Jueves, 04 de Diciembre de 2025

Actualidad de Frankenstein

ChileEl Mercurio, Chile 4 de diciembre de 2025

Se necesita la coordinación entre países vecinos, tanto para el control de fronteras como para lograr otros acuerdos migratorios.

Leí hace algunos años la célebre novela de Mary Shelley, gracias al impulso que me dio John Stuart Mill, la principal figura del pensamiento liberal del siglo XIX, pero que no es del gusto de los neoliberales. En todo caso, los neoliberales crearon su propio Frankenstein, en pleno siglo XX, un monstruo que ha tenido larga vida y muchos más partidarios y adoradores que aquellos que reconocen serlo.
Investigando la vida de Mill, me topé con uno de sus poetas preferidos -Lord Byron-, quien en 1816 se hizo acompañar por Mary y su esposo, más otros pocos invitados, para alejarse del mal tiempo de Londres y refugiarse en la Villa Dionati, en Suiza, donde una noche acordaron que cada uno de los presentes escribiría un relato de horror, a ver cuál de ellos resultaba mejor.
El mejor fue el de Mary Shelley, quien tuvo posiblemente la ayuda de Percy, su cónyuge y también escritor, y es seguro que la recibió después de revisar en 1818 la versión definitiva del texto de su mujer. El relato de Mary Shelley se tituló "Frankenstein o el moderno Prometeo" y dio origen al mito de Frankenstein, un ser vivo, artificial, triste y malvado que el doctor del mismo nombre armó pacientemente con partes de cuerpos humanos de personas fallecidas y algunas descargas de electricidad que fue aplicando a los órganos y miembros reunidos. Un procedimiento bastante tosco a la hora de intentar crear un nuevo ser vivo, pero eran tiempos en que la idea de crear vida humana era solo un tema de ciencia ficción.
Han existido diversas versiones cinematográficas del mito de Frankenstein, la más recordada, de 1931, con Boris Karloff en el papel del monstruo. Respecto de la versión de este año, dirigida por Guillermo del Toro, no entiendo que la creatura producida en el gabinete del doctor Víctor Frankenstein luzca las facciones delicadas y hasta hermosas que en este caso le asignó del Toro. En la versión cinematográfica de nuestra niñez, la creatura no lucía bien, llevando unas muy visibles suturas en la cabeza y algunos tornillos en el cuello, y es por eso que para ella se escogió a un actor tan poco agraciado como Boris Karloff, quien, además de la novela, colaboró a inmortalizar al personaje de ficción.
Pero hay otro rasgo del personaje imaginado por Mary Shelley que sí se repite en la versión fílmica de Del Toro: su insondable tristeza cuando, ya al final del relato, se interna en un paraje frío y desolado, caminando pesadamente sobre la nieve en completa soledad, dándose cuenta de que su desamparo será radical y que estará ahora agravado por la imposibilidad de morir.
Si se consiguiera próximamente crear un ser humano artificial merced a novedosas tecnologías, ¿sufrirá esta probable nueva creatura el mismo destino de abatimiento y soledad que padeció el personaje de Mary Shelley? El mito de Frankenstein, ¿habrá sido un mal presagio o, ahora en el futuro próximo, un avance científico exitoso y conmovedor?
Es muy probable que nos quedemos cortos pronosticando un cambio de época o de mundo, según se viene repitiendo, si lo que tendremos será más bien un cambio de humanidad, o, acaso, una diversificación de lo humano según lo que hasta ahora hemos entendido como tal. Si ya hay animales domésticos robóticos, seguro que muy pronto estarán a la venta mascotas de tipo artificial y dotadas de iniciativa y emociones propias, para mayor higiene, cuidado y gratificación de sus amos o propietarios.
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