Jueves, 27 de Noviembre de 2025

Biofilia: el concepto que puede redefinir el urbanismo en Chile

ChileEl Mercurio, Chile 27 de noviembre de 2025

El diseño que integra la naturaleza como infraestructura esencial emerge como una alternativa para enfrentar olas de calor, inundaciones repentinas y otros desafíos del cambio climático.

Techos verdes que reducen el consumo energético, suelos que infiltran agua para enfrentar sequías, corredores ecológicos que bajan la temperatura y espacios públicos que restauran el bienestar físico y mental, son parte integral de las ciudades biofílicas, un enfoque que hoy comienza a tomar fuerza en Chile.
Según los expertos, esta mirada implica repensar el funcionamiento mismo de la ciudad, desde cómo se manejan las aguas lluvia hasta cómo se diseña la movilidad, o se aprovechan la sombra, la ventilación natural o la biodiversidad urbana. Significa un cambio cultural que obliga a mirar los ríos, humedales, quebradas y paisajes nativos como la base sobre la cual las ciudades pueden adaptarse y prosperar.
"La biofilia deja de ser un gesto vegetal y pasa a reorganizar los ciclos del agua, el suelo y la energía como parte constitutiva del tejido urbano", explica Osvaldo Moreno, director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Chile e investigador en infraestructura verde.
Se reduce en al menos 30% el consumo energético
A nivel ambiental, la evidencia muestra que los principios biofílicos pueden modificar de manera significativa el comportamiento térmico y energético de los edificios. Estudios publicados en Sustainability han demostrado que las fachadas vegetales pueden reducir la temperatura superficial del muro en entre 4 °C y 10 °C, lo que disminuye la demanda de aire acondicionado y mejora el confort térmico.
Investigaciones recientes sobre vegetación urbana, como un análisis de captura de carbono elaborado por Research Square, estiman que ciertas especies pueden absorber alrededor de 3,5 kg de CO {+2} por metro cuadrado al año, dependiendo del tipo de vegetación y condiciones climáticas.
"Un edificio que incorpora naturaleza, jardines verticales o techos verdes, puede reducir en al menos un 30% su consumo energético, además de bajar el estrés y mejorar la salud mental de quienes lo habitan", afirma Marcela Rincón, bióloga y directora de la empresa Biophilica.
Mejoras significativas en indicadores de salud
Diversos estudios científicos muestran que la integración sistemática de naturaleza en la ciudad tiene efectos directos y medibles sobre la salud humana. Una revisión reciente de los estudios publicado por la Universidad de Greenwich de Londres sobre ciudades biofílicas concluye que la presencia diaria de naturaleza urbana reduce los niveles de estrés, mejora el bienestar psicológico y disminuye la carga de enfermedades asociadas a la vida en entornos densamente construidos. El estudio subraya que las urbes que adoptan estos modelos muestran mejoras significativas en indicadores de salud mental y confort ambiental, especialmente en poblaciones expuestas a temperaturas extremas y contaminación.
Una revisión sistemática publicada en la revista científica Frontiers analizó intervenciones biofílicas en hospitales y centros de salud, documentando reducciones de hasta 30% en los niveles de estrés, menores tiempos de hospitalización y mejoras en la recuperación de pacientes expuestos a vistas naturales, iluminación biológica o vegetación interior. El análisis también encontró que el personal médico que trabaja en entornos biofílicos presenta descensos significativos en fatiga o agotamiento laboral, y que los ambientes con vegetación pueden reducir el dolor percibido y la ansiedad de los pacientes en hasta 20%.
Brechas institucionales y financieras
Aunque la evidencia es contundente, la biofilia aún avanza de manera fragmentada en Chile. Una primera barrera es normativa: varios instrumentos de planificación siguen priorizando canalizaciones, pavimentos y mecanismos de control hidráulico propios de una lógica gris. Esto limita la incorporación de infraestructura verde como componente funcional de la ciudad, señala Osvaldo Moreno.
A ello se suma la brecha financiera, ya que muchos municipios pueden construir áreas verdes, pero no cuentan con recursos para sostener su funcionamiento ecológico, su monitoreo ni su mantención en el tiempo.
La tercera barrera es institucional. La gestión urbana continúa organizada en compartimentos: parques por un lado, aguas lluvias por otro; movilidad y riesgo en oficinas distintas. Pero la biofilia exige equipos interdisciplinarios capaces de gestionar agua, suelo, vegetación y movilidad de manera integrada, señala Moreno.
"Nuestra normativa todavía responde a una lógica que reconoce el parque como área verde, pero no como infraestructura capaz de infiltrar, regular temperatura o producir biodiversidad. Ahí hay una enorme oportunidad de actualización", advierte.
El ejemplo de Isla Cautín y el Parque Kaukari
La biofilia ya está transformando ciudades en distintos continentes. Singapur ha impulsado un modelo donde los edificios, calles y sistemas de movilidad se conciben como parte de una "ciudad dentro de la naturaleza". París, históricamente adicta al concreto, está reconvirtiendo espacios icónicos en bosques urbanos para enfrentar olas de calor y mejorar el confort térmico. Y en Latinoamérica, Medellín ha integrado la vegetación dentro y fuera de sus edificios, en restaurantes, bancos y centros comerciales, demostrando que la infraestructura verde puede ser parte de la vida cotidiana, destaca Marcela Rincón.
En Chile también hay señales de cambio. Proyectos como Isla Cautín, en Temuco, incorporan infraestructura hidroecológica para reconectar la ciudad con su ribera. El Parque Kaukari, en Copiapó, trabaja con la aridez, la sombra y el manejo de eventos aluvionales como parte de su diseño. Y municipios como Vitacura, Providencia y Valdivia están impulsando corredores verdes, patios naturalizados y programas de biodiversidad urbana. Cada territorio debe trabajar con su propia ecología, su clima y su paisaje.
"No existe una receta única. Una planificación exitosa exige comprender la particularidad de cada territorio, su historia, su cultura y la naturaleza que lo rodea", explica Daniela Casanello, arquitecta del paisaje y académica de la UC. "Debemos dejar de ver la naturaleza como algo que apenas se insinúa en la ciudad y empezar a tratarla como un componente central, visible, vivible y accesible", añade.
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