Jueves, 27 de Noviembre de 2025

Pico y placa: respuesta incorrecta

ColombiaEl Tiempo, Colombia 27 de noviembre de 2025


Eduardo Behrentz
Hace más de 25 años inició el círculo vicioso que tiene atrapados a los bogotanos: cada alcalde que logra ser elegido termina cediendo a la tentación de ajustar, endurecer o reinventar el pico y placa; como si se tratara de la fórmula mágica para resolver los males de la movilidad


Eduardo Behrentz
Hace más de 25 años inició el círculo vicioso que tiene atrapados a los bogotanos: cada alcalde que logra ser elegido termina cediendo a la tentación de ajustar, endurecer o reinventar el pico y placa; como si se tratara de la fórmula mágica para resolver los males de la movilidad. La administración actual no es la excepción, pero su propuesta ha ido un paso más lejos. Ahora convertiremos a la restricción vehicular en un instrumento de presión en contra de municipios vecinos que ofrecen descuentos para atraer la matrícula de vehículos nuevos, buscando los ingresos del impuesto anual de rodamiento. El problema es real. La competencia tributaria regional reduce el recaudo en Bogotá y fomenta una práctica cuestionable: quienes se ahorran el impuesto local son usuarios de las vías y los bienes públicos de la ciudad, así como generadores de congestión, siniestralidad vial y contaminación, sin pagar lo que les corresponde. Según cifras de la alcaldía mayor, 3 de cada 10 vehículos que circulan no pagan aquí sus impuestos, disminuyendo el recaudo en más de un billón de pesos. La preocupación es legítima y es correcto el ánimo de resolución. Pero esto no significa que la respuesta planteada sea la correcta. Utilizar el pico y placa como arma en una disputa tributaria es una medida abiertamente anti-técnica que afecta aún más la razonabilidad y la relación costo-beneficio de las medidas restrictivas. Dichas restricciones pueden ser herramientas válidas en ciertos contextos en los que se encuentren guiadas por criterios de eficiencia y proporcionalidad (por ejemplo, en el caso de los cobros por congestión). Pero no cuando se usan como mecanismo punitivo. La movilidad no se gobierna con impulsos reactivos. Adicionalmente, las medidas draconianas como el pico y placa (o los toques de queda durante los tiempos de pandemia), suelen compartir las mismas características indeseables: producen alivios tan inmediatos como efímeros, mientras no resuelven los problemas de fondo. En consecuencia, en el mediano plazo, generan resultados contrarios al mismo propósito que pretendían atender. Vale la pena reiterar que buena parte del problema es la repetición del patrón. Año tras año, administración tras administración, mantenemos la equivocada ilusión de que cambiar las reglas del pico y placa equivale a gestionar la movilidad. Ninguna ciudad del mundo desarrollado depende estructuralmente de restricciones permanentes al uso del carro. Ninguna. Castigar a los bogotanos con más restricciones para presionar a los municipios vecinos no es política pública: es un error conceptual. Bogotá y su región metropolitana necesitan un sistema tributario moderno que promueva la eficiencia y la equidad mientras se logra una buena gobernanza regional. Nada de esto se logra con la nueva propuesta de aumentar el pico y placa los días sábado.
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