El Comercio, Perú
28 de noviembre de 2025
ilustración: giovanni tazza
Por JOSÉ LUIS CORDANOCountry Manager de Sura Investments
Las empresas atraviesan un momento decisivo que las obliga a revisar los modelos con los que han gestionado su cultura y su crecimiento durante décadas. Por mucho tiempo, el éxito se definió casi exclusivamente por resultados financieros y eficiencia operativa. Estos indicadores siguen siendo importantes, pero ya no bastan para comprender el verdadero desempeño de una organización en un entorno volátil, incierto y profundamente interconectado.
El ?management? moderno exige una mirada mucho más amplia. La sostenibilidad dejó de ser un concepto limitado al impacto ambiental para convertirse en un enfoque integral que incluye también las dinámicas culturales y humanas que sostienen a una empresa. Ignorar estos componentes reduce la gestión a un ejercicio mecánico que debilita la capacidad de adaptación y el sentido de propósito de los equipos.
Hoy los líderes están llamados a reconocer que una organización es un sistema vivo, construido sobre relaciones, talentos y valores. Una cultura interna sólida, un clima de confianza y un equipo que se siente acompañado marcan una diferencia tangible al momento de afrontar desafíos. Las empresas que promueven espacios donde las personas pueden aprender, cuestionar y crecer, muestran una resiliencia distinta ante los cambios.Por eso, es necesario replantear las métricas que consideramos hoy sinónimo de éxito. Ahora importa cuánto se avanza y cómo.
El nivel de compromiso del equipo, la capacidad de colaboración, la transparencia en la comunicación y la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace son indicadores estratégicos que fortalecen la sostenibilidad de una organización. Estos factores no compiten con los resultados financieros, sino que los potencian.
En mi experiencia, cuando las personas se sienten escuchadas y encuentran sentido en su trabajo, su rendimiento mejora de forma natural. Un liderazgo que entiende y reconoce el valor del bienestar emocional y del desarrollo profesional crea un entorno que facilita la innovación y potencia la productividad. Hablar de sostenibilidad humana no es idealismo, sino una condición fundamental para cualquier compañía que aspire a perdurar.
Adoptar este nuevo paradigma implica, además, la valentía de dejar atrás prácticas que ya no generan valor. Significa poner en el centro a las personas, apostar por culturas más abiertas y promover un liderazgo que inspire y conecte.