Martes, 30 de Diciembre de 2025

Verónica Llinás: "Sin humor no hay evolución" y el fenómeno teatral que llegó a Enjoy Punta del Este

UruguayEl País, Uruguay 30 de diciembre de 2025

La cartelera de Punta del Este sumó "Una navidad de mierda", la comedia argentina con Verónica Llinás que triunfó en la calle Corrientes y que ahora se presenta de jueves a domingo en el Enjoy.

Comenta entre risas Verónica Llinás que el productor Gustavo Yankelevich supo cómo convencerla para que se sume a Una navidad de mierda, la comedia que se convirtió en un éxito en calle Corrientes y que tiene funciones de jueves a domingo en Enjoy Punta del Este hasta febrero y entradas a la venta por Suticket.com

"Un pajarito le contó que me enganchaba por el pico, me hizo una mega comida y me conquistó el instante", comenta y comienza a reír la actriz que proviene de una familia de artistas, comenzó en el teatro under, llegó a la televisión gracias a Antonio Gasalla y ha sido parte de éxitos como Educando a Nina, El marginal, El fin del amor y la película La odisea de los giles.



Llinás, toda una institución en la comedia argentina desde hace décadas y una cara conocida en las tablas de Uruguay gracias a comedias como Dos locas de remate y Antígona en el baño, dice que está feliz de llegar a Punta del Este con esta comedia donde comparte elenco con Alejo García Pintos, Tomás Fonzi y Anita Gutiérrez.

En la obra escrita por Markos Goikolea Unzalu, una familia se reúne a festejar la navidad después de tres años sin hablarse con su hija menor que esa noche vuelve de Londres son su novia, Cindy. Arrepentidos de lo que sucedió en el pasado, esperan ansiosos, conocer y sobre todo aceptar a Cindy, aunque el problema es que nadie en la familia ve a la hija.

Tu última obra en Uruguay fue Antígona en el baño, una comedia muy ácida. ¿Qué tiene de distinto Una Navidad de mierda?
Tiene algo más amplio en cuanto al público. Antígona no era para niños, esta sí. Tiene una llegada muy fuerte, una influencia de público increíble. Además, es una obra muy original, fantasiosa, pero también muy arraigada en las relaciones familiares. Creo que muchas familias se pueden sentir identificadas con lo que pasa ahí.


¿Sentís que la risa sigue siendo una forma elegante de decir verdades incómodas?
Siempre. El humor es una vía no solo para aguantar lo difícil de la vida, sino también para entenderlo, para comunicar cosas, para sanar. En mi vida fue fundamental. Yo creo que hay vidas que necesitan más humor que otras, pero en general todos lo necesitamos.

Vivimos tiempos bastante enojados. ¿El humor es una forma de defensa?
Sí, totalmente. El humor es una actitud inteligente. Tiene que ver con la capacidad de abstraer lo emocional y mirarlo desde otro plano. Cuando podés hacer eso, te reís. Y cuando te reís de vos mismo, evolucionás. Si no hay humor, hay burla. Y eso no sirve.

¿Creés que hoy el humor tiene que pedir permiso o disculparse más que antes?
Me parece que sí. Pasó algo con la sociedad que no termino de entender del todo, pero se fue perdiendo la capacidad de reírse. Todo se volvió más solemne, más bélico. Todo son batallas, guerras. Y en la guerra no te podés reír porque te matan. Eso no nos hace bien como sociedad.

La obra transcurre en Navidad. ¿Qué cosas te sacan de quicio de las fiestas?
Las fiestas en general (risas). La obligación del regalo me molesta muchísimo. Detesto ir a shoppings, a lugares llenos de gente, y en esa época está todo explotado. Yo siempre digo: "Regalémonos no regalarnos nada", pero en mi familia eso no prospera mucho (risas). Después, el encuentro con la familia sí me gusta. Tiene un costado emocional, pensás en los que no están, en los que no están bien. Es un momento de cierre, de balance. Tiene algo de muerte también, porque el año termina. Pero después viene el renacer.

Tu personaje, Blanca, quiere que todo salga bien, pero no controla nada. ¿Qué te divierte más: hacer de la anfitriona perfecta o la bomba de tiempo?
Toda esa tensión me encanta. La obra arranca con una situación muy particular: Blanca no ve a su hija, pero decide hacer como que la ve para no perderla otra vez. A partir de ahí empiezan todos los errores, las contradicciones, las metidas de pata. La obra está todo el tiempo al borde de que la hija se dé cuenta de que no la están viendo. Esa tensión es muy divertida.


Blanca es un personaje bastante insoportable. y muy querible a la vez.
Me encanta eso. A mí no me gustan los personajes perfectos. Me gustan los fallados, los rotos. Todo lo que tiene de horroroso Blanca me divierte hacerlo. Las heroínas perfectas me parecen un plumazo, no me interesan. Las fallas son lo más jugoso para actuar.

Además hay una relación muy particular con tu marido en la ficción.
Sí, con Alejo García Pintos. Es una relación de amor-odio muy graciosa. Blanca es muy matriarca, muy controladora, siempre al borde del menosprecio con él, pero al final se nota que lo ama. Eso no estaba tan marcado en el texto original, lo fuimos construyendo juntos y le aportó mucho a la obra.

Con un elenco así, ¿hay lugar para el caos o está todo milimétricamente calculado?
Está todo muy medido. Es un mecanismo de relojería. El gag tiene tiempos precisos. A veces invento cosas nuevas, pero siempre dentro de ese esquema. La risa tiene leyes muy claras: un segundo de más y arruinaste el chiste. A veces uno cree que agregando palabras o morcilleo va a ser más gracioso, y en realidad lo empeora.

¿Sigue siendo clave la economía de las palabras?
Absolutamente. Sobre todo cuando el argumento es tan bueno como el de esta obra. No hace falta hacer pavadas ni payasadas. El texto ya es muy gracioso.

Con una carrera tan extensa en teatro, cine y televisión, ¿qué te queda pendiente?
Escribir más. Me gusta mucho escribir, tengo muchas cosas empezadas y pocas terminadas. Me encantan los principios, me gusta el desarrollo, pero detesto los finales (risas). Por eso me funciona mejor escribir con otros: cuando estoy sola abandono, cuando me asocio me comprometo a terminar.

Trabajaste con todos los grandes referentes del humor. ¿Por qué hoy hay tan poco humor en la televisión?
No sé si hay poco humor o si directamente hay poca televisión. Hay muy poca ficción. Las producciones no se adaptaron a los tiempos: siguieron pensando en grandes elencos, grandes escenografías, cuando quizá había que apostar a elencos chicos, buenos guiones y más ingenio. Y de eso en Argentina tenemos de sobra.

¿También influyen los realities y las redes?
Claro. ¿Para qué voy a ver miserias ficcionadas si puedo ver miserias reales en una casa, como gente en una pecera? Y además, todo se volvió corto: un minuto, treinta segundos. Yo veo cosas en redes que son ridículas y tienen millones de reproducciones, y otras con mucho trabajo detrás pasan desapercibidas. Todavía no lo entiendo.

¿Y ahí aparece el teatro como refugio?
Totalmente. El teatro es ver a un ser humano en vivo, que se equivoca, que transpira, que cambia algo porque alguien se rió distinto. Eso existe desde hace miles de años y no va a desaparecer. La risa en vivo es irremplazable.

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