Miércoles, 10 de Diciembre de 2025

La generación ofendida

UruguayEl País, Uruguay 9 de diciembre de 2025

En el medio de este péndulo, grieta o como quiera llamarse, lo que nos olvidamos es de promover el diálogo.

Es llamativa la polarización creciente que vivimos en los debates sobre cultura, identidad y derechos. Más que un péndulo, ya se volvió una grieta.

Hace unos años empezó un movimiento que promovió una conciencia social activa en la lucha contra la discriminación y la injusticia, dando lugar a la cultura woke como su mayor expresión. El relato dominante fue, y sigue siendo en muchos ámbitos, la lucha contra las injusticias y desigualdades que enfrentan las minorías.

Sin embargo, esa misma defensa se convirtió en una cultura del exceso y del victimismo, donde se limitó la libertad expresión y se impuso una censura disfrazada de justicia. En su afán por eliminar discursos ofensivos, la corrección política promovió límites cada vez más estrictos a lo que se puede decir o pensar. La frontera entre protestar y censurar se borró, convirtiéndose en un obstáculo para el diálogo y la convivencia pacífica de ideas. Aunque su propósito era proteger a los más vulnerables, el resultado fue la censura del debate libre, lo que nos llevó a una tiranía de la ofensa que resulta asfixiante.

Como será la cosa que, Caroline Fourest, ensayista francesa de izquierda, dedicada desde hace décadas a la lucha feminista y antirracista, vapuleada por ser lesbiana y desenmascarar el funcionamiento de la extrema derecha, nos sorprende en "La Generación Ofendida" al cuestionar la "censura de la izquierda moralista e identitaria". Según ella, la juventud que en su momento enfrentó un contexto de exclusión y desigualdad, ahora queda atrapada en una cultura de ofensa constante, alimentando victimismos y divisiones. Como resultado, en lugar de disminuir los estereotipos, en algunos casos los consolidó.

Por eso no sorprende que en los últimos años el péndulo esté yendo para el otro lado y entre muchos jóvenes ahora esté surgiendo un movimiento anti-woke, que, en defensa de la libertad de expresión absoluta, rechaza la corrección política. Pero como todo péndulo, el riesgo es que se esté creando otra forma de censura, condenando cualquier crítica o diferencia como amenaza a la libertad. Incluso, como vemos que está ocurriendo en Estados Unidos, donde se está cancelando la defensa de la diversidad por considerarla injusta.

Pero lo relevante es que en cualquiera de los dos escenarios, lo que está ocurriendo de fondo es que la solución a un extremo es irse al otro extremo, provocando más que un péndulo, una grieta. Estamos en un campo minado de ideas, donde el debate abierto y pluralista se reduce a una lucha de poder ideológico.

Al final, cualquiera de los dos extremos refleja la misma problemática que Fourest señala: la tendencia a convertir la victimización o la reacción en nuevos recortes a la libertad, en una censura moderna que se disfraza de defensa de los derechos. Porque en el medio de este péndulo, grieta o como quiera llamarse, lo que nos olvidamos es de promover el diálogo, donde las ideas puedan confrontarse sin miedo a ser silenciadas y donde la diversidad de pensamientos sea valorada como un activo fundamental para una sociedad democrática y plural. Sin querer imponer una sobre la otra. Donde la ofensa, del tipo que sea, se transforme en un motor de diálogo, comprensión mutua y progreso en lugar de cancelación.
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