Reflexiones melancólicas
No crecemos, ni económica ni demográficamente, aumenta el delito y no sabemos educar a las generaciones futuras.
Como dijimos, el tema Danza terminó como debía y la dirección de Asse es ejercida como corresponde. No se trata solo de cumplir con las normas, lo que no deja de ser importante. Lo relevante es que uno de los servicios del Estado, probablemente el más importante de ellos por su masividad y rol social, sea cumplido a cabalidad. Demasiado distrajo al país a un tema que debió merecer menos tiempo del que ocupó.
Pasados unos pocos días, el escándalo de las patrulleras oceánicas se acalló, perdió letra, imagen e interés. Es cierto que hay interpelaciones pendientes y con ellas responsabilidades y conductas aún abiertas. Lo que sorprende, o debería hacerlo, es el silencio que rodea al asunto. ¿Se siguen construyendo? ¿Quién controla el proceso? ¿Se ofrecieron nuevas garantías? ¿El gobierno sigue pensando que hay que rescindir, o inició un camino de conversaciones? ¿Cardama nos estafó o la denuncia gubernamental fue puro teatro, destinado a mostrar una firmeza hasta ahora escasa? Nada sabemos, todo oculto bajo un manto de silencio, tal como si los ciudadanos careciéramos del derecho a saber.
Bien mirado, el "affair" se parece a la política global de este gobierno, nadie sabe, en rigor, adónde vamos, más allá de la afirmación definida que pronunció el Ministro Oddone, tenemos que crecer el doble de lo que tradicionalmente crecimos. Sólo así, mediante esos recursos adicionales, bajaremos el déficit, solucionaremos los desafíos sociales y afrontaremos venturosos el porvenir. Una hermosa definición de tono capitalista plagada de incertidumbres. Ya no más revoluciones, utopías o clases sociales redentoras a la vuelta de la esquina. La historia se revela opaca e incierta y la coyuntura temible. Si no crecemos seguiremos practicando el mismo juego y achicándonos a niveles microscópicos. Nos espesamos o nos minimizamos. ¿Podremos devenir un grupo minúsculo, que se desvanece gradualmente, perdidas nuestras lejanas habilidades podológicas, si no doblamos nuestro esmirriado PBI? Si es que con ello alcanza.
Es difícil ser optimista. Por lo menos en el corto plazo. Del largo no vale ocuparse, está muy lejos, es de otros y aparece repleto de amenazas. De hecho no crecemos, ni económica ni demográficamente, aumenta el delito y no sabemos educar a las generaciones futuras, cada vez más pequeñas. Más bien al revés. La izquierda, que prometía maravillas, se fue con el siglo. La derecha nunca trascendió los sables. El movimiento sindical transita su paleolítico sin sospechar el neolítico. El Ministerio de Trabajo lo ocupa el Partido Comunista más atrasado del mundo y el Partido Socialista, que repite su discurso, ocupó hasta ahora, el de Desarrollo Social. La UDELAR ni coopera ni cuenta en los registros universitarios de este mundo. La intelectualidad no es la de antes. No hay Ramas ni Real de Azúas. Revistas hazañosas, como Marcha, ya no alumbran nuestros fines de semana. Salvo la democracia, ¿qué nos queda fuera de la melancolía?
O será cierto que podemos crecer materialmente, como apuesta el Ministro o progresar intelectualmente, admitir nuestros desafíos y recibir una emigración joven y optimista que sueñe con renovados horizontes. Quizás ello sea posible, pero no parece ser la preocupación de este gobierno, pobre, timorato y confuso. Como nosotros.