través del aumento del empleo y baja del desempleo en un contexto de mayor oferta laboral, aunque sin modificaciones sustantivas en parámetros más estructurales como la proporción de empleados no registrados en la seguridad social o el desempleo por sexo y edad.
El análisis complementario del mercado de trabajo viene por el lado de las retribuciones. Los salarios reales calculados a partir de Índice de Salario Real (ISR) elaborado por el INE crecieron 1,2% en los últimos 12 meses a setiembre. Si bien la mayoría de las personas percibe ingresos salariales, también hay quienes perciben ingresos de otra fuente, como es el caso de los cuentapropistas y jubilados. Para lo cual es apropiado medir el ingreso de los hogares bajo cualquier concepto, donde el aumento también puede explicarse por un alza en el número de perceptores de ingreso al a interna de un hogar (como sería el caso en un escenario de aumento en el empleo). En este sentido, la última publicación del ingreso de los hogares realizada por el INE nuestra un aumento interanual del 6,2% en el tercer trimestre del año, alcanzando de este modo y nuevamente, el nivel máximo en los últimos diez años (gráfico 4). A su vez, el aumento del ingreso medio no debe explicarse en un alza concentrada en los hogares de mayor ingreso, en la medida que el ingreso mediano también experimentó un alza en términos reales. En cuanto a los ingresos salariales, se espera una mejora hacia fin de año por los laudos provenientes de la undécima ronda de Consejos de Salarios en los meses de octubre y noviembre, donde se concentrará cerca del 80% del total acuerdos en más de 173 laudos que vencieron el pasado 30 de junio, pertenecientes a diversos grupos y subgrupos de actividad privada que concentran a más de 700.000 trabajadores. Los nuevos acuerdos serán por 2 años, con ajustes de frecuencia semestral, tal como ha ocurrido en casos anteriores. De mantenerse la tasa de inflación en torno a la meta del 4,5%, los ajustes nominales bajo los nuevos convenios en el sector privado podrían dar lugar a un alza en la tasa de crecimiento del ISR superior al 2% interanual que, de mantenerse la creación de empleo, implicará también un alza en la masa salarial y en el ingreso de los hogares.
Por todo lo visto, al logro de haber consolidado una baja tasa de inflación debería sumarse el buen desempeño en materia de empleo y mejora de los ingresos reales. Desde luego son buenas noticias, aunque es inevitable plantearse cuán sostenible podrá ser esta tendencia. Pues para que la mejora en el empleo y el ingreso sean sostenibles en el tiempo es necesario apuntalar el crecimiento; precisamente, este continúa siendo el talón de Aquiles de la macroeconomía uruguaya. Si bien el PIB registrará un alza superior al 2% en el promedio del año, esto se debe en buena medida al arrastre estadístico del crecimiento en 2024. Las expectativas de los analistas económicos apuntan a un 2% en mediana para los años próximos, que ya de por sí es desafiante en comparación con la media de los últimos 10 años. Los datos adelantados de actividad económica no son halagüeños. El Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE) elaborado por el BCU con frecuencia mensual, muestra una caída desestacionalizada en los últimos meses, y un claro estancamiento medido en tendencia-ciclo en lo que va del año (gráfico 5). En la medida que la tasa de inversión continúe siendo baja sin grandes proyectos de inversión a la vista, y predomine la incertidumbre económica a nivel regional y global, persistirá el riesgo de que la mejora en los indicadores de empleo termine siendo un espejismo. Pues de consolidarse la tendencia de un bajo crecimiento económico, no debería sorprender que más temprano que tarde, los indicadores laborales vuelvan a mostrar señales de debilidad.
-El autor, economista Marcelo Sibille, es gerente senior del área de asesoramiento económico y financiero de KPMG en Uruguay