Galperin tiene razón
Afirmó que el progreso que tuvo Uruguay desde 2002 ha sido "lento pero constante".
En la cena anual del CED realizada el mes pasado, Marcos Galperin realizó dos apreciaciones sobre nuestro país en las que vale la pena detenerse. En primer lugar, afirmó que el progreso que tuvo Uruguay desde 2002 ha sido "lento pero constante" y que se ve en todos lados. El segundo comentario fue que Uruguay tiene un futuro prometedor, pero con determinado rumbo: "Hay muchísimas oportunidades y para mí van por el camino de liberar, desregular y abrirse al mundo".
Las dos observaciones son ciertas y dicen mucho sobre nosotros mismos. Uruguay indudablemente ha avanzado en las últimas décadas en varios indicadores relevantes para la calidad de vida, desde los que reflejan ingresos monetarios a necesidades básicas. Pero también es cierto que nuestros indicadores educativos siguen siendo malos incluso en una comparación regional, que nuestra apertura comercial dista mucho de ser la deseable y que tenemos un problema real con el incremento de la inseguridad.
De allí que el progreso lento pero constante puede valorarse positivamente en un mundo en que no todos los países progresan de forma constante, veamos los cercanos casos de Argentina o Chile, verbigracia, pero también negativamente si vemos la oportunidad no aprovechada de avanzar de forma más veloz.
Aquí es donde calza justa la segunda afirmación de Galperin sobre qué es lo que necesita el Uruguay para lograr un nivel de desarrollo mayor: liberar, desregular y abrirse al mundo. Indudablemente por aquí, aplicado a las distintas áreas del quehacer nacional, encontramos respuestas a cómo superar nuestro escaso crecimiento.
Necesitamos una economía más libre, en que exista mayor competencia en distintos mercados donde las barreras de entrada restringen las opciones de los consumidores y los precios se elevan artificialmente. Los rubros de higiene personal, alimentos básicos como frutas, verduras, pollo y cerdo, combustibles o insumos para la construcción saltan a la vista entre los principales, aunque lejos de ser los únicos.
La apertura al mundo es otro aspecto relevante en el que tenemos mucho por avanzar. No han faltado esfuerzos, especialmente durante el gobierno anterior y que posiblemente ahora den frutos como la integración al acuerdo Trans-Pacífico pero venimos corriendo de atrás en relación a otros países de la región y del mundo.
También en materia laboral tenemos debemos otorgar mayor libertad a empresarios y trabajadores, incorporando realismo a negociaciones por rubros que resultan bizantinas sin información de productividad y con empresas absolutamente diferentes que quedan dentro de la misma bolsa. Si a eso le sumamos la propuesta que acaba de formular el ministro de Trabajo para que las empresas deban notificar los despidos antes de realizarlos para forzar algún tipo de negociación, ya entramos en otro terreno que es el de la agenda del subdesarrollo. Ahí dejamos de analizar qué es lo que tenemos que hacer para lograr avanzar más rápido para ver cómo nos pegamos un tiro en un pie como analizó en su columna en este mismo diario la semana pasada Agustín Iturralde.
En definitiva, en las lacónicas afirmaciones de Galperin se encuentra un diagnóstico acertado de nuestra situación, así como también las respuestas adecuadas.