Dios es trending topic
Ser católico, de pronto, se volvió contracultural.
De un día para otro, Dios está en los trending topics . No porque haya bajado del cielo, sino porque Rosalía -la afamada "motomami"- decidió hacer un disco entero inspirado en santas, oraciones y vida monástica: Dios en trece idiomas, aparece con toca de novicia y, de paso, le da un baño de estética sacra al mundo del pop. Y claro, todos los cronistas corrieron a anunciar un "despertar espiritual", un "regreso a la fe" y hasta un "catolicismo punk ".
La idea suena absurda... hasta que te detienes a mirar alrededor.
Hakuna llena estadios. Los retiros juveniles tienen lista de espera. Las apps de oración compiten con Spotify. Carlo Acutis -el santo millennial - se hizo popular por documentar milagros eucarísticos. Y, por alguna razón, cada semana aparece un nuevo influencer católico diciéndote que rezar el rosario es literalmente cool .
¿Pero qué está pasando? ¿Nos volvimos todos beatos? ¿Es una manifestación más de la "ola neoconservadora"?
Ser católico, de pronto, se volvió contracultural. Así de simple.
En un mundo que lleva años vendiéndonos la libertad sin límites como si fuera la última Coca Cola del desierto, de pronto un grupo de jóvenes empezó a sospechar que eso de tener cero límites quizá no era tan liberador como parecía.
Porque la autonomía radical -esa idea tan moderna de "soy dueño absoluto de mí y de mi vida"- es adictiva... hasta que descubres que los propios deseos no alcanzan para justificar una vida. Cuando sacas toda trascendencia del horizonte, no queda mucho donde afirmarse. No hay más allá, no hay después, no hay nada. Solo esta vida. Que, además, hay que vivir al máximo, sin equivocarse, sin desperdiciar un segundo. Un proyecto no solo agotador, sino también profundamente frustrante. Como un " crossfit existencial" reservado para quienes pueden sostenerlo, mientras que buena parte de la población ni siquiera tiene la posibilidad de hacer que todo dependa de sí misma.
No es casualidad que aumenten los ansiolíticos, los suicidios, la depresión, la soledad y todas las crisis de afectos imaginables.
Y en ese clima de hiperproductividad emocional ("vive, ama, viaja, emprende, sé feliz, sé libre, sé único, sé tú mismo, o fracasa indefectiblemente") que aparezcan jóvenes diciendo que no quieren ser el protagonista absoluto de su biografía es revolucionario. Rebelde. Casi insolente.
Ser católico hoy es una forma de insubordinación suave. Un punk litúrgico. Un rechazo elegante al nihilismo imperante. Y aunque ser católico sea moda o una mera performance , lo decisivo no es la forma inicial del gesto, sino el trasfondo que revela: un deseo de anclaje, de comunidad, de sentido.
No es menor que las encuestas muestren que el catolicismo crece por primera vez desde los 80. Que haya jóvenes diciendo que la fe es el antídoto contra la superficialidad, tampoco. Y que el progresismo liberal -esa ideología que prometió romper con todo lo anterior y construir un mundo definitivo- se sienta viejo frente a los veinteañeros que buscan comunidad y sentido, eso sí que es irónico.