Viernes, 05 de Diciembre de 2025

Libro revive a Pompier, personaje de Enrique Lihn

ChileEl Mercurio, Chile 4 de diciembre de 2025

Amalia Cross publica "Crónica de un hombre puzzle", siguiendo las huellas del alter ego paródico del poeta.

Había sido parte de los artistas chilenos que se fascinaron con las vanguardias de París a principios del siglo XX, era un escritor sin obra conocida y, decía, un sistemático postulante al Premio Nacional de Literatura. Había heredado un fundo que le permitió vivir sin sobresaltos, vestía de frac y llevaba sombrero de copa. Don Gerardo de Pompier era un "maestro de las artes de la representación" y a fines de los 70, cuando tuvo sus días de mayor fama, era una figura absurda y fuera de tiempo que desordenaba la escena cultural. Era, a la vez, un personaje del poeta Enrique Lihn.
"Pompier es parte de la obra de Lihn, pero también es independiente. Está construido para que lo sobreviva. Sale del imaginario de sus novelas para vivir tridimensionalmente", dice Amalia Cross (Viña del Mar, 1989), historiadora del arte y curadora que investigó las huellas del personaje para el libro "Crónica de un hombre puzzle" (Ed. Bastante, $16.900). El volumen sigue el juego de Lihn y retrata a Pompier como si hubiese existido. "Había que tomárselo en serio para reírse mejor", dice Cross.
Creado por Lihn y Germán Marín en 1969 para la revista Cormorán, Pompier fue revivido por Lihn en sus novelas "La orquesta de cristal" (1976) y "El arte de la palabra" (1978), pero también lo encarnó como personaje: a fines de 1977 realizó un " happening contracultural" en el Instituto Chileno Norteamericano donde lo personificó ante un público dominado por figuras de la escena cultural de la época. De hecho, el artista Eugenio Dittborn hizo un libro sobre el montaje, "Lihn y Pompier".
Pompier apareció varias veces e incluso protagonizó una película filmada por el cineasta Carlos Flores en la casa de Conchalí de Nicanor Parra. "En 1969 Pompier está, como casi siempre, fuera de contexto, y quizás no había mucho humor para reírse de esta figura medio latifundista", dice Cross. "Pero en dictadura es muy propicio; quién le va a temer a un viejo con bigotes, disfrazado, que se ríe de la autoridad. Lihn complejiza a este personaje, le da autonomía, trabaja con artistas contemporáneos. Lo hace partícipe de una escena de vanguardia, en la que están Leonora Vicuña, Paz Errázuriz, Dittborn. Y ante tanta seriedad y dolor, optó por la carcajada; lo que también era una estrategia política", añade.
A través de Pompier, Lihn hizo un comentario crítico sobre la historia de la cultura local y se abrió a nuevos lenguajes: cuando en 1983 le organizó un funeral, montaba obras de teatro, hacía performances en la calle y realizaba pequeñas películas. "Es muy valiosa esa lucidez de Lihn por entender las artes del cuerpo, su deseo por la dimensión lúdica de lo performativo. Es el salto de la poesía a la acción", dice Cross.
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