El gorila invisible y los errores fértiles
Terminamos uno de los años más difíciles que yo recuerde en la política nacional (sin hablar de la internacional)
Terminamos uno de los años más difíciles que yo recuerde en la política nacional (sin hablar de la internacional). El síntoma más preocupante es la absoluta incapacidad de nuestro alto Gobierno para reconocer errores. Los números se leen al revés, las culpas son siempre ajenas, los fracasos son en realidad éxitos que los malvados del país y del mundo se niegan a reconocer. Nuestros psicólogos sociales podrían usar las alocuciones presidenciales, los consejos de ministros y los larguísimos e incongruentes tuits como laboratorios para estudiar el fenómeno del autoengaño. Muchos investigadores de la psicología del poder envidiarían ese material de estudio. Hace un cuarto de siglo dos psicólogos de Harvard, Christopher Chabris y Daniel Simons, hicieron un experimento que se volvió un clásico. Organizaron un partido de básquetbol que filmaron en video. El uniforme de un equipo era blanco, el del otro negro. Se pidió a un grupo de voluntarios llevar la cuenta de los pases exitosos del equipo blanco. En la mitad del partido un actor disfrazado de gorila atravesó la cancha. Más de la mitad de los observadores no lo vieron. El hecho muy evidente es que la atención es limitada y puede ser engañada. La intuición es a menudo incorrecta y nos lleva a ignorar información que podría ser relevante. La confianza excesiva en nuestro propio juicio, la certeza de que lo que vemos es todo lo que hay que ver, nos puede jugar malas pasadas. Concluyen estos psicólogos que esos errores de percepción, producidos por intuición, concepciones, prejuicios y falsas seguridades, tienen consecuencias graves en la forma como enfrentamos los problemas. Quien quiere tener éxito en sus emprendimientos debe ser consciente de sus limitaciones. No ver a un gorila en medio de un partido de básquetbol benévolamente podría considerarse una distracción. Pero es más que eso; es una de las tantas formas con las que la gente decide no ver parte de la realidad aunque la tenga en frente, simplemente porque no le gusta, no le interesa, o no cuadra con sus certezas. A mediados del siglo pasado David Dunning y Justin Kruger postularon un síndrome que quedó en la psicología con sus nombres. Quienes sufren de él son personas que con conocimientos insuficientes (nadie puede ser experto en todo) sobreestiman exageradamente su competencia y adquieren la convicción patológica de que tienen siempre la razón. Hace poco mencioné en esta columna el libro de Carol Travis Se han cometido errores (pero no por mí), en el que plantea el concepto de la "disonancia cognitiva", que es la tensión que sufre una persona cuando desafían sus creencias. Para reducir esa tensión las personas se aferran a sus convicciones aunque les muestren con toda claridad que están equivocadas. Les resulta imposible creer que fueron ellas quienes cometieron el error. El peor efecto de todas estas incapacidades para ver la realidad es que le niegan al individuo la mejor forma de aprender, que es a partir del reconocimiento de sus propios errores y la comprensión de las causas y circunstancias que lo hicieron equivocarse. El filósofo Daniel Dennett, en su libro Bombas de intuición y otras herramientas para pensar, propone el concepto de "errores fértiles", que son aquellas equivocaciones que pueden proporcionar lecciones o perspectivas diferentes sobre un asunto. Son errores que en lugar de desviar el pensamiento abren nuevas vías de exploración y comprensión. Los errores fértiles son herramientas para pensar. Nos llevan a cuestionar intuiciones y suposiciones que nos engañan. Los errores solo serán fértiles si nos permitimos reconocerlos y aprender de ellos. Quienes se resisten a ver el gorila en la cancha están asumiendo el fracaso como vocación. @mwassermannl
Negarse a ver la realidad
Moisés Wasserman